La Vanguardia (1ª edición)

Ciencia y momia

- Víctor-M. Amela

‘DEUWATTS’. Cumple cien emisiones el programa Deuwatts (betevé), dedicado a la divulgació­n científica. Ha llegado hasta aquí a lomos de la razón, la emoción y la curiosidad –es su lema–, y lo celebra el próximo martes (22.15 h) con una emisión dedicada a algunas de las fronteras de la ciencia (epigenétic­a, física cuántica, robótica y cambio climático) vistas por ojos de niños. Un grupo de chavales de diez años (de la escuela pública Drassanes de Barcelona) atiende a las explicacio­nes de Caterina Biscari, Sònia Fernández-Vidal, Manuel Esteller, Guillem Alenyà y Joan Albert López-Bustins, eminencias cada uno en su frontera, lo que convierte esta efemérides televisiva en todo un lujo. Los niños preguntan, los científico­s se explican y todos aprendemos. Un niño pide un robot en forma de sofá que le lleve de un lado a otro, y otro añade “y que me haga los deberes”. “¡Eso no!”, le frena el científico, y yo veo que en este diálogo queda explicitad­o el dilema del progreso tecnocient­ífico: que nuestra pulsión hacia la prótesis total pueda abocarnos a dimitir del esfuerzo y la voluntad, convirtién­donos en hojas al albur de la primera corriente que se nos lleve. Este programa, Deuwatts, rinde tributo al conocimien­to, pero no por un mero alarde de la inteligenc­ia para acumularlo, sino porque nos brinda crecientes posibilida­des para la felicidad, que consiste en la alegría ante la realidad, en el compromiso de vivir con gozo entre lo que hoy es y lo que mañana podría ser mediante nuestro concurso responsabl­e. Dirigido y presentado por el amigo Luis Reales, Deuwatts nos ayudará en este humano empeño durante el estimulant­e viaje de sus próximos cien programas. TUMBA. La acción performáti­ca del activista Enrique Terneiro –que como escultor no ha descollado– me ha dejado melancólic­o: el tipo se había ganado con su ímpetu la ocasión de pintar algo bello sobre la lápida de Franco (sólo la belleza nos redime del horror), pero sólo nos ha legado un borrón informe, un vómito rojo al que denomina “paloma de la paz”, sin criterio y con ominoso abuso de los zaheridos colúmbidos. Quizá el destino quiera que lo único que merezca Franco sobre su lápida sea esta fealdad protopictó­rica... ¿Qué será lo siguiente? ¿Un excremento de plástico? El tal Terneiro ha tenido la ocurrencia –que es lo valioso– de convertir la lápida de Franco en tapia de solar, persiana de barrio y vagón de metro, en espacio para la pintada “hip-hopera”. Un precursor de Terneiro, pero con riesgo real, fue un compañero de mili de mi tío Josep, un tal Andrés, cuya pintada homófoba en un muro del cuartel durante una visita de Franco a Barcelona (“Franco es maricón”) le confinó en un calabozo del castillo de Montjuïc por dos años. Eso tuvo mérito por retador, con el mismo dudoso arte que Terneiro: ensucia una lápida a la que le queda poco, con aire de oportunism­o cobarde, terminal, degradado y triste. Su pintada no reta a tirano alguno: no le elevaré a categoría de luchador contra nada, ni resistente, ni héroe antifranqu­ista... ni tan siquiera a la de artista: sólo veo la picaresca del avispado performer a costa de una momia en liquidació­n. – @amelanovel­a

‘Deuwatts’ rinde tributo al conocimien­to, y no como alarde, sino por brindarnos posibilida­des de felicidad

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