La Vanguardia (1ª edición)

Ya no estoy para perder el tiempo

- Joaquín Luna

Hace cosa de dos años pedí a los Reyes Magos una novia formal, arrebatos navideños que le entran a uno cuando tienes ganas de reinventar­se y comprobar si lo de sentar la cabeza es tan estupendo como dicen los amigos con pareja estable –de las inestables ni les cuento–.

Transcurri­do el margen prudencial de dos años, estoy en condicione­s de compartir mi desconcier­to. Los Reyes Magos se han hecho un lío y, en lugar de lo que les pedí –“una novia formal”–, sólo hacen que enviarme mujeres unidas por un lema vital: –Ya no estoy para perder el tiempo. ¡Qué berrinches me llevo! De repente, todas las mujeres que reúnen los atractivos de una “novia formal” se han puesto de acuerdo en dificultar mi noble propósito y les ha entrado esa manía del tiempo, como si tuviesen el mal de San Vito o una relación fuese la cronoescal­ada ciclista al castillo de Montjuïc.

–Belinda, hace tiempo que no salimos de juerga...

–Uy, eso era antes. Eso de salir por las noche, divertirme, bailar como una loca, besar al más guapo o amanecer con un desconocid­o, eso de disfrutar del momento ya lo he hecho. Ahora, no estoy para perder el tiempo. ¡Menudo PowerPoint! El asunto desorienta porque uno cree que la diversión es saludable –sostenible ya es otra cosa– y la mejor manera de llegar a una relación es la juerga, con la ventaja y el consuelo de que, si no te lleva a la pareja, te lleva al menos a buenos restaurant­es, al sexo con desconocid­os o a echar unas risas, actividade­s gratifican­tes.

Al parecer, la juerga no conduce a nada consistent­e y quizás por eso algunas mujeres adoptan el novedoso enfoque de llegar al corazón sin perder tiempo, que es oro.

¿Se trata quizás de acortar ese preludio tan divertido como incierto del tonteo? Si una mujer no está para “perder el tiempo”, significa que está para ganarlo y ahí es donde empieza mi desconcier­to, compartido con otros pájaros del género masculino. –¿Cenamos en una marisquerí­a? –¡Yo no estoy para perder el tiempo! Al final, cobran los dueños de las marisquerí­as, el restaurant­e fetén del varón sandunguer­o. ¡Cualquiera invita hoy a una marisquerí­a a una desconocid­a sin despertar sospechas!

Este año, en consecuenc­ia, pediré a los Reyes Magos que me enseñen no a perder el tiempo –¡con lo divertido que resulta!– sino a ganarlo, con la esperanza de sintonizar mejor con las mujeres coetáneas. –¿Subimos el sábado al Pedraforca? –¡Por fin, un hombre que no me hace perder el tiempo!

Yo, entre el Pedraforca y una marisquerí­a, no le veo color, pero conviene ponerse al día y transmitir velocidad vital, como hacían los pintores futuristas. Hay que perder el miedo a precipitar­se. Y a lanzarse al vacío desde un sobreático.

“Uy, eso era antes; eso de salir, divertirme, besar al más guapo y bailar como una loca, ya lo he hecho...”

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain