Rebeldes e irreductibles
En un barrio obrero como Vallecas, Luis Suárez exhibió el orgullo y el amor propio para sacar al equipo adelante
No hay mejor forma de definir a Luis Suárez futbolísticamente. Le da igual jugar contra el Real Madrid que frente al Rayo Vallecano. Los blancos y los franjirrojos son dos mundos, son tocar el cielo y bajar al fango, pero hay un futbolista que no mira camisetas ni escudos, que no presta atención a la clasificación, que compite siempre al máximo. Quizás por eso es el mejor del mundo en su oficio: en el de marcar goles en el sentido estricto.
Es un gran rematador porque primero dispara y después pregunta. En cinco años se ha aupado entre los cinco mejores goleadores de la historia del club barcelonista, con 161 dianas (118 en la Liga con las dos de ayer). Pero esas cifras las podrá igualar otro en el futuro. Súarez tiene un intangible, se crece en la adversidad, se rebela. Eso es lo que le hace diferente. Porque cuando el viento sopla en contra y el partido se pone cuesta arriba, uno sabe que siempre puede contar con él. Mourinho dijo de Drogba que sería el futbolista que se llevaría a la guerra. Luis Suárez es el jugador perfecto para una crisis, para un bache, para sacar adelante un momento complicado. Porque es excesivo, juega igual en la abundancia que en la escasez. Es un obrero del gol.
La garra charrúa rescató al Barcelona en Vallecas. El orgullo propio del uruguayo es a prueba de bombas. Incansable en el esfuerzo, esté más o menos acertado, siempre da la cara. Cuando peor estaba el Barça, por debajo en el marcador y la brillantez no aparecía por ningún lado, suyas fueron las dos únicas ocasiones: un remate tras un pase en profundidad de Munir y un remate de cabeza a centro de Alba. Alberto García se las sacó.
Pero el nueve no se rindió. Suárez sabía que tendría una ocasión más, la última, que no podía hun- dirse ni bajar los brazos. No se lo permitió. Y puso la punta de la bota en el segundo palo para dar los tres puntos en Vallecas, donde aún no había clavado su bandera.
Él y Messi son amigos y vecinos. Con la lesión del argentino, el Barcelona miraba a Coutinho y Dembélé. El brasileño abrió el marcador en el clásico contra el Madrid y el francés empató en el 85 ayer en Vallecas. Pero en ausencia del diez, ha sido Suárez quien ha cogido el testigo del gol. En las últimas tres jornadas, ya sin Leo sobre el césped, Luis Suárez ha celebrado seis tantos: uno al Sevilla, tres al Madrid y dos al Rayo.
Eso es dar un paso al frente, que además le ha permitido colocarse pichichi con 9 dianas. Pero lo que es más importante ya tiene siete puntos de ventaja sobre el Madrid y le saca cuatro al Atlético. Y eso que él no mira demasiado la clasificación.
Con un futbolista con ese espíritu indomable, casi deja en anécdota que la última vez que el Barcelona dejó su portería a cero en la Liga era verano. Pese a grandes intervenciones del guardameta alemán, la última vez que Ter Stegen logró no recibir un gol en un partido del campeonato fue en Valladolid, el 25 de agosto. Hacía calor, las playas estaban llenas, el día era largo, aún no se había cambiado el horario y el
No hay mejor forma de definir a Luis Suárez: juega igual contra el Madrid que contra el Rayo Vallecano
Mundial de Rusia estaba fresco. Lopetegui era el entrenador del Madrid. Desde entonces, y han pasado dos meses, el equipo de Ernesto Valverde lleva nueve jornadas seguidas encajando. Da igual que juegue contra los de arriba o con los de la zona menos noble. Los tres últimos de las tabla, Leganés, Rayo y Huesca, le han marcado dos goles. Pero ayer Luis Suárez no había dicho su última palabra.
La última vez que el Barça no encajó era verano; fue el 25 de agosto y Lopetegui aún entrenaba al Madrid