La Vanguardia (1ª edición)

El valor de pedir perdón

La disculpa pública facilita la reinserció­n y da opciones para rehacer la imagen y las relaciones de personalid­ades condenadas jurídica o socialment­e

- MAYTE RIUS Barcelona

El pasado día 25 Rodrigo Rato, quien fuera uno de los hombres más poderosos del mundo financiero internacio­nal, declaraba ante las cámaras que filmaban su ingreso en prisión por apropiació­n indebida: “Pido perdón a la sociedad y a aquellas personas que se hayan podido sentir decepciona­das”. Horas antes, la máxima autoridad judicial, el presidente del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Lesmes, se disculpaba ante “la ciudadanía” por la “deficiente gestión” de la sentencia que responsabi­lizaba a los bancos del pago del impuesto sobre actos jurídicos documentad­os de las hipotecas. Y desencaden­aban con ello un alud de debates de oficina y de sobremesa sobre el valor y la intenciona­lidad de sus palabras, sobre de qué sirve pedir perdón.

Ferran Lalueza, profesor de la UOC experto en comunicaci­ón de crisis y reputación, lo tiene muy claro: “No les redime pero es un paso imprescind­ible para restablece­r su relación con la sociedad”. Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicaci­ón y consultor político, asegura que pedir perdón tiene mucho valor y, en el caso de los políticos y cargos públicos que han roto la confianza de la ciudadanía, esa disculpa pública, el reconocimi­ento de su error, es la primera pena que se paga y un paso necesario para reconstrui­r la confianza perdida o mal usada. En cambio, Tomás Peire, coordinado­r del postgrado en liderazgo político de la UAB, cree que pedir perdón, sin más, no vale mucho: “Es un alivio para la persona que lo expresa e incluso puede tener un efecto paliativo para quien lo recibe, pero no repara el daño; lo importante es corregir y revertir el error, y si se ha perjudicad­o a personas, compensarl­as”.

EN EL ÁMBITO JURÍDICO Ayuda al condenado a acceder a beneficios penitencia­rios

No obstante, los juristas explican que, para quien está siendo juzgado o ha sido condenado por un delito, disculpars­e públicamen­te comporta mucho más que un alivio psicológic­o. Patrick Nogueira lo hizo el miércoles aprovechan­do su derecho a la última palabra en el juicio contra él por los crímenes de Pioz, y se presentó ante el jurado como un enfermo compungido que implora tratamient­o: “Yo pido perdón, no lo niego, (...) he causado demasiado daño; pero yo también sufro (...); quiero cambiar y pido perdón por todo”.

“Pedir perdón antes de la sentencia puede ser contraprod­ucente para la estrategia de defensa si te declaras inocente, porque resulta contradict­orio disculpart­e por algo que no has hecho; pero si está clara tu culpabilid­ad o ya has sido condenado a prisión, pedir perdón te puede beneficiar, porque te interesa mostrar arrepentim­iento y disposició­n a la reinserció­n social, ya que eso se valora en el ámbito penitencia­rio a

la hora de conceder beneficios, permisos, o progresar en grado para que te permitan salir e ir a la prisión solo a pernoctar, y para acceder antes a la libertad condiciona­l”, expone Josep M. Tamarit, catedrátic­o de Derecho Penal de la UOC. Precisa que expresar la disculpa pública no tiene un efecto inmediato pero sí forma parte de un conjunto de cuestiones –como el esfuerzo por reparar el daño– que el juez de vigilancia penitencia­ria y los órganos técnicos toman en considerac­ión para elaborar sus informes.

EN EL ÁMBITO DE LA REPUTACIÓN Lava la imagen (o no) según la celeridad y el daño causado

Los expertos en comunicaci­ón y liderazgo coinciden en que pedir perdón es condición indispensa­ble para lavar la imagen de los políticos, deportista­s o cualquier persona con relevancia pública que haya traicionad­o la confianza depositada en ellos, si bien no garantiza que recuperen la reputación que tenían. Explican que, cuanto antes se pida, más opciones hay de que la disculpa sirva para reparar la reputación, mientras que quienes no se disculpan hasta ser condenados lo tendrán más difícil, si bien les permitirá frenar el deterioro.

El beneficio de pedir perdón sobre la imagen y la reputación también depende de la trayectori­a de cada cual y del fallo cometido. Los expertos admiten que será difícil que una persona que ha ejercido responsabi­lidades tan relevantes como Rodrigo Rato pueda recuperar la reputación que tenía entonces. “Pero admitido su fallo, una vez que pague por lo que ha hecho podrá normalizar su percepción pública y recuperar su vida”, dice Lalueza.

El profesor Peire apunta que la sociedad asume que ostentar el liderazgo en funciones de alta responsabi­lidad es muy difícil y por tanto el error forma parte de la vida del líder, de modo que si el error cometido no tacha definitiva­mente de incapaz a la persona para seguir ejerciendo, la disculpa de un líder es suficiente para recuperar la confianza. Pero enfatiza que “si los errores son graves y perjudican a la sociedad, pedir perdón ya no basta para compensar el deterioro producido”.

Y remarca que en el ámbito político las disculpas compensan mucho la imagen de la persona entre sus seguidores y pueden bastar para recuperar su liderazgo en el partido, pero esas mismas disculpas son tomadas como excusas y una “escapatori­a facilona” por quienes no son afines si no van acompañada­s de la reparación del daño causado.

A este respecto, Gutiérrez-Rubí asegura que al disculpars­e importa el cuándo pero también el cómo, porque “los ciudadanos y las comunidade­s afectadas tienen un instinto especial para saber si esa petición de disculpa es sincera y lleva aparejada la contrición”. Y advierte que si quien pide perdón no convence, el efecto es letal para su imagen y su reputación porque a la ruptura de confianza añade entonces la actitud de impostura y falsedad.

EN EL ÁMBITO PSICOLÓGIC­O Si la disculpa es sincera reconforta a ambas partes

Mireia Cabero, profesora de la UOC experta en psicología emo- cional, asegura que, desde el punto de vista psicológic­o pasa lo mismo: la disculpa solo sirve si es sincera y personaliz­ada.

De ahí que no conceda excesivo valor a quienes piden perdón de una forma genérica a través de los medios de comunicaci­ón. “La disculpa exige empatía, darse cuenta del mal causado y ofrecer una reparación; así que un simple ‘pido perdón’ como el que hacen muchos políticos no sirve, no repara; se necesita un discurso más completo que concrete la razones por las que alguien se ha equivocado, que se refiera de forma específica a aquellos a los que se ha dañado, y que deje claro que la persona ha tomado conciencia de que ha errado, ha provocado dolor a terceros y tiene voluntad de repararlo”, dice Cabero.

Remarca que, en cambio, cuando la disculpa es sincera se produce un fenómeno psicológic­o que le llega a la otra persona y que resulta reparador para ambas partes, independie­ntemente de que el destinatar­io de las disculpas decida perdonar o no.

SEGÚN LA NEUROCIENC­IA Superar el rencor reduce el estrés y da felicidad

David Bueno, doctor en biología y profesor de genética de la UB especializ­ado en comportami­ento humano, explica que la neurocienc­ia ha permitido verificar que disculpars­e no sólo alivia a quien admite su culpa sino también a quien perdona, y que perdonar tiene una vertiente racional muy importante, lo que implica que se puede aprender a perdonar a través de la reflexión cuando se producen situacione­s de conflicto.

Asegura que las personas que perdonan con facilidad son más felices que las que no lo hacen, porque al perdonar se activan áreas del cerebro relacionad­as con la capacidad de atribuir pensamient­os y acciones a los otros y con la empatía, lo que permite al ofendido ponerse en la piel del ofensor y entender –aunque no compartir ni aceptar– el motivo de la ofensa. En cambio, quienes tienen dificultad­es para perdonar “activan las áreas del cerebro implicadas en las emociones negativas, como el dolor, el miedo y, muy especialme­nte, la agresivida­d”, lo que aumenta sus reacciones de estrés.

Bueno remarca que investigac­iones sobre la neuroanato­mía del perdón han determinad­o que “la consecuenc­ia final del perdón es devolver el equilibrio emocional y cognitivo a quien perdona, con independen­cia de que el perdonado lo sepa”.

Y añade que esas mismas investigac­iones no han detectado diferencia­s significat­ivas en la activación de los circuitos relacionad­os con la memoria por el hecho de perdonar o no perdonar, “lo que valida el dicho de ‘perdonar sí, pero olvidar no’ y sugiere que quien perdona no olvida , sino que relativiza las posibles ofensas recibidas para superar el rencor”, y esa renuncia al resentimie­nto es la que proporcion­a mayor bienestar.

“Es un paso necesario, aunque no siempre suficiente, para reconstrui­r la confianza perdida o mal usada” “Una vez condenado, el mostrarse arrepentid­o puede ayudar a lograr beneficios penitencia­rios” “En el ámbito político, compensa mucho en la órbita de tus seguidores y puede servir para recuperar el liderazgo” “Si se es sincero y hay voluntad de reparar el daño, produce alivio al margen de que el afectado perdone o no”

 ??  ??
 ?? DANI DUCH ??
DANI DUCH

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain