La Vanguardia (1ª edición)

Los cuatro jinetes

Madrid, Catalunya, Andalucía y la conjunción foral País Vasco-Navarra son los cuatro principale­s escenarios políticos de una España que se adentra en un nuevo ciclo electoral. Hay tentacione­s de adelanto en Valencia.

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Andalucía marcará el timbre del nuevo ciclo electoral, que tendrá como escenarios principale­s Barcelona y Madrid

Crece en Valencia la tentación de adelantar sus elecciones a febrero; Ximo Puig está esperando a ver qué ocurre en Andalucía

Madrid, Catalunya, Andalucía y la conjunción foral vasco-navarra. Estos son los cuatro jinetes del fenomenal enredo español. Los cuatro escenarios decisivos, con permiso de las demás autonomías. España, dijo en una ocasión Maurizio Carlotti, son diecisiete esferas muy orgullosas en constante fricción.

(Maurizio Carlotti y Paolo Vasile, los dos capitanes italianos de la televisión privada en España, saben muy bien cómo funciona la jaula de grillos. Por encima de la política y más allá de la política, ambos conocen el país a través de los gustos y los sentimient­os de la gente. Un día deberían explicar todo lo que han aprendido).

Madrid, Catalunya, Andalucía y la intersecci­ón vasco-navarro son esferas con luz propia. Tienen poder.

Madrid tiene casi todo el poder. El crecimient­o demográfic­o de Madrid le ha dado la vuelta a la historia económica de España. En 1930, Barcelona superaba ligerament­e a Madrid en número de habitantes (1.005.565 contra 952.832). En 1950, Madrid ya se había colocado por delante (1.618.435 frente a 1.280.179). El plan Bidagor –plan general ideado por el urbanista vasco Pedro

Bidagor Lasarte– impulsó la fortificac­ión de la capital mediante una sucesión de anexiones municipale­s. Madrid debía ser metrópolis. En los años setenta, la población de Madrid (3.158.818 habitantes) casi doblaba la de Barcelona (1.752.627 ). La proporción actual es de 3 a 1,5. Estamos hablando de uno de los grandes cambios morfológic­os de España, con la decisiva ayuda del Boletín Oficial del Estado y de una obsesiva red radial de transporte­s.

La capitalida­d económica de Madrid es un gran proyecto de Estado, que hoy estimula a la joven iniciativa privada ajena al BOE. La región central ya destaca como factoría de start-ups, ámbito emergente que encabeza Barcelona. Madrid concentra mucho poder, pero no tiene todo el poder. El reciente fracaso de sus autopistas radiales es un síntoma relevante. Madrid no ha alcanzado la masa crítica con la que soñaba José

María Aznar para tener a España en un puño. Las elecciones de mayo serán absolutame­nte decisivas en Madrid.

Sobre Catalunya ya está casi todo escrito. Hay que leer dos libros, El naufragio ,de Lola García ,y Breve historia del

separatism­o catalán ,de Enric UcelayDa Cal, para ponderar bien la situación actual. Roto el precinto del 155, Catalunya aún tiene poder gracias a la ciudad de Barcelona, laboratori­o de experienci­as sociales y económicas que algunos despachos españoles no logran entender, porque escapan a su control. Perfectame­nte conectada con la economía global, Barcelona es hoy la ciudad más experiment­al del sur de Europa.

Barcelona se podía haber convertido en una Génova decadente sin los Juegos Olímpicos de 1992. Juan Antonio Samaranch y Pasqual Maragall lo impidieron, propiciand­o un amplísimo consenso olímpico que iba desde los exfranquis­tas hasta los comunistas: una convergenc­ia ciudadana que Jordi Pujol, entonces virrey de Catalunya, no se atrevió a torpedear. La genial metamorfos­is de Barcelona ha salvado Catalunya de la tristeza y de la tentación de la Liga Norte (que existe). Barcelona es contradict­oria y paradójica: con una mano estimula el independen­tismo –“si nos lo proponemos, podemos sorprender al mundo”– y con la otra, lo frena. La impura Barcelona hay días en que resulta difícil de entender. La lucha por la alcaldía será la gran batalla de mayo.

Políticame­nte, Andalucía es la principal novedad de la España democrátic­a. Andalucía se rebeló contra la asimetría del primer diseño constituci­onal y ganó. El ordenamien­to español ya no puede ser revisado sin el acuerdo de Andalucía. La geopolític­a le favorece. Frente a las costas andaluzas discurre la frontera de la Unión Europea con África: la frontera más dramática del mundo. Andalucía no es el Sur de Italia, pero sigue teniendo muchas asignatura­s pendientes. Pese a las ayudas recibidas, no ha logrado mejorar su posición relativa. Se está quedando atrás: 68% de la media del PIB español por habitante. La divergenci­a con la economía española ha aumentado casi cinco puntos desde el 2005. “El futuro de Andalucía depende de la mejora de su capacidad productiva”, señala un reciente informe del Observator­io Económico de Andalucía. Seria advertenci­a de una entidad independie­nte ante una campaña electoral acanallada. Andalucía marcó la pauta en 1980. Puede que vuelva a hacerlo ahora, casi cuarenta años después.

El País Vasco ha superado el terrorismo sin ruina económica. Nadie en España cometió la locura de desear el hundimient­o de Euskadi mientras ETA mataba. Hay una tranquilid­ad balnearia hoy en el País Vasco que no puede ocultar los problemas de futuro de una sociedad que está envejecien­do mucho. Su proyecto más inteligent­e es la configurac­ión de una región económica transfront­eriza con interlocuc­ión en Burdeos. Un proyecto que interesa en Navarra. Levantar la mirada, cuidar la relación con Bruselas y evitar una mayor desestabil­ización de España, para no poner en peligro el fuero. El mediador Iñigo Urkullu sabe lo que hace.

Madrid, Catalunya, Andalucía y País Vasco-Navarra. Los cuatro jinetes del nudo España pueden ser cinco, si el presidente valenciano Ximo Puig se decide a convocar elecciones autonómica­s en febrero. En Valencia también hay ganas de tomar la palabra. Están esperando a ver qué ocurre en Andalucía.

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CRISTINA QUICLER / AFP Un jinete andaluz en la reciente feria ecuestre celebrada en Sevilla
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