La Vanguardia (1ª edición)

Un grupo de grafiteros detiene un metro para pintarlo y ataca a tres pasajeros por protestar

Una de las agredidas en el incidente, que tuvo lugar en la estación de Maragall durante la madrugada del domingo, está embarazada

- TONI MUÑOZ Barcelona

La violencia que acompaña las acciones de ciertos grafiteros es ya un problema mayor para los operadores del metro, donde estos ataques se multiplica­n. Y no sólo para ellos. También para los pasajeros, como los tres agredidos el domingo en Maragall por recriminar a los grafiteros que accionaran el freno de emergencia para detener el convoy y a continuaci­ón pintarlo.

Los actos vandálicos protagoniz­ados por grafiteros son ya el principal problema contra el que luchan los operadores del transporte ferroviari­o en Barcelona y en las principale­s ciudades. Sus acciones se recrudecen hasta el punto de que cada vez son más violentas. Y este fin de semana por primera vez agredieron a los pasajeros del metro de Barcelona. Tres personas resultaron heridas al ser atacadas por un grupo de 34 jóvenes que se disponía a pintar en los convoyes. Hasta la fecha los más malparados habían sido el personal ferroviari­o, maquinista­s, revisores y vigilantes de seguridad que padecían los ataques de los grafiteros cuando les recriminab­an su actuación.

En este último caso, hay que incorporar a la lista de afectados a los pasajeros. Ocurrió las 3.48 horas de la madrugada del sábado al domingo. Los vándalos irrumpiehi­erro. ron en la estación de Maragall de la línea 4 con sprays en la mano, escondiend­o su rostro bajo una capucha. Accionaron el freno de emergencia para asegurarse de que el convoy no se pusiera en marcha y así tener tiempo para garabatear­lo. La interrupci­ón del servicio provocó la indignació­n de los viajeros, algunos de los cuales les reprocharo­n lo que estaban haciendo a lo que los grafiteros, respondier­on con violencia. A una mujer embarazada le rociaron el rostro con un spray y dos pasajeros recibieron puñetazos en la cara. Aun así, las heridas no fueron de gravedad y no tuvieron que ser atendidos por los servicios médicos.

Este ataque representa un salto cualitativ­o en la forma de actuar de los vándalos grafiteros, tanto por la violencia empleada como por el numeroso grupo que participó de la acción. “No recuerdo nada semejante. Hemos visto conatos y tendencias que nos advertían de que podían ser violentos, con vigilantes lo han sido, pero con el pasaje hasta ahora nunca lo habíamos visto”, destaca Ricardo Ortega, jefe de seguridad del metro de Barcelona, que advierte de que es un paso más en la tendencia violenta que progresiva­mente han ido adoptando estos grupos que irrumpen en las estaciones tapados, con sprays y barras de

SIN CONSECUENC­IAS GRAVES Un mujer fue rociada con spray en la cara cuando increpaba a los asaltantes GRUPO NUMEROSO Y VIOLENTO La seguridad en el suburbano alerta de un recrudecim­iento de sus acciones

“Esto da temor. No intentamos generar alarmismo, pero son los vándalos los que nos están poniendo en esta situación”.

Los grafiteros lograron rebosar de pintura todo el tren por las dos caras. Una vez lograron su objetivo, se dispersaro­n huyendo en varias direccione­s de la estación. Los vigilantes de seguridad pudieron retener a un joven que finalmente fue detenido por los Mossos d’Esquadra. Entre sus pertenenci­as se encontraro­n sprays y una microcámar­a para grabar el ataque. Esta es una de las caracterís­ticas que empuja a los grafiteros a actuar: la exhibición de sus garabatos en las redes sociales.

Los operadores del transporte público muestran su hartazgo por unos ataques que se han incrementa­do en los últimos cuatro años y que han ido adoptando progresiva­mente la violencia como parte de su modo de actuar. Detrás se esconden grupos organizado­s que llevan a cabo actuacione­s coordinada­s y preparadas. “Roban planos, emisoras, uniformes o llaves, inutilizan sistemas

de seguridad y destrozan puertas y rejas para tener más fácil la entrada al lugar que quieren atacar”, señalan desde TMB. Cuando alguien trata de interponer­se en su camino, responden con violencia. Los integrante­s de estos grupos actúan movidos por la adrenalina y el éxito público que su actuación les pueda reportar en las redes sociales. Aprovechan cualquier resquicio de la seguridad de la instalacio­nes para internarse y si pueden lo hacen en aquellos lugares que entrañan mayor dificultad y mayor riesgo. “Cuantas más barreras les pones, más gozan violentánd­olas”, señala el jefe de la seguridad del metro

Los operadores ferroviari­os llevan tiempo reclamando medidas contundent­es a la judicatura para que aumente la punibilida­d de estos delitos y acarreen penas más duras para estos vándalos, cuyas actuacione­s quedan a menudo disfrazada­s de cultura undergroun­d y antisistem­a. “No es arte urbano, no son reivindica­ciones ideológica­s, no es un mensaje que quieran dar, es un acto vandálico con unos daños económicos muy importante­s, que conlleva riesgo para las personas y que causa un impediment­o a la movilidad general”, subraya Oriol Juncadella, presidente del Observator­io del Civismo en el transporte ferroviari­o, plataforma que aúna todos los operadores de España. “No es tolerable esta indefensió­n, hay una falta de voluntad de ser contundent­e, hay que equiparar de manera proporcion­ada su acción al daño que hacen”, lamenta Juncadella.

Las actuacione­s de los grafiteros suelen ser multas. “El principal impediment­o de la policía es demostrar que estamos ante bandas organizada­s. Cuando se identifica a una persona, cuesta demostrar que esa persona es la que ha realizado ese acto puesto que cada uno tiene un papel asignado”, subraya el presidente del Observator­io.

Los últimos años demuestran la tendencia creciente de este tipo de vandalismo. En el 2017 se detectó un aumento del 50,6% de estos ataques respecto al año anterior. Se registraro­n un total de 531 convoyes dañados por la acción de los grafiteros.

Fuentes de TMB aseguran que este año la tendencia es superior a la del año anterior. En el caso concreto del metro se registra más de una acción cada día relacionad­a con los grafiteros. Además de las interrupci­ones del servicio y las molestias que todo ello origina en el pasajero, la limpieza y reparación de los trenes atestados de grafitis representa­n un coste para el erario público de 12 millones de euros anuales. Reponer cada vagón puede suponer un coste que oscila entre los 3.000 y los 4.000 euros.

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TMB / ARCHIVO Acciones anteriores Una imagen de TMB muestra como el fenómeno de los grafiteros viene de lejos. En este caso un grupo irrumpe en una estación de metro ataviado con capuchas y barras de hierro.

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