La Vanguardia (1ª edición)

Teatre Lliure (y europeo)

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El colega Justo Barranco nos mantiene informados sobre lo que ocurre o, mejor, sobre lo que ocurrirá en el Teatre Lliure desde que el director del teatro, Lluís Pasqual, presentó su dimisión. Como recordará el lector mínimament­e curioso por lo que respecta a las artes escénicas de este pequeño país, Pasqual, al regreso de sus vacaciones de estío, hizo público que dejaba la dirección del Lliure porque no se sentía respaldado por dicho teatro, su teatro –que él cofundó–, por parte del personal del teatro, incluidos algunos patronos del mismo, de su fundación, tras las declaracio­nes de una joven actriz, Andrea Ros, que le acusó en Facebook de haberla maltratado de palabra durante un ensayo (de El rei Lear) cuatro años atrás.

El pasado jueves (1 de noviembre), Justo Barranco nos informaba de que el Teatre Lliure ya ha publicado las bases del concurso internacio­nal para la dirección del teatro tras la marcha de Lluís Pasqual. “Un concurso”, escribe Barranco, “que no limita el ámbito geográfico ni las lenguas que tienen que hablar los aspirantes –aunque es obvio que tendrá que ser alguien que con lo que hable resulte funcional para el puesto”. Y añade: “El ganador o ganadora cobrará un sueldo de 96.000 euros brutos (por temporada), a los que se podrá añadir un máximo de 25.000 euros adicionale­s si el elegido o la elegida son profesiona­les de la escena (directores, actores, dramaturgo­s…) y participan en alguno de los espectácul­os programado­s durante la temporada”.

Sí, al regreso del verano, la dimisión de Pasqual como director del Teatre Lliure se centraba en la falsa, según el propio Pasqual, acusación de la joven actriz Andrea Ros, la elección del nuevo director hace ahora hincapié en el sueldo que este o esta recibirá, sobre todo después de que El Periódico hizo público (16 de septiembre) lo que cobró el director Lluís Pasqual en la temporada 2016-17: 254.000 euros (156.462 por trabajos ejecutivos y 98.000 por dirección de espectácul­os). El nuevo director del Teator, tre Lliure cobrará 96.000 euros brutos por temporada, más 25.000 euros adicionale­s por sus trabajos en la escena. Total, que lo empezó por la acusación de una joven actriz por los supuestos malos tratos (verbales) de un director consagrado, se ha convertido en un pequeño escándalo que afecta a los responsabl­es de la Fundació del Teatre Lliure por permitir que el director del mismo se haga con un sueldo anual que supera al del presidente de la Generalita­t de Catalunya (luego que dicho presidente, el molt honorable Quim Torra, se lo subiese).

Confío, deseo y confío en que el Teatre Lliure supere la crisis provocada por la dimisión de Lluís Pasqual y que el nuevo director, o directora –el nombre de Carme Portaceli suena con bastante fuerza–, le devuelva la tranquilid­ad. Pero, al margen de esa elección, que no veo nada complicada, quisiera insistir en un aspecto del Teatre Lliure al que no se presta, a mi modo de ver, demasiada atención. El Teatre Lliure es, según su carta fundaciona­l, un teatro de arte “con vocación de teatro público”. No es, pues, un teatro oficial, nacional, como el TNC, pero tampoco es un teatro municipal, aunque no esconde su vocación de serlo. Pero, por encima de cual sea la vocación del Lliure y su realidad en el día de hoy, no hay que olvidar que el teatro forma parte de la denominada Unión de Teatros de Europa. El Lliure siempre fue europeo, desde su fundación: Fabià Puigserver venía de la Adrià Gual (con un Ricard Salvat que había descubiert­o a Brecht en Alemania), pero antes venía de Polonia. Y Lluís Pasqual venía de Reus, pero luego, tras pasar por Milán y Madrid (María Guerrero), acabaría siendo direc- en París, del Théâtre de l’Odéon –Théâtre de Éurope, de la mano de su maestro, Giorgio Strehler y de Jack Lang, ministro de Cultura del gobierno francés–. El Lliure es europeo y no debería olvidarlo. Lo era cuando Josep Maria Flotats, en mayo de 1978 interpreta­ba el personaje de Eduard II en la obra homónima de Marlowe (versión Brecht) bajo la dirección de Lluís Pasqual. Lo era con Carlota Soldevila, educada, en parte, en Francia. Lo era con Anna Lizaran, discípula de Lecoq, al igual que Boadella. Lo era con Ariel García Valdés… Y no hay que olvidar que los años en que Pasqual fue director del Lliure, entre las gentes de su equipo figuraba Giovanni Soresi, uno de los hombres de confianza de Strehler en el Piccolo milanés.

Bien está que el Lliure sea un teatro de arte con vocación de teatro público, pero, en mi opinión debería poner el acento en su condición de teatro europeo. Tengo entendido que el premio Europa de Teatro del presente año, un premio especial, ha sido concedido a nuestra gran actriz Núria Espert y que dentro de un par de semanas le va a ser entregado en San Petersburg­o. ¿Y por qué no aquí, en Barcelona, en la escena del Teatre Lliure? Cuando yo ejercía de crítico teatral el premio Europa se concedía y se entregaba en Taormina. Allí vi yo cómo se lo otorgaban a Peter Brook, a Bob Wilson, a Giorgio Strehler, a Pina Bausch… Posteriorm­ente, tras abandonar Taormina el premio se siguió dando aquí y allá: un año en Turín y el otro en Viena. Un día le pregunté a uno de los responsabl­es del mismo: ¿Qué costaría organizar y entregar el premio en Barcelona? Un millón (de euros), me respondió. Entonces yo pensaba en Pasqual para el premio. Y, mira por donde, hoy Pasqual abandona el Lliure y el premio Europa se lo entregan en San Petersburg­o a Núria Espert, cuando Barcelona y el Lliure podían haberse convertido –por un millón de euros– en la capital del teatro europeo, con toda su corte, sus espectácul­os y un montón de Barrancos en una docena de idiomas.

El Lliure, más que nacional o municipal, debería poner el acento en su condición de teatro europeo

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ANA JIMÉNEZ/ARCHIVO Lluís Pasqual, poco antes de dimitir como director del Teatre Lliure

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