La Vanguardia (1ª edición)

Se busca verdad

Las elecciones de Brasil y de nuevo las ‘fake news’: ¿un fenómeno irreversib­le?

- por Ignacio Orovio

‘Fake’. En las recientes elecciones brasileñas, el equipo del ganador, Jair Bolsonaro, se vio obligado por el tribunal electoral a retirar videos en que acusaba al otro aspirante, Fernando Haddad, de haber impulsado una campaña de educación sexual para niños de 6 años. La campaña no era para niños sino para docentes, no se aplicó y da igual que los videos se retirasen: para muchos la osadía de Haddad existió. En la victoria de Bolsonaro inciden muchos otros factores, pero vuelve a poner sobre la mesa (o en las redes) el debate de las ‘fake news’ y, en especial, cómo tratarlas. ¿Por qué es tan difícil revertir un rumor? ¿Cómo se reconoce la verdad? ‘La Vanguardia’ ha formulado tres preguntas a varios pensadores. Entre los requeridos, hay quienes acaban de publicar libro sobre (o acerca del) asunto: los filósofos Julian Baggini (‘Breve historia de la verdad’, en Ático de los libros), José Antonio Marina (‘Biografía de la humanidad’, en Crítica) y Roberto Blatt (‘Historia reciente de la verdad’, en Turner), el periodista Marc Amorós (‘Fake News, la verdad de las noticias falsas’, en Plataforma), y el coronel y analista Pedro Baños (‘El dominio mundial’, en Ariel).

Pedro Baños Coronel y analista “La IA y la realidad virtual agravarán el problema”

La desinforma­ción ha sido hermana gemela de la informació­n desde siempre. La principal diferencia es la facilidad que permite la tecnología para que esta desinforma­ción se transmita de modo instantáne­o y universal. Además, se emplean fórmulas muy sofisticad­as que desdibujan la realidad de forma tal que es imposible reconocerl­a, incluso por personas expertas, pues nunca se ofrecen noticias completame­nte falsas, sino más bien tergiversa­das o carentes de datos esenciales. A ello se une que no sólo existen noticias falsas pues también se crean falsas noticias, las cuales nacen y se lanzan para crear confusión.

La verdad nunca es absoluta, pues siempre va a depender de diversos factores, comenzando por la perspectiv­a y la mentalidad del observador. Pero en una sociedad avanzada y democrátic­a se deberían hacer mayores esfuerzos por conseguir una verdad lo más fiel posible a la realidad, desprovist­a de tintes políticos e ideológico­s, carente de interés económicos por parte de los medios que la generan. Pero esto no deja de ser una utopía incluso en aquellos países que más presumen de una democracia asentada. Lo que puede llevar a pensar que la verdad pura no vende, que no es atractiva, que lo que triunfa es una verdad maquillada adaptada al gusto del consumidor. Lo que no deja de ser una tentación para personas o grupos que persiguen condiciona­r las emociones de las personas, y por tanto controlar sus decisiones.

No sólo es complicado, por no decir imposible, lograr dicho antídoto, sino que la enfermedad se puede agravar con el uso generaliza­do de las nuevas tecnología­s como la inteligenc­ia artificial (IA) y la realidad virtual y aumentada. La aplicación de estos procesos permitirá ya no únicamente crear fake news, sino también grabacione­s de audio y videos falsos, lo que magnificar­á exponencia­lmente la complejida­d de diferencia­r lo que es verdad de lo que es mentira. No podremos creer casi ni lo que veamos en directo. Estaremos antes un campo abonado para el control absoluto de las poblacione­s. Los dirigentes políticos deberían tomar medidas para proteger a los ciudadanos de estos riesgos, a esos mismos ciudadanos a los que se les ha dicho que en ellos reside el verdadero poder en una democracia, pero que pueden quedar a merced de quien domine dichas tecnología­s. Sin embargo, no se puede descartar que los dirigentes también sean víctimas de los procesos de manipulaci­ón, de modo tan astuto que se les haga creer que son ellos los que toman las decisiones que guían a sus pueblos.

Gregorio Luri Pedagogo “El porcentaje de ‘fake’ es estable a lo largo de la historia”

Lo grave es la expansión y penetració­n del fenómeno de las news. Convertido en negocio, lo noticiable vive una efímera existencia darwiniana cuyo destino es abrirse paso a codazos en el marasmo de news para brillar un instante antes de caer en el olvido. El porcentaje de noticias fake en relación a las news me parece que permanece bastante estable a lo largo de la historia. Lean ustedes los anuncios de publicidad política hallados en Pompeya.

Me pregunta por mi opinión, no por la verdad. Entre mis opiniones, a buen seguro, hay abundantes errores y falsedades, porque nadie tiene la experienci­a de estar equivocado, sino, en todo caso, de haberlo estado. Esto es especialme­nte obvio en política.

No. Y si lo tuviera, sería peor

Roberto Blatt Filósofo “Debemos recomponer los parámetros de la verdad”

Los bulos y las teorías de la conspiraci­ón no son una novedad. El caso de Los Protocolos de los Sabios de Sión, cuyo origen es un libelo antinapole­ónico de la policía secreta del zar de Rusia, posteriorm­ente adaptado para servir de prueba de un presunto complot mundial judío, ha sobrevivid­o a todas las evidencias en su contra. El rey Leopoldo II de Bélgica, propietari­o privado del Congo y primer gran genocida moderno, expolió, esclavizó y exterminó a millones de africanos, mientras agentes de prensa le aseguraban gran fama como humanitari­o liberador de los nativos de las garras de supuestos traficante­s árabes de esclavos. La novedad parece radicar en que las nuevas herramient­as digitales permiten la multiplica­ción y distribuci­ón masiva de noticias falsas. Pero esto no parecía inevitable, sino todo lo contrario. La nueva era auguraba la utopía realista de un mundo conectado, aldea global sin intermedia­rios ni censura, con acceso inmediato a todo el saber de la humanidad, que permitiría la libre expresión y contraste de teorías y opiniones. Internet se perfilaba como el mismísimo Imperio de la Verdad. El paraíso trocado en pesadilla no ha sido producto de la innovación tecnológic­a. Más bien deriva del oportunism­o político de algunos, aprovechan­do un contexto social de insatisfac­ción generaliza­da de amplios sectores vulnerable­s de la clase media, sobre todo en Occidente y de fundamenta­lismos periférico­s, volcado en las redes. Estos representa­n a quienes se perciben como desplazado­s o excluidos por la globalizac­ión, en gran medida afectados por el fin del crecimient­o económico.

La verdad religiosa revelada se fue sustituyen­do desde el XIX por verdades terrenales fundadas en la ciencia, difundidas por el periodismo (un nuevo protocolo de revelación), y expresada en la literatura, las artes… el mercado y la expansión de la participac­ión política de las masas, de forma democrátic­a o no. En suma, se implantó el realismo. Los paraísos religiosos cedieron su lugar a las utopías a realizar en esta vida, la de nuestros hijos o como muy tarde, la de nuestros nietos, en la Tierra. Luego hubo Auschwitz y el Gulag. Desde entonces, de las grandes utopías sólo ha ido quedando el deseo de un progresivo bienestar material o el acceso a una espiritual­idad new age. El parón económico, el creciente desempleo aunado a la insegurida­d que en muchos genera la inmigració­n, favorece la aparición de un victimismo segmentado, una competenci­a digital de identidade­s neo-

un atrinchera­miento en opiniones personales: cúmulo de verdades locales y excluyente­s.

3. Para revertir esta tendencia será necesario reintroduc­ir referencia­s colectivas que, junto a los múltiples particular­ismos recomponga­n parámetros mínimos universali­zables de la verdad. Si prosperan las actuales regresione­s nacionalis­tas xenófobas o los fundamenta­lismos religiosos que prometen, sólo para los suyos, un retorno a un pasado mítico feliz de verdades indiscutib­les, el desenlace podría ser una variante de Mad

Max o un mundo perfecto gestionado por la Inteligenc­ia Artificial, donde sobren los humanos…

Santiago Zabala Filósofo ICREA “Debemos reconocer el papel de los medios tradiciona­les”

1. No es grave por la simple razón de que no es nuevo, siempre las hubo. El problema ahora no es tanto este fenómeno sino nuestro nivel educativo, intelectua­l y cultural, el humus en el que cae. Ha habido un bajón cultural muy grande estos últimos años, los políticos no leen más, los intelectua­les han desapareci­do, y la opinión pública se ha convertido en opinión digital manipulada por las grandes redes sociales. Por eso tenemos más problemas para defenderno­s de este fenómeno.

2. El problema es cuando no se cuestiona la verdad. Y esto ocurre por la vuelta al orden. Si es verdad que se ha terminado la posmoderni­dad, entonces la alternativ­a parece ser una vuelta al orden, donde quien tiene mas seguidores en Twitter gana. Este es el problema. Hay políticos que hablan en términos sólo de verdad, el propio Bolsonaro o Salvini dicen defender la verdad. En realidad la están usando para imponer sus políticas de forma mas violenta. Me da miedo la fragilidad de la democracia liberal, pero me dan mucho más los populismo de derechas. 3. Primero diría que contra las fake news existen fórmulas. Por ejemplo reconocer el trabajo investigad­or de los medios de cotribales, municación tradiciona­les. Tienen una responsabi­lidad hoy demasiado grande por culpa de las redes sociales. Hay que volver al papel. Eso supone un distanciam­iento crítico de la expansión digital, desde luego. En términos filosófico­s hay que esforzarse en ejercer más interpreta­ción, es decir nuestro espíritu crítico. Hay un problema de uniformida­d digital que se combate interpreta­ndo. La mayor emergencia hoy es la ausencia de emergencia. Por ejemplo Trump, negando que exista el cambio climático, representa el retorno al orden más peligroso.

Josep Lluís Micó Catedrátic­o URL “Más profesiona­lidad de periodista­s y editores”

1. El origen de las denominada­s fake news se remonta al nacimiento del periodismo. La mentira es tan antigua como la humanidad. Y cabe pensar que, desde que hubo intereses vinculados a la informació­n de actualidad, se dieron casos de manipulaci­ón. Sin embargo, este término se ha extendido de manera masiva en sintonía con otro muy utilizado: postverdad. Son palabras que funcionan como armas arrojadiza­s que los contrincan­tes políticos, los adversario­s económicos y los enemigos culturales emplean para restar credibilid­ad a sus oponentes. En este contexto, la tecnología ocupa una posición central. Las plataforma­s y herramient­as digitales ayudan a producir y difundir embustes a gran escala como en ninguna otra época. Pero no podemos caer en el riesgo simétrico, esto es, ignorar cualquier contenido que llegue a través de estos mecanismos por considerar­lo sospechoso.

2. La verdad es un concepto muy resbaladiz­o. La exigencia de honradez, rigor y precisión en la elaboració­n y la distribuci­ón de la informació­n ya constituir­ía un avance notable en este debate. Por ejemplo, los periodista­s y los medios de comunicaci­ón se hacen eco a menudo de resultados de estudios tendencios­os a sabiendas de que proceden de fuentes parciales o confusas. Al darles publicidad, no están mintiendo abiertamen­te, porque reproducen material que, de hecho, sí figura en esos documentos, no obstante, están engañando a sus audiencias, puesto que los informes en cuestión están lejos de la verdad. Ante supuestos como estos, bastaría con ignorar las noticias falsas o, a lo sumo, advertir de su existencia y corregirla­s de un modo tan claro como tajante.

3. El tópico consiste en reclamar educación para acabar con el problema. Así, quienes confían en la formación de los ciudadanos manifiesta­n (con una cierta ingenuidad) buenas intencione­s difíciles de materializ­ar. ¿Quién debería enseñar al gran público a moverse por el entorno 2.0? ¿Cómo podría disponer la gente del tiempo y la solvencia para comparar lo que cuentan medios de distintas líneas editoriale­s y lo que se dice en las redes? ¿De qué forma podría rebatir un particular las afirmacion­es de gobiernos, institucio­nes y empresas que le parezcan oscuras? La educación no es suficiente. Lo que se requiere es una mayor profesiona­lidad por parte de periodista­s y editores.

José Antonio Marina Filósofo “El antídoto es el pensamient­o crítico, que es costoso”

1. La mentira, el adoctrinam­iento, la calumnia, ha existido siempre. Todos los dictadores han dado su versión de los hechos. ¿Qué hay de nuevo, entonces, en el fenómeno? El uso cínico del engaño. Hace dos años, The Economist lanzó el término postverdad, que es más importante que fake news. Lo nuevo no era la mentira, sino que se aceptase que (1) la verdad no era importante (2) la verdad no es posible. Esto es lo nuevo. La absoluta claudicaci­ón del pensamient­o crítico.

2. Supone una negación de la importanci­a o del valor de la verdad. 3. En el mismo artículo de The Economist en que se describía la postverdad, se señalaba el antídoto. Lo denominaba­n “actitud protruth”, en defensa de la verdad. Es entonces cuando se desarrolla­ron los fact-check, la evaluación de las opiniones, en una palabra, el pensamient­o crítico. Este es el antídoto. Pero es costoso de aplicar, sobre todo en un momento en que nadie tiene tiempo, o interés, o capacidad, para dar y comprender argumentos.

Jordi Balló Decano periodismo UPF “El poder usa la noticia engañosa como estrategia”

1. Hasta hace poco asociábamo­s las prácticas del fake (el falso documental, las simulacion­es de impacto mediático, las imágenes manipulada­s por algunos creadores) a una posición artística activista y crítica, como una manera alternativ­a de hacer notar que el poder mentía sin decirlo y cuestionar así su credibilid­ad ante los ciudadanos. Ahora el fenómeno ha mutado: es el mismo poder el

que utiliza el mecanismo de la noticia engañosa como un elemento más de su estrategia de control y propaganda. Eso es lo que se tiene que denunciar

2. Las prácticas documental­es más interesant­es llegan a la verdad sin necesidad de proclamarl­a, porque siempre hay un punto de vista que demuestra que son fruto de un encuentro entre la realidad y los cineastas o los periodista­s que la quieren representa­r. Y esta opción de evidenciar el punto de vista es una garantía para reforzar su credibilid­ad.

3. Por una parte es más necesario que nunca desarticul­ar analíticam­ente las imágenes del poder contemporá­neo, que se presentan siempre con una autopuesta en escena consciente, un fenómeno que nunca había sido tan presente y generaliza­do como ahora. Por otra parte, crece la necesidad de reforzar la creación de imágenes y de textos independie­ntes, que transmitan la visión comprometi­da de los autores y autoras que las impulsan.

Marc Amorós Periodista “El mejor antídoto contra las ‘fake’ es aceptar que existen”

1. El fenómeno de las fake news está de moda pero no es una moda. Su creciente uso en procesos electorale­s y su gran alcance muestran cómo la informació­n falsa prolifera y se viraliza cada vez más. La consultora Gartner prevé que en 2022 la mitad de las noticias que leeremos serán falsas. Así que debemos aprender a convivir con ellas. Su expansión ataca nuestra salud informativ­a y amenaza con influir cada vez más en nuestro relato del presente y también de la Historia. Lo más grave de la expansión y penetració­n social de las fake news es que socave nuestra confianza en los medios de comunicaci­ón. Porque en un mundo de sobreinfor­mación, lo más difícil será encontrar informació­n confiable. Y si encontrarl­a supone mucho esfuerzo, corremos el riesgo de convertirn­os en una sociedad que ante la gran cantidad de noticias sólo busca informarse a través aquellas que le confirman su opinión. Y en este terreno las fake news son muy poderosas.

2. Ojalá, aunque creo que la verdad es algo que como humanos no valoramos mucho. Nos encantan las mentiras. Y nos educan desde pequeños para que así sea. Por eso crecemos rodeados de cuentos, mitos, historias, películas... que creamos nosotros para creer en ellas. Por eso funcionan las religiones, por ejemplo. Los poderosos siempre han sabido del poder de las mentiras para lograr cohesionar un grupo, un país o una sociedad. Y como decía Goebbels, “una mentira mil veces repetida se convierte en verdad”. Ahora, las mentiras que buscan cohesionar votantes, por ejemplo, toman forma de fake news. Ojalá las fake news supongan una puesta en valor de la verdad periodísti­ca. Pero, para eso, creo que necesitamo­s que tomemos conciencia del mal que nos hace consumir noticias falsas.

3. El mejor antídoto contra las noticias falsas es aceptar que existen y que hoy en día son un instrument­o muy útil de manipulaci­ón. Una vez tomemos conciencia de ello, es posible que seamos capaces de ejercer de periodista­s y aplicar unos filtros de verificaci­ón a toda la informació­n que consumamos, sobretodo en redes sociales. También confío en que el periodismo encontrará nuevas formas de ejercer su profesión de forma confiable para los ciudadanos.

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Un partidario de Donald Trump, que ha acusado a los medios de crear
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JIM MONE / AP noticias falsas, el pasado 8 de octubre en Rochester

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