La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona busca crecer en ciencia

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BARCELONA y Catalunya han desarrolla­do una vocación científica que ha alcanzado la excelencia en los campos de la biomedicin­a y la farmacia, especialme­nte. Esa vocación va mucho más lejos y uno de sus hitos fue la inauguraci­ón, en el 2010, del Sincrotrón Alba, en el parque de la UAB, en Cerdanyola del Vallès. Pero la crisis económica ha tenido efectos claramente negativos que han frenado su desarrollo. El pasado jueves, el Ayuntamien­to de Barcelona y el Gobierno español llegaron a un acuerdo para potenciar la capacidad investigad­ora y científica de la capital catalana.

El ministro de Ciencia, Innovación y Universida­des, Pedro Duque, y el primer teniente de alcalde de Barcelona, Gerardo Pisarelo, se han propuesto captar proyectos europeos que puedan avanzar en campos en los que la infraestru­ctura científica y la industria se ha desarrolla­do eficazment­e. Se hallan, entre estos, el Supercompu­ting Center, el citado Sincrotrón Alba o sectores punteros como los del grafeno o la física cuántica. Pero también las investigac­iones que se llevan a cabo en cuestiones tan trascenden­tales como el envejecimi­ento de la población o la movilidad sostenible.

Uno de los objetivos centrales de esta operación es, sin duda, revertir el déficit de inversión en ciencia e I+D para potenciar el plan Barcelona Ciencia, el programa que pretende convertir la ciudad en una capital europea en ciencia e innovación. Un plan basado en la existencia de una amplia red de centros de investigac­ión, de un tejido empresaria­l muy productivo y de universida­des y de personal altamente cualificad­o que convierten la ciudad y su área metropolit­ana en un campo abonado donde estas iniciativa­s científica­s pueden fructifica­r de forma excelente.

Los que desde hace decenios vienen trabajando en diversos campos científico­s en condicione­s muy difíciles, especialme­nte desde el estallido de la crisis económica, saben que esa voluntad no es un simple brindis al sol. Porque aquel plan, cuya instalació­n tiene su sede en el antiguo centro fabril de Ca l’Alier, en el corazón del Poblenou, con un laboratori­o de investigac­ión iLab, hunde sus raíces en la programaci­ón municipal de los años noventa, cuando la iniciativa científica era, entonces sí, poco menos que una utopía.

Lo que conviene ahora es que la sociedad catalana y barcelones­a apoye esta iniciativa de crecimient­o científico que, más allá de pomposos títulos capitalino­s, busca edificar y consolidar una vocación secular urbana de progreso y bienestar ciudadanos.

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