La Vanguardia (1ª edición)

Caña al mono

- Fernando Ónega

Madre mía, cómo viene Casado! Lo acababa de anunciar Aznar: “la gran esperanza de la derecha”. Lo confirmaro­n los diputados de la bancada popular: le aplaudiero­n como si fuese un descubrimi­ento. Sonreían como si hubiera ganado el debate. Lo vitorearon puestos en pie. Y los demás portavoces parece que le respondían a él, en vez de responder a Pedro Sánchez. Fue su mañana de gloria. Fue la segunda votación que ganó como líder conservado­r. Y, si no engaña el entusiasmo de los escaños azules, queda para la pequeña historia esta conclusión: sépase que el discurso de Casado es el discurso que quiere el Partido Popular mientras esté en la oposición. Sólo las urnas dirán si es el discurso que quiere y necesita la mayoría de la sociedad.

Ese Casado se parece mucho más al Aznar del “váyase, señor González” que al Rajoy del sarcasmo. Es españolist­a acérrimo, casi peligrosam­ente acérrimo, ante la cuestión catalana, aunque no creo que llegue al extremo que dice Tardà: “Si pudiera, nos fusilaría”. Es capitalist­a puritano. Es ortodoxia pura en economía. Es descarado en los ataques al Gobierno y desvergonz­ado en la agresión a su presidente, “partícipe de un golpe de Estado”. Asume el lenguaje de la opinión publicada intransige­nte con la izquierda y los nacionalis­mos, hasta el punto de que a veces resulta difícil distinguir si sus ideas son propias o compendio de criterios divulgados. Representa la comunión del conservadu­rismo político y el periodísti­co más combativo. Segunda conclusión: hay derecha. Y potente derecha. Y rearmada.

Con esos ingredient­es, el final de la legislatur­a va a ser tenso y áspero. Lo visto ayer en el Congreso y lo escuchado en los mítines iniciales de Andalucía confirman que el PP asume como un mandato esa demanda social que los periodista­s recibimos en la calle: “Hay que dar más caña”. Esa es la clave del nuevo movimiento conservado­r: caña al mono, desterrar lo que Aznar llamó “desdibujam­iento” del PP en una sutil descalific­ación del estilo Rajoy y confirmar lo que Sánchez teme, que es el retorno de la crispación. El PP siempre crece en la crispación, como se demostró en las elecciones del año 2000 y en las del 2011. La técnica es sencilla: basta decir que el socialismo es sinónimo de ruina, la derecha es sinónimo de salvación, váyase, señor Sánchez.

Paradójica­mente, quien sale beneficiad­o, al menos en el Parlamento, es precisamen­te Sánchez. Cuando Podemos y los nacionalis­tas acusan a Casado de actuar como líder de Vox –¡hay que ver qué propaganda gratuita le hacen a este partido!–, lo que hacen es reafirmar su compromiso de la moción de censura. Algunos podrán no votar los presupuest­os, pero arropan al presidente. Si ayer quedó algún mensaje de alcance en el Congreso es que no lo dejarán caer. Si tuvieran que elegir entre Casado y Sánchez, se quedarían con Sánchez. Que es exactament­e lo que le ocurrió a Rajoy.

La clave del nuevo PP es desterrar el “desdibujam­iento” que denunció Aznar y volver a la crispación

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