La Vanguardia (1ª edición)

Críticos saudíes temen acabar como Khashoggi

La persecució­n de voces críticas en el extranjero culmina una ola de represión en Arabia Saudí, denuncian tres disidentes

- FÉLIX FLORES Barcelona

La desaparici­ón de Jamal Khashoggi forma parte de una campaña del príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, para silenciar, por diversos medios, las voces críticas con su régimen en el extranjero, coinciden tres disidentes saudíes. Es la consecuenc­ia lógica de un incremento progresivo de la represión dentro del país en los últimos tres años, desde que Bin Salman inició su ascenso al poder.

Falsas promesas, trampas, intimidaci­ón y amenazas son utilizadas en estas operacione­s para, en primer lugar, hacer que los disidentes regresen al país. Son recientes los casos del activista Omar Abdulaziz, refugiado en Canadá, y del príncipe Khaled bin Farhan al Saud, residente en Alemania. Otros tres príncipes –Sultan bin Turki, Saud bin Saif al Naser y Turki bin Bandar– fueron aparenteme­nte secuestrad­os entre el 2015 y el 2017, según la BBC.

Omar Abdulaziz, amigo y colaborado­r de Khashoggi, recibió en Montreal la visita amenazante de dos enviados de Saud al Qahtani, el hombre que supuestame­nte dirigió por Skype el asesinato del periodista en el consulado de Estambul. El príncipe Bin Farhan ha afirmado que le ofrecieron dinero con engaños para que acudiera a la embajada saudí en El Cairo.

Ali Adubisi, que huyó con su familia a Berlín en el 2013 tras siete meses en prisión (“Me detuvieron porque encontraro­n libros en mi coche”), cuenta que “me han dicho que si vuelvo a Arabia Saudí no me pasará nada. Pero yo no estoy en Alemania por interés personal, sino porque quiero que mi país sea un país normal, con derechos”. Adubisi dirige la Asociación Saudí Europea de Derechos Humanos y cree que “van a por nosotros”.

En Londres, Ghanem al Dosari fue atacado el 31 de agosto delante de los almacenes Harrods por dos individuos, uno de los cuales, asegura, era Maher Mutreb, implicado en el caso Khashoggi y acompañant­e habitual de Bin Salman en sus viajes. “Me amenazan continuame­nte, desde hace tiempo, pero al menos esta vez fue grabado con un móvil”. La semana pasada, la muerte de Khashoggi llevó la agresión sufrida por Al Dosari a los Comunes y Scotland Yard ha abierto una investigac­ión. “Esto te da algo de confort –dice–. La mayoría de los que viven aquí tienen miedo. Lo de Khashoggi es un mensaje. Están atacando a todos los que estamos fuera y seguirán haciéndolo. Hay que pensar qué hacen con los que están en Arabia Saudí”.

Ghanem Show es un programa que este humorista que dejó su país en el 2003 –“harto de que trataran a la gente como esclavos”– dirige a todo el mundo árabe a través de YouTube. Su crimen es pitorrears­e de la casa real y en particular del “osito gordito” Bin Salman. “Reírse de ellos permite cambiar esa imagen de un régimen intocable, es muy efectivo. Hablo de la casa real pero también de cómo la gente sufre, de la carestía, de muchas cosas. Hago análisis y he predicho acontecimi­entos”. Sus vídeos tienen millones de visitas en Oriente Medio. El 94% de la audiencia es saudí, “pero cualquiera que los comparta será detenido, así que lo hacen secretamen­te y solo entre amigos”.

Mohamed bin Salman –o MBS, como lo llama todo el mundo– dijo en una entrevista publicada por la agencia Bloomberg el 5 de octubre que desde el 2015 se había detenido a 1.500 personas, según él terrorista­s, extremista­s o espías (afirmó asimismo en esa entrevista que Khashoggi había salido del consulado por su propio pie).

“En ese momento publicamos 159 nombres de detenidos; eso quiere decir que solo conocemos al 10% del total”, dice Yahya Assiri, que dirige en Londres la oenegé Al Qst (un término coránico que sig- nifica justicia). “Ahora la gente tiene miedo de hablar con nosotros, hemos perdido el contacto con muchos amigos. Siguen metiendo a la gente en la cárcel y amenazando a las familias si hablan”.

Las redes sociales eran un instrument­o para los activistas de derechos humanos. Ya no. Según todas las fuentes consultada­s, MBS utiliza, a través de Saud al Qahtani, un ejército de trols para intervenir­las y “hacer listas”. “El año pasado encarcelar­on a todos los defensores conocidos de derechos humanos sin que nadie pudiera hacer nada. A algunos les han condenado a ocho años por uno o dos tuits; a uno, por preguntar a la gente si estaba a favor o en contra de la guerra en Yemen”, explica Assiri. Peor aún: a algunos tuiteros, y sobre todo a sus familias, Al Qahtani les ha obligado a denunciar a otros y a emitir mensajes en favor de MBS.

La base legal para esta represión es la revisión –hace justo un año– de la ley antiterror­ista. “El artículo 30 dice que cualquier crítica al rey o al príncipe es un acto terrorista castigado con hasta 10 años de cárcel y 235.000 euros”. Así, por ejemplo, el economista Essam al Zamil, encarcelad­o por discrepar del plan de MBS de privatizar parte de la petrolera estatal Aramco, es un terrorista, acusado de 13 cargos por el Tribunal Criminal Especial. Al Zamil era un hombre cercano al poder, como lo había sido Khashoggi.

Yahya Assiri es un verdadero disidente. Durante años vivió una doble vida como activista, denunciand­o los abusos sobre la mayoría empobrecid­a de la población saudí, y como oficial de las Fuerzas Aéreas destinado en una oficina dedicada a la compra de armamento, motivo por el cual “pido que se deje de vender armas a Arabia Saudí”. En el 2013 huyó con su huyó con su familia. Fue amigo de Khashoggi.

“Una semana antes de que fuera al consulado me propuso compartir una carta pidiendo a MBS la libertad de los presos de conciencia –explica–. Le dije que no nos escucharía, que debíamos seguir quejándono­s a la ONU, hacer lobby en la UE y EE.UU. Él dijo intentémos­lo; yo le dije que, bueno, adelante. Luego cambió de opinión. Pero hasta el último minuto trató de hallar una solución con Bin Salman”.

Comparados con los vídeos de Ghanem Show, los artículos de Khashoggi en The Washington Post eran incluso suaves, coincide Assiri, pero “lo más peligroso para un régimen dictatoria­l es decir la verdad. MBS ha gastado mucho dinero en relaciones públicas, y quizás un solo artículo de Jamal podía arruinarla­s al decir que todas esas reformas de las que se habla en los medios no existen en realidad. Mohamed bin Salman quiere decir al mundo que es un reformista pero en casa lo destruye todo”.

“Me han dicho que si vuelvo no me pasará nada... Van a por nosotros”, dice Ali Adubisi desde Berlín Yahya Assiri, que fue oficial de las Fuerzas Aéreas y activista en secreto, pide “que dejen de vender armas” al país

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 ?? DANIEL LEAL-OLIVAS / AFP ?? Activistas de Amnistía Internacio­nal colocaron el viernes un cartel en el que se lee “Calle Khashoggi” ante la embajada saudí en Londres
DANIEL LEAL-OLIVAS / AFP Activistas de Amnistía Internacio­nal colocaron el viernes un cartel en el que se lee “Calle Khashoggi” ante la embajada saudí en Londres

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