Fabuloso negocio, pésima conciencia
Crece el debate en Francia, tercer exportador mundial de material bélico, por el suministro de armas a los saudíes
No le es nada fácil a Francia, orgullosa patria de los derechos del hombre, conciliar sus valores republicanos con su condición de tercer exportador mundial de armamento, sólo por detrás de Estados Unidos y Rusia. La incomodidad y la mala conciencia se perciben estos días hasta en los más altos niveles del Estado.
Pocas veces se había irritado tanto Emmanuel Macron con la prensa como anteayer, mientras visitaba Euronaval, una feria de armas. El presidente rozó la mala educación. Un periodista le preguntó si Francia haría como Alemania y suspendería las ventas de material bélico a Arabia Saudí. “Escuchen, pondremos una norma muy simple –contestó–. Mi agenda no está dictada por los medios de comunicación. Les guste o no. No puede ser que tenga que reaccionar a lo que dice cualquier líder. Esto no es una rueda de prensa para responder a las declaraciones de la canciller de Alemania”. El presidente, rodeado de ejecutivos empresariales, argumentó que, por respeto a quienes le acompañaban, no podía entrar en una materia que no tenía nada que ver. “Si los asuntos que nos tienen aquí no les interesan, no vengan”, recriminó Macron a los reporteros.
La titular de Defensa, Florence Parly, que acompañaba al presidente en Euronaval, fue menos agresiva y abordó el tema saudí. La ministra indicó que cualquier decisión se tomaría después de conocerse los resultados finales de la investigación sobre el caso Khashoggi.
Ayer, en la Asamblea Nacional, a preguntas de la oposición, Parly sí se encrespó al justificar de nuevo la cautelosa posición del Gobierno. “¡No vendemos armas como se venden barras de pan!”, exclamó la ministra. “La regla está clara –prosiguió Parly–. La regla es que toda venta de armas está prohibida, salvo autorización expresa. Y esta autorización, como saben ustedes, señoras y señores diputados, es el fruto de un examen extremadamente riguroso, de un examen caso por caso que reúne a varios ministerios y que evalúa muy concretamente todos los riesgos. No lo mezclemos todo”.
Pese a las palabras de la ministra, el debate crece en Francia. Arabia Saudí es el segundo cliente de las armas francesas. En diez años adquirió material por valor de 11.000 millones de euros. Oenegés como Amnistía Internacional han verificado que armas francesas –caño- nes, helicópteros, aviones nodriza, munición– se están utilizando en la guerra de Yemen, a menudo contra objetivos civiles, con un saldo de miles de muertos. París vende a otro actor problemático, Egipto. En este caso no son sólo armas propiamente dichas, como los cazabombarderos Rafale –que Egipto aún no ha empleado en una guerra–, sino sofisticados sistemas de interceptación de comunicaciones que se sospecha son usados por el régimen de Al Sisi para espiar y perseguir a la oposición política.
En pleno seísmo sobre el caso
Macron se enfada con la prensa y rechaza contestar si hará como Merkel y suspenderá las ventas a Riad
Khashoggi, el canal de televisión público France 5 emitió el martes por la noche un interesante y equilibrado documental, titulado Mon pays fabrique des armes, seguido de un coloquio, en el que se abordó en profundidad la cuestión de las ventas de armas francesas. La producción bélica da empleo a 165.000 personas en el Hexágono.
Los reporteros de France 5 se desplazaron a emblemáticas fábricas de armamento como la del consorcio Dassault, en Burdeos, donde se montan los Rafale. También visitaron lugares menos conocidos por el gran público como la localidad de Chapelle-Saint-Ursin, en la región de Centro-Valle del Loira. Este pueblo de 3.400 habitantes vive de las fábricas de gigantes del armamento como Nexter o MDBA.
Ningún miembro de gobiernos anteriores ni del actual quiso ofrecer su testimonio en el programa. Tampoco las empresas dieron facilidades. El “secreto de defensa” fue la excusa perfecta para la discreción. La industria de armamento y sus exportaciones son un asunto tabú. El Parlamento tiene poco control. Un funcionario del ministerio de Asuntos Exteriores entrevistado en el programa, bajo condición de anonimato, se sinceró: “Sobre la exportación de armas hay una omertà (ley del silencio) total en el seno de la Administración”.