Fugarse a Alejandría en busca de Ítaca
Julia Navarro vuelve con ‘Tú no matarás’, novela de búsqueda interior y aventuras que va de la posguerra a la transición
“Si vas a emprender el viaje hacia Ítaca, pide que tu camino sea largo, rico en experiencias, en conocimiento. A Lestrigones y a Cíclopes o al airado Poseidón nunca temas, no hallarás tales seres en tu ruta si alto es tu pensamiento y limpia la emoción de tu espíritu y tu cuerpo. A Lestrigones y Cíclopes, ni al fiero Poseidón hallarás nunca, si no los llevas dentro de tu alma, si no es tu alma quien ante ti los pone”. Estos versos del gran poeta de Alejandría Constantino Cavafis, de su famoso poema Ítaca, encabezan el nuevo libro de una de las grandes superventas españolas, Julia Navarro. Y no lo hacen por casualidad: su nueva novela, que se titula Tú no matarás (Plaza Janés) y abarca desde la Guerra Civil hasta la transición, transcurre en buena parte en Alejandría. En una ciudad entonces cosmopolita e internacional acechada por la Segunda Guerra Mundial –Rommel fue detenido a 100 kilómetros– a la que huyen de la posguerra española los protagonistas de la novela. A los que, como en el poema de Cavafis, no les faltan ni cíclopes ni lestrigones, internos y externos. Aventuras, espías, amores imposibles, nazis, y, sobre todo, las largas consecuencias de la Guerra Civil y de una posguerra descrita intensamente en el libro con dolor, miedo, abusos, represalias. Y venganza, motor inicial de la novela que Navarro ha presentado a la prensa recorriendo escenarios míticos de Alejandría, desde el hotel Cecil al piso en el que vivió Cavafis, abandonado por Egipto pero cuidado por los griegos. Un piso melancólico lleno de fotos del poeta y de traducciones en el que sigue viva una época.
Y es que si para Navarro la guía de la Alejandría de los años veinte de E.M. Forster y el Cuarteto de Alejandría de Durrell han sido muy importantes para ambientar su nueva obra, Cavafis ha sido decisivo. “El impulso era escribir una novela sobre la búsqueda de nosotros mismos que tenemos todos, esa huida, ese viaje que no es sólo físico sino sobre todo interior. Esa necesidad que todos len un momento determinado hemos tenido de irnos a veces sin darnos cuenta de que queremos escapar de nosotros mismos y no importa lo lejos que vayamos”.
Y los protagonistas de su obra escapan tanto del régimen franquista como de sí mismos. “Catalina, embarazada sin tener marido, huye por supervivencia, para no quedar enterrada en vida. Fernando vive obsesionado con lo que le dice su padre: ningún hombre puede volver a ser el mismo si ha matado a otro. Y Eulogio tiene que vivir permanentemente en la impostura frente a la moral de la época”, recuerda Navarro. Al ambientarlos a los tres en el Madrid de la primera posguerra, las descripciones son muy duras. “Era un mundo de supervivientes y vencedores. El régimen demostró venganza y crueldad contra los vencidos. Se continuó infligiendo sufrimiento. Los que habían perdido la guerra se habían quedado sin futuro y con la angustia de los familiares detenidos”, cuenta la autora, a la que afloraron muchos recuerdos de lo que escuchaba de niña en el salón de sus abuelos. Acabó esa primera parte del libro en 2014 y lo guardó. Estaba exhausta.
Y además no quería intervenir directamente en el debate de la memoria histórica. “Ya sabemos lo que ha pasado, la tragedia y el horror, gracias a libros extraordinarios. Otra cosa es que sea vital que la sociedad no olvide o no nos podríamos entender. Y está el tema de las fosas: es imprescindible que las personas que tienen a familiares en una cuneta los puedan rescatar. El Estado ha de arbitrar los medios”. Dicho lo cual, defiende la transición, que coincide con la catarsis final de su novela. “La reivindico porque fue una obra colectiva, no de cuatro políticos en un despacho. La irrupción de Podemos ha puesto en la agenda política el cuestionamiento de la transición. Están en su derecho. También nosotros de decir que no compartimos esa opinión. La gente había vivido una dictadura, no olvidó, no se volvió idiota, todos sabían de donde venían y lo que había pasado, y fue una decisión colectiva de decir ponemos punto final y vamos a construir el futuro. Y hubo que hacer eso en medio de ETA, los militares, la ultraderecha, las fuerzas fácticas...”.
Y entre la dura posguerra y la bienvenida transición, Alejandría. “Tuve claro que a mis personajes cuando los llevara al exilio los iba a llevar allí. Leí el Cuarteto de Durrell a los 20 años y quedé fascinada”, recuerda: era una ciudad cosmopolita, punto de encuentro de gente llegada de todas partes, aventureros, diplomáticos, militares. Hoy sigue bulliciosa, pero es mucho más conservadora. Quizá ya entonces las cosas no fueran como los escritores narraban, evoca Navarro, quizá mostraban sólo la parte de los europeos de clase alta, la más culta. Pero lo que no cambia para ella es Kavafis. “El viaje a Ítaca es ese viaje interior en busca de sí mismo. Él siempre quiso marcharse de Alejandría y nunca se marchó. Quería escapar de lo que le atormentaba, como mis personajes, que no entienden la importancia del viaje. Atrapados, como el poeta, buscan ir siempre a Ítaca, pero nunca llegan a la orilla, nunca la hallan. Son perdedores, es cierto, pero que luchan hasta el último momento. Han perdido peleando. Y es una forma distinta de perder”, concluye.
“Atrapados, como Cavafis, mis personajes buscan siempre ir a Ítaca, pero nunca encuentran la orilla”