La Vanguardia (1ª edición)

La batalla por el Poder Judicial

La renovación del órgano de gobierno de los jueces se marca como prioridad resolver con seguridad el juicio del caso 1-O

- JOSÉ MARÍA BRUNET Madrid

El objetivo esencial de toda la operación de renovación de la cúpula judicial es reforzar al Tribunal Supremo (TS) y lograr que saque una página en limpio del proceso penal sobre el caso 1-O. Todo lo demás es secundario y subsidiari­o. Incluso la lista de nombres que compongan el pleno del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y acompañen al magistrado Manuel Marchena, que presidirá esta institució­n, que es el órgano de gobierno de jueces, y el propio Supremo.

Para el PP, el nombre de Marchena era la llave de paso de la renovación. Cuando se filtró su nombre como principal candidato a presidir el Alto Tribunal y el PSOE pudo dar rienda suelta a la pública expresión de sus reservas sobre esta candidatur­a, los populares que intervenía­n en la negociació­n se cuadraron. O Marchena salía propuesto para tomar el timón del Supremo, o todo quedaba como estaba sobre la mesa. Es decir, sin este nombre propio no iba a haber renovación. En estas condicione­s, en la cúspide del Gobierno no hubo dudas. Había que aprovechar la disposició­n del PP a negociar –pese a la ruptura de relaciones directas entre el presidente del Ejecutivo, Pedro Sánchez, y el líder de los populares, Pablo Casado– y a perder la mayoría conservado­ra que hasta ahora ha existido en el Consejo del Poder Judicial.

Si para el PP la ficha de Manuel Marchena era el objetivo irrenuncia­ble, para el Gobierno y el PSOE la compensaci­ón consistía en quedarse con la mayoría teórica en el CGPJ. Los socialista­s iban a tener la capacidad de proponer a 11 de los 20 vocales que componen el Consejo, y los populares pondrían sobre la mesa los otros 9 nombres. El PSOE, a su vez, no ha cedido puestos concretos a Podemos, pero esta formación ve con buenos ojos varias de las propuestas hechas, entre ellas la relativa a la exconselle­ra catalana Mar Serna. Aunque puede suceder que al final la mayoría progresist­a sea relativa. Y ello porque lo habitual en el Consejo del Poder Judicial es que pueda haber trasvases de voto, según las circunstan­cias del contexto político y de la materia que se esté resolviend­o en cada momento.

Es por estos factores que al PP no le preocupa mucho, en principio, el nuevo equilibrio de fuerzas en la cúpula judicial. Marchena era el punto clave de esta negociació­n, y una vez conseguido podían cerrarse los otros aspectos del acuerdo a título de flecos. Los populares estaban empeñados en Marchena porque ya intentaron situarle al frente del Supremo en la anterior ocasión, durante el Gobierno de Mariano Rajoy, y no pudieron lograrlo porque el PSOE no lo aceptó. El elegido esa vez fue el actual presidente, Carlos Lesmes, que ahora finalizará su mandato.

Pero sobre todo el PP quería salirse esta vez con la suya por el proceso del 1-O, más que para sacarse la espina de la anterior negociació­n.

A Marchena se le considera el hombre clave de este capítulo porque se le atribuye un papel de la mayor relevancia en la conducción del caso 1-O desde que la Fiscalía General presentó hace un año la querella que dio origen a esta causa por los delitos de rebelión, desobedien­cia y malversaci­ón. El juez encargado del caso ha sido Pablo Llarena, pero quien ha estado en todo momento pendiente del procedimie­nto, como presidente y por tanto máxima autoridad de la Sala Penal, ha sido Marchena. Los propios abogados del caso 1-O están convencido­s de que él ha permanecid­o en todo momento en el cuadro de mandos de este proceso penal, manejando los tiempos en la medida en que ha podido hacerlo y, sobre todo, los pasos que dar en cada momento.

Todo ello con un doble propósito. En primer lugar, tratar de llegar a una sentencia bien fundada y convincent­e, con la que la Sala Penal pudiera aparecer con plena autoridad –sobre todo en el sentido clásico, de auctoritas– ante la sociedad española en general. En otras palabras, con un modelo de gestión del caso 1-O y un fallo que alejara del Supremo la imagen de desorden, falta de claridad de ideas y presencia de luchas intestinas que ha dejado la actuación de la Sala de lo Contencios­o en relación con el problema de quién debía pagar los impuestos

El PP se fijó el objetivo de que Marchena fuese presidente y el PSOE lo aceptó para evitar el bloqueo

Podemos no ha situado candidatos propios, pero ve con buenos ojos a varios, como la exconselle­ra Mar Serna

de las hipotecas. Al PP, y también al PSOE, les aterroriza la idea de que la Sala Penal pudiera adentrarse y perderse en un laberinto parecido.

Y creen que con Marchena al frente del Supremo jamás podría suceder algo así. A este respecto hay que tener muy presente que Marchena cuenta en su trayectori­a con fases de colaboraci­ón institucio­nal con equipos de la Fiscalía nombrados bajo gobierno socialista.

De hecho, su primer jefe en Madrid, quien le trajo de Canarias –comunidad de origen de Marchena– fue el exfiscal general Eligio Hernández. Y aquella también fue una etapa muy delicada, en la que al PSOE le crecieron sumarios como los de los GAL y otros relacionad­os con la corrupción. La secretaría técnica de la Fiscalía General, a la que se incorporó el actual presidente de la Sala Penal, fue pieza esencial en toda la estrategia de la Fiscalía en aquella difícil fase.

El PP, en suma, está convencido de que sitúa al frente del Supremo a un jurista que trabajará para el reforzamie­nto de las institucio­nes del Estado en general y del Poder Judicial en particular. El hueco que deja en la Sala Penal importa menos, porque Marchena va a seguir en el Supremo, presidiénd­olo. El Gobierno ve como un factor positivo que la composició­n resultante de dicha Sala, con el magistrado moderado Andrés Martínez Arrieta al frente, pueda traducirse en una sentencia menos severa sobre el caso 1-O. Y al PP esa perspectiv­a no le inquieta porque estima que, en cualquier caso, los hechos se examinarán con rigor y la sentencia que se dicte, sea por rebelión, sedición o conspiraci­ón para la rebelión, supondrá condenas de prisión importante­s y, tanto o más relevante que lo anterior, implicará largas penas de inhabilita­ción.

 ?? DANI DUCH ?? La presidenci­a del Tribunal Supremo ha sido el eje de la negociació­n para renovar la cúpula del Poder Judicial
DANI DUCH La presidenci­a del Tribunal Supremo ha sido el eje de la negociació­n para renovar la cúpula del Poder Judicial

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain