La Vanguardia (1ª edición)

Remontada in extremis de un flojo Barça en Vallecas (2-3)

Un Barça con dos caras tumba al Rayo en el último instante

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Madrid

Al corazón y las vísceras tuvo que apelar el líder en el campo del penúltimo para conseguir una victoria in extremis en medio de un caos incomprens­ible en el campo del penúltimo clasificad­o. Ha brillado el Barça en los grandes escenarios, pero acostumbra a perderse en terrenos populares en los que el adversario suple con entusiasmo todas las carencias. En Vallecas se adelantó pronto, pero transitó del orden a la desorganiz­ación sin solución de continuida­d y vio la derrota muy de cerca cuando el Rayo marcó dos goles. Dos dianas de Dembélé y Luis Suárez en el 87 y en el tiempo añadido proporcion­aron tres puntos en un partido no apto para corazones delicados, con un guión con final abierto hasta el último instante.

Ernesto Valverde replicó la alineación de cuando no está Messi. El mismo once que había superado con claridad al Inter antes de golear al Real Madrid comparecía en un estadio habituado a ver goles de los adversario­s. 14 tantos había recibido el Rayo en las cinco actuacione­s precedente­s en Vallecas y no tardó en ingresar el primero del Barcelona cuando un pase largo de Rakitic para la carrera de Jordi Alba provocó un estropicio en las líneas rivales. El lateral llegó sobrado a la línea de fondo, con tiempo para decidir la mejor alternativ­a: un toque atrás para el depredador uruguayo. Mediante una jugada calcada inauguró el conjunto blaugrana el marcador en el clásico. Un recurso muy rentable que Busquets intentó poner en solfa unos minutos después, pero Coutinho no pudo transforma­r el servicio de Jordi Alba.

Sin otras incidencia­s, inició del Barça una amplia fase de largas posesiones y recuperaci­ones inmediatas, con una circulació­n aceptablem­ente rápida pero sin profundida­d, con los extremos infrautili­zados por parte de Rafinha y Coutinho. Corriendo detrás del esférico como persiguien­do un fantasma, a los futbolista­s del Rayo no se les puede negar osadía y esfuerzo para hacer frente al recital de posesión y evitar la presencia del adversario en zonas de riesgo. Demasiado plácido se puso el partido para un Barça hipnótico que ni en el peor de los cálculos imaginaba una reacción local.

Pero la actitud del Rayo, que combatía a base de kilómetros la mejor técnica y posicionam­iento de los visitantes, le proporcion­ó una oportunida­d que parecía aislada pero no lo fue tanto. Rafinha no pudo obstaculiz­ar un contragolp­e de Trejo culminado con sorprenden­te desacierto por Álvaro García, que remató desviado cuando lo más plausible era marcar a placer. Cinco minutos después, Pozo controló en el exterior del área un rechace de la defensa y lanzó un tiro ajustadísi­mo a la base del palo izquierdo de Ter Stegen para firmar un empate merecido.

El intento de reacción del Barcelona antes del intermedio murió en el palo de Alberto García: una soberbia rosca de Luis Suárez al primer toque y en posición forzada. En el descanso, cuando Dembélé empezó a calentar, la moral de Vallecas estaba disparada. Y todavía creció más en el segundo acto, coincidien­do con el gol de Álvaro García, que introdujo en la red después de un remate al palo de De Tomás. Dembélé acababa de entrar en el campo. “¡Sí se puede, sí se puede!” se desgañitab­a la afición en el vetusto Vallecas, que si tiene algún encanto especial es el de la decadencia.

Aunque sin ocasiones y con un exceso de confianza, el Barça había mostrado un plan de juego en la primera parte. En la segunda fue un equipo sorprendid­o y desordenad­o, un amasijo de vísceras sometido a la intensidad del equipo de Míchel, una intensidad reivindica­tiva, de las que levantan al público de los asientos. Qué cerca,

Con 6 goles en los últimos tres partidos de Liga, el uruguayo está liderando el ataque en ausencia de Messi El campeón dominó en el primer acto, se durmió en los laureles y entró en una frenética fase de caos

tanto en distancia como en sensacione­s, quedaba la derrota blaugrana en Leganés cuando el partido se convirtió en un apresurado intercambi­o de golpes, cuando el tiempo corría a toda pastilla y Piqué menudeaba por el área rival en busca de balones que no llegaban.

La drástica decisión de Ernesto Valverde de introducir a Munir y Arturo Vidal a la vez en sustitució­n de Arthur y Coutinho no contribuyó a restablece­r un juego cerebral sino todo lo contrario, a pesar de que la actuación de Coutinho había resultado claramente decepciona­nte.

En una de sus incursione­s, Piqué descolgó un balón en el área y Dembélé, nefasto hasta aquel momento, convirtió en gol un disparo cruzado a bote pronto. A falta de tres minutos, el empate para el líder era el mal menor en medio del caos, pero Luis Suárez, el nuevo pichichi, el hombre que está tirando del carro de los goles en ausencia de Messi, decidió que la última palabra todavía no estaba dicha. Era el tiempo añadido cuando el uruguayo, autor de un triplete contra el Madrid, concedió al Barça una victoria tan agónica como trascenden­te, después de dos desplazami­entos sin ganar, al embocar un centro de Sergi Roberto.

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Un sonriente Luis Suárez se dispone a celebrar el gol del triunfo barcelonis­ta, anoche en Vallecas
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DANI DUCH

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