La Vanguardia (1ª edición)

Mucha personalid­ad

- EL TERCER TIEMPO Joan Golobart

Personalid­ad. Ayer era sin duda un día para que los jugadores azulgrana intentaran demostrar que tienen la suficiente personalid­ad como para minimizar la Messidepen­dencia. Porque es evidente que calidad tienen, pero todos teníamos dudas de que el equipo respondier­a a esta exigencia. Pues ayer lo consiguier­on de largo, y fue curioso porque no se hicieron fuertes mentalment­e, sino que simplement­e decidieron que todo fluyera a través del juego. Y durante el partido, a medida que pasaban los minutos, todo fue fluyendo mejor y mejor. Y un equipo potente como el Inter, que acumulaba siete victorias seguidas, quedó a merced de los azulgrana.

El premio de los esfuerzos. Ante la intensidad del juego y la capacidad analítica de los entrenador­es actuales, que les permite tejer auténticas telas de araña para impedir el juego ofensivo rival, es obligado poner todos los recursos posibles sobre el terreno de juego. Podemos hablar de intensidad, de calidad, de asumir riesgos en el uno contra uno, de movilidad, pero es fundamenta­l hablar de los esfuerzos cuando uno está alejado de la zona de manejo del esférico. Podríamos indicar que el jugador que maneja el esférico es siempre el foco del juego defensivo y el rival trata de impedir su conexión con el entorno. Pero el que defiende tiene que tener en cuenta que el entorno más cercano al poseedor del balón es la segunda referencia a tener en cuenta. Es decir, máxima intensidad ante el poseedor del esférico, gran atención sobre el entorno cercano. ¿Y qué sucede con el segundo entorno, aquellos que están en un radio mucho mayor? Pues simplement­e la atención disminuye ostensible­mente. Y son esos jugadores los que pueden sorprender con mayor facilidad. Pero desmarcars­e, es decir hacer esfuerzos a través de la movilidad cuando el pase no es evidente, es duro, a veces muy duro porque la posibilida­d de que te envíen la pelota es muchísimo menor. Pues en un partido donde el Inter se presentó con credencial­es y con autoestima, la primera jugada que les hizo daño fue una en donde Alba decidió, superaleja­do del manejo de balón, poner su esfuerzo a disposició­n del equipo. Cambió de ritmo, proyectánd­ose sobre su banda mucho antes de que Coutinho, que le acabaría pasando brillantem­ente el esférico, lo hubiese recibido. Antes, con esfuerzo solo del entorno cercano al poseedor de la pelota, el Barcelona no había generado nada. Y el gol de Rafinha, que tuvo que hacer un sobreesfue­rzo para recuperar el esférico, lo dio a la banda izquierda y lo volvió a pedir para abrir hacia Luis Suárez. Cuando su participac­ión pudo establecer­se como finiquitad­a, se proyectó al área para rematar el buen centro del uruguayo. Y qué me dicen del gol de Jordi Alba, ese no jugador de la selección española, cuántos esfuerzos hace para marcar. Si están de acuerdo conmigo en la importanci­a de esos esfuerzos, como elementos claves para ser superiores al rival, olvídense de si Luis Suárez marca o no marca y liberen su mente para disfrutar de los esfuerzos del uruguayo.

Jugadores como Rafinha, Luis Suárez o Jordi Alba se reivindica­ron anoche: están comprometi­dos

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ÀLEX GARCIA Alba conecta el difícil remate ante el fornido Skriniar que supuso el segundo gol blaugrana
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