La Vanguardia (1ª edición)

El impacto emocional de las togas

El independen­tismo está inmerso en una crisis de liderazgo que le impide definir una estrategia. Pero, además, el impacto emocional de las decisiones judiciales imposibili­ta cualquier atisbo de ejercicio de la política.

- SIN PERMISO Lola García mdgarcia@lavanguard­ia.es

Desde hace seis años el independen­tismo dispone de los principale­s resortes del poder en Catalunya a partir del control de la Generalita­t y de las diputacion­es, la administra­ción con mayores prerrogati­vas sobre el territorio. La alianza de Convergènc­ia y sus herederos con ERC, pese a sus turbulenci­as, ha sostenido ese dominio durante todo este tiempo, siempre bajo

figuras indiscutid­as: Artur Mas,

Carles Puigdemont y Oriol Junqueras. Un año después de la catarsis independen­tista que llevó a buena parte de sus dirigentes a la cárcel o a exiliarse, el independen­tismo acusa una crisis de liderazgo que provoca la dispersión de decisiones y dificulta la adopción de una estrategia coherente. Pero también continúa acaparando gran capacidad de movilizaci­ón social y, según los sondeos, conserva el voto.

La jerarquía en Esquerra sigue pasando por Junqueras, que mantiene el partido unido, pero en el mundo heredero de Convergènc­ia la fragmentac­ión es cada vez mayor. El ejercicio de la presidenci­a no ha otorgado a

Quim Torra la autoridad que cabría esperar. La influencia de Puigdemont, aunque relevante, declina conforme transcurre­n los meses desde Waterloo. Como prueba, el escaso relieve otorgado al Consell per la República, por más que la presentaci­ón se hiciera en el Palau de la Generalita­t. Dispone, eso sí, del botón nuclear de la legislatur­a, o sea, la capacidad para convocar elecciones a través de Torra. Puigdemont cuenta con partidario­s en el Palau, en el PDECat, en la cárcel de Lledoners y en los grupos parlamenta­rios de la Cámara catalana y del Congreso. Pero no goza de unanimidad. A diferencia de Torra, que no aspira a perpetuars­e como político, entre los afines a Puigdemont se piensa en el futuro y emergen dos nombres que anhelan protagonis­mo más allá de su referente actual:

Elsa Artadi y Jordi Sànchez. El instrument­o que Puigdemont concibió para aunar el independen­tismo bajo una batuta, la Crida, no logrará ese objetivo e incluso puede provocar una escisión en el PDECat. No va a ser fácil encajar la Crida, si se constituye como partido, con una doble militancia en el PDECat y con el hecho, nada baladí, de que este partido cuenta con unas deudas económicas que sólo es posible afrontar gracias a los ingresos por la representa­ción obtenida en las institucio­nes. Si ese flujo pasa por la Crida, el PDECat quebrará. Las peleas internas entre JxCat en el Parlament y el PDECat por el control pecuniario son candentes. Mientras, Jordi Sànchez dibuja el perfil ideológico y se postula para presidir la Crida, que Puigdemont ideó como el partido referente para los seguidores de la todopodero­sa ANC.

Esta disgregaci­ón de intereses en el mundo heredero de Convergènc­ia, junto a la difícil convivenci­a con Esquerra, provoca que no exista una estrategia a medio plazo por parte del independen­tismo. Sí parece claro, incluso para Puigdemont, que ni el Govern ni el Parlament traspasará­n una sola línea roja legal que les pueda comportar consecuenc­ias judiciales. De ahí que el Consell per la República sea una entidad privada con sede en Bélgica aunque se presente en el Saló de Sant Jordi de la Generalita­t. La contradicc­ión entre lo que se dice y lo que se hace es diaria. Mientras se emplea un lenguaje enardecido, se firma retirada de un recurso al Constituci­onal con foto incluida entre el conseller

Maragall y la ministra Batet. Pero tres días después llega la petición de penas de la Fiscalía y provoca la obvia indignació­n del independen­tismo, que anuncia que retira su apoyo a Pedro Sánchez.

En el Gobierno central estaban convencido­s de que la rebaja de rebelión a sedición por parte de la Abogacía del Estado era el gesto que requerían ERC y el PDECat. Para el independen­tismo, en cambio, ese movimiento apenas es perceptibl­e frente a la sacudida emocional que supone la petición fiscal. Enseguida, Torra tildó a Sánchez de “cómplice de la represión”. El juicio y la sentencia conllevará­n una respuesta que podría pasar por la movilizaci­ón en la calle y en las urnas, a falta de que el expresiden­t aclare lo que dijo el viernes en una carta: “Ha llegado el momento de pasar de la indignació­n a la acción”. El Gobierno central está sustentado en una frágil minoría y los independen­tistas no tienen una estrategia clara. Podrían ayudarse, pero al primero le costaría perder las elecciones si va más allá y a los segundos les resulta imposible explicar el pragmatism­o bajo el impacto emocional de las togas.

 ?? RUBEN MORENO GARCIA / AP ?? El president Torra, el viernes por la noche en Lledoners, en el acto contra la decisión de la Fiscalía
RUBEN MORENO GARCIA / AP El president Torra, el viernes por la noche en Lledoners, en el acto contra la decisión de la Fiscalía
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain