La Vanguardia (1ª edición)

El pulgar del César

- Joaquín Luna

Si no fuese por la cuantía del contrato y su finiquito, incluso un asalariado podría llegar a compadecer­se estos días de Julen Lopetegui, estampa trágica del boxeador grogui que se refugia en las cuerdas mientras el rival, confiado, descarga golpes, convencido de que doblará las piernas tan pronto intensifiq­ue el castigo.

Lopetegui está a merced del fútbol, tan caprichoso que incluso este Real puede ganar el domingo en el Camp Nou. Y del pulgar de Florentino, el último César del fútbol.

Si esto fuese un bonito cuento, el final debería escribirse en clave de moraleja: mal acaba lo que mal empieza. El fichaje de Julen Lopetegui por el Real Madrid es uno de los episodios más infames en la historia del fútbol español y aún hoy cabe plantearse qué dirían tantos patriotas merengues si hubiese sido el FC Barcelona la parte contratant­e.

Tras la espantada de Zinédine Zidane y a horas del debut de España en un Mundial –pretexto de esas interminab­les, inoportuna­s e indigestas fases de clasificac­ión–, únicamente a Florentino Pérez se le podía ocurrir desestabil­izar de forma tan soberbia a la selección. Julen Lopetegui aceptó, creyendo que le esperaba el tren de su vida. Y aquí estamos, esperando a que César baje el pulgar y Lopetegui sea un juguete más desprestig­iado que roto.

El entorno del fútbol tiene una dimensión cruel, de ahí que el boxeador tocado llegue a despertar lástima. De repente, las preguntas en las salas de prensa se vuelven agrias, las tertulias más o menos patrocinad­as por Florentino Pérez cargan los fusiles para la ejecución y los jugadores que dicen “estar a muerte” con el

De repente, las preguntas de la prensa se avinagran y en el club de tu vida sortean el banquillo que ocupas...

míster le cavan la fosa con esa mezcla de desinterés y “conmigo no va esto” que lleva a los pésimos resultados. Y, día tras día, Lopetegui se va arrugando a ojos vista, tragando la humillante realidad: su querido club, su amado presidente, están sorteando el cargo de entrenador del Real Madrid sin que nadie en la entidad se moleste en salir al paso. Se diría que es el propio Real Madrid quien promociona el debate, como el que sortea un apartament­o en Salou previa inscripció­n...

Los números de Julen Lopetegui en el banquillo sólo los resiste una figura del fútbol, caso de Zidane, porque si naciste para martillo del cielo te caen los clavos. A un hombre ilusionado e iluso –¡con lo rentable y gratifican­te que resulta el cargo de selecciona­dor!– no se le perdonan ciertos resultados. Y menudos son los jugadores cuando le pierden el respeto al entrenador...

Lopetegui nunca debió dejar tirada a la selección en Rusia. Roma no paga a traidores. La Roma de Pérez.

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