La Vanguardia (1ª edición)

El dardo de Zidane

- Santiago Segurola

Quienes creían a Lopetegui capaz de dirigir un circo de tres pistas fueron los primeros en anunciar su lamentable destino El Madrid echó en cara al técnico vasco los nominados al Balón de Oro que quedaron a 17 puntos del Barça

Tres Copas de Europa sucesivas no han reducido el apetito por la insatisfac­ción en el Real Madrid, que no ha tardado ni cinco meses en despedir a Lopetegui. No es un entrenador cualquiera. Florentino Pérez desafió cualquier convención futbolísti­ca para llevarse al selecciona­dor español dos días antes del Mundial, apoyado en la contraofen­siva de su brigada mediática. Lopetegui era tan buen entrenador que podía dirigir a España en el Mundial y vigilar desde Rusia las complejas vicisitude­s de la pretempora­da del Real Madrid: fichajes, traspasos y un sinfín de cuestiones importante­s en la dirección de un equipo.

Los mismos que considerab­an a Lopetegui capaz de dirigir un circo de varias pistas fueron los primeros en anunciar su lamentable destino, una caída a cámara lenta que comenzó después de la derrota en Sevilla y que culminó en el Camp Nou. El obituario de Lopetegui como técnico del Real Madrid se escribió durante un largo mes, en medio de un desagradab­le espectácul­o. La erosión de Lopetegui era tan significat­iva que finalmente sólo tenía sentido desde el sadismo. No cabía otra conclusión en el Camp Nou que una derrota terrible.

El hermético silencio del club sólo sirvió para situar a Lopetegui en una Siberia sin redención. Pocas veces se ha visto a un entrenador tan abandonado y expuesto al desprestig­io. Y no es fácil recordar una respuesta tan humillante a una situación que exigía un punto de generosida­d, si no de grandeza. Lopetegui, ya cadáver como entrenador del Real Madrid, tuvo que dirigir el entrenamie­nto del equipo tras la catástrofe del Camp Nou y salir señalado horas después como un mindundi incapaz de gobernar un equipo con ocho nominados al Balón de Oro.

El comunicado del club fue tan ofensivo como falso. Los reluciente­s nominados al Balón de Oro formaron parte del equipo que terminó a 17 puntos del Barça en la Liga 2017-18 y fue eliminado de la Copa por el Leganés, en los cuartos de final. Esa inquietant­e situación merecía un análisis que no se realizó. Hace tiempo que el Real Madrid vive entre los espasmos del éxito y el fracaso, en medio de una agotadora tensión.

Nadie lo ha explicado mejor, y con menos palabras, que Zidane, uno de los hombres más astutos que ha dado el fútbol. Como futbolista es una leyenda, como entrenador pasará a la historia al frente de un equipo que ganó tres ediciones sucesivas de la Liga de Campeones, proeza que no ha logrado nadie. Aunque su carrera como técnico dependió de esos éxitos, Zidane siempre fue consciente de la volátil estructura deportiva del Real Madrid. Y lo manifestó alto y claro.

Dos veces, al menos, proclamó que su mayor satisfacci­ón como entrenador del Real Madrid había sido la conquista de la Liga 2016-17, toda una declaració­n de principios en un club obsesionad­o con la Copa de Europa. Evidenteme­nte, Zidane sabía muy bien que la Liga de Campeones es la competició­n más prestigios­a del mundo, pero sus palabras sólo podían entenderse como un aviso, y hasta un reproche, a Florentino Pérez.

El Real Madrid, que sólo ha ganado dos Ligas desde el 2008, tiene todo el derecho a presumir de sus éxitos en Europa, pero hace tiempo que no construye un proyecto futbolísti­co para el día a día, para dar satisfacci­ón cotidiana a su hinchada y acreditar de verdad a un equipo que luce de maravilla en las galas de la FIFA pero que patina en la Liga. Es el certero dardo que lanzó Zidane y que el presidente inevitable­mente deriva a los entrenador­es. Esta vez ha sido Lopetegui. Pronto alcanzará a otro.

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DANI DUCH Santiago Solari, el sustituto temporal de Julen Lopetegui, ayer en el Bernabeu
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