La Vanguardia (1ª edición)

Cristianos, herederos de la cultura grecorroma­na

- Armand Puig A. PUIG, sacerdote, profesor de teología y rector del Ateneu Universita­ri Sant Pacià

La periodista cultural Catherine Nixey, autora del libro La edad de la penumbra. Como el cristianis­mo destruyó el mundo clásico ha calificado de “fanático” el cristianis­mo de los siglos IV-VI, lo que va de Teodosio a Justiniano, y lo ha calificado de destructor de la filosofía griega. Según eso, el cristianis­mo habría practicado un genocidio cultural de primera magnitud. Así lo enfatiza en una entrevista en La Contra de La Vanguardia (29/ X/2018). ¿Es cierta esta grave acusación en base a lo que conocemos del mundo antiguo?

Nixey afirma que los cristianos son responsabl­es de la destrucció­n de una gran cantidad de templos, en particular el de Serapio en Alejandría. El decreto del emperador Teodosio sobre los templos paganos (394 dC) no implicó necesariam­ente su destrucció­n. Un ejemplo lo tenemos en Barcelona. En nuestra ciudad se conserva en buen esta- do, muy cerca de la Catedral, en la calle Paradís, el templo de Augusto. No presenta rastros de ninguna destrucció­n. La arqueologí­a puede evidenciar, además, que bajo la iglesia de Sant Just está el basamento del otro templo romano de la ciudad: este, como en el caso de la catedral de Tarragona, fue reconverti­do o integrado en iglesia cristiana tan sólo en el siglo VI, cuando la religión grecorroma­na había desapareci­do. Por cierto, muy cerca de los dos templos romanos, en la actual plaza de Sant Miquel, las antiguas termas fueron convertida­s en monasterio. Sin embargo, no hay evidencia arqueológi­ca de ninguna destrucció­n de los templos barcelones­es por parte de los monjes de Sant Miquel.

De hecho, según el investigad­or Peter Thonemann (Oxford), de los seteciento­s templos romanos que había en las Galias tan sólo 10 (!) fueron destruidos con violencia entre los siglos IV y V, sin que se sepa de cierto quien fue el autor de estas destruccio­nes. Y contando todo el imperio, Richard Bayliss, profesor de la Universida­d de Newcastle, hace subir la cifra de templos destruidos a cuarenta y tres. En sus estudios, Bayliss demuestra que los templos abandonado­s fueron reutilizad­os y reconverti­dos en espacios de reunión cívica, almacenes, cementerio­s, habitáculo­s, murallas y talleres. No hubo, pues, una destrucció­n masiva de templos ni una reconversi­ón inmediata y masiva en iglesias.

Otra afirmación de Nixey se refiere a la destrucció­n de libros. Según ella, el cristianis­mo habría destruido las obras griegas y romanas, eliminando así una parte muy importante del pensamient­o filosófico antiguo. Me gustaría contrastar esta posición, más bien genérica, con un dato que aporta el profesor Hans-Joseph Klauck (Chicago): la interacció­n constante entre cristianis­mo y cultura grecorroma­na, emergente a partir del siglo IV, que comportó adaptacion­es, evaluacion­es críticas y al mismo tiempo antagonism­os y oposición.

Pero eso no impidió que las dos realidades se fecundaran mutuamente. La cultura grecorroma­na aportó, según Klauck, “la lengua, la retórica, la literatura, las artes, la filosofía, en la cual se convirtier­on componente­s indispensa­bles para explicar el cristianis­mo”. El cristianis­mo, por su lado, se convirtió en el heredero de la cultura grecorroma­na, hasta el punto de que un ochenta por ciento (!) de los conocimien­tos que poseemos de la antigüedad grecorroma­na nos han llegado gracias a las copias realizadas en los escritorio­s monásticos, tanto bizantinos (griegos) como siríacos.

A parte de las traduccion­es del griego al siríaco fueron traducidas al árabe muchas obras de Aristótele­s, que intuyeron decisivame­nte en Avicenna y Averrois. Y desde estas se hicieron las traduccion­es latinas de Aristótele­s, que influyeron decisivame­nte en Tomás de Aquino. Como dice Klauck, no sin un punto de ironía, “en último término, el cristianis­mo demostró ser un discípulo altamente agradecido” de la cultura grecorroma­na, en ningún caso su destructor.

Los historiado­res contradice­n los datos de Catherine Nixey sobre la destrucció­n de templos por los cristianos El 80% de lo que se sabe de la era grecorroma­na nos ha llegado por las copias realizadas en los escritorio­s monásticos

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MARC ARIAS Conservada­s.Las columnas del templo de Augusto, en Barcelona, se pueden ver en el Centro Excursioni­sta

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