La Vanguardia (1ª edición)

El futuro

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El futuro está lleno de desafíos. Y muchos de ellos empiezan a tener fechas concretas para que se empiecen a adoptar medidas drásticas. Esta misma semana se ha conocido el borrador de la ley de Cambio Climático que estudia el Gobierno y que prevé ambiciosas propuestas, como prohibir la matriculac­ión de vehículos de combustión, diésel o gasolina a partir del 2040. Incluso los automóvile­s híbridos, que parecen ahora mismo un ejemplo de conciencia­ción ecológica, quedan adscritos a esta categoría contaminan­te.

Nunca como ahora se habían conjuntado tantos frentes que pueden cambiar la vida de los ciudadanos de una manera radical. La contaminac­ión y sus consecuenc­ias en el cambio climático es el primero de ellos. El miércoles, el mismo día que se publicó la noticia sobre ese borrador del Ministerio para la Transición Ecológica, la sección de Tendencias se abría con una amplia informació­n firmada por Antonio Cerrillo sobre los planes de las grandes ciudades agrupadas en la alianza C40 Cities –con Barcelona y Madrid entre ellas– para reducir las emisiones de gases de efecto invernader­o.

El acuerdo de París del 2015, firmado por 195 países, fue el primer gran compromiso de los estados contra el calentamie­nto global, pero ya se ha visto que serán las ciudades, y por tanto los ciudadanos concretos, uno por uno, los que tendrán un papel de primera línea en los cambios que se puedan adoptar.

Hay más desafíos en el horizonte cercano. Recienteme­nte se publicó que España superará a Japón como el país con mayor esperanza de vida, hito que previsible­mente sucederá también en ese 2040, convertido así en una fecha de referencia sobre la que casi podemos imaginar que se ha instalado un reloj de cuenta atrás. Desde luego, vivir más se puede catalogar como una magnífica noticia, aunque no habría que perder de vista que los índices de natalidad se mantienen muy bajos en España, de manera que en realidad podríamos estar hablando de un país muy envejecido. Y si ya hoy el sistema de pensiones ofrece síntomas de fragilidad, ese panorama sobre las condicione­s de vida reales de una población sana y longeva no se va a resolver por sí solo.

El futuro merece una profunda reflexión. Porque en buena parte ya está aquí y los medios de comunicaci­ón informan sobre ello profusamen­te. Los temas citados, y más, como la comprobada presencia de plásticos en el organismo humano a través de la alimentaci­ón (“Todos excretamos plásticos”, se titulaba una impactante entrevista a Miquel Porta, investigad­or del Instituto Hospital del Mar de Investigac­iones Médicas, publicada el domingo 30 de septiembre); las profundas desigualda­des económicas y sociales que no hacen más que acentuarse, el drama cotidiano de la inmigració­n… están en las páginas de este diario habitualme­nte. Lo que falta es que las informacio­nes se traduzcan en actuacione­s políticas concretas y decididas por parte de las distintas instancias de gobierno. Como ese borrador de la ley de Cambio Climático, recibido con aplausos y críticas, y que ha servido cuando menos para poner el tema sobre la mesa.

A menudo la política española semeja una balsa que desciende por un río y en la que los que van a bordo no dejan de discutir sobre si habría que dirigirse a la orilla de la derecha o a la de la izquierda mientras que lo que espera a cada vez menor distancia es una catarata. La prensa señala los peligros, como es su función. Ahora es necesaria una toma de conciencia colectiva en la sociedad para que los problemas realmente preocupant­es ganen la batalla a cuestiones a menudo huecas y banales.

Nunca como ahora se habían conjuntado tantos frentes que pueden cambiar la vida de los ciudadanos de una manera radical

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