La Vanguardia (1ª edición)

“Un personaje”

Hace 30 años que Ernesto Valverde debutó con el Barcelona; nadie veía en él al futuro entrenador

- ANTONI LÓPEZ TOVAR Barcelona

Ernesto Valverde forma parte del espíritu fundaciona­l del dream team. Se cumplen 30 años del debut del actual entrenador del Barcelona como futbolista del equipo blaugrana en la primera temporada de Johan Cruyff en el banquillo. Tenía 24 años cuando el 9 de noviembre de 1988 el Txingurri se estrenó en Poznan (Polonia) en un partido de la Recopa. “Solíamos decir que era un personaje”, rememora el portero Juan Carlos Unzue. Extremo clásico, rápido y listo, Valverde no parecía un futbolista fuera del terreno de juego, ni siquiera en el vestuario. Con múltiples inquietude­s fuera del fútbol, nadie imaginó que con el tiempo iba a convertirs­e en entrenador de éxito.

“Fue un jugador importante para el Espanyol, hizo dos temporadas francament­e buenas”, explica Javier Clemente a este diario. Valverde debutó en Primera con el club de Sarrià, al que llegó procedente del Sestao, para jugar a las órdenes del rubio de Barakaldo. Fue el entrenador quien le sacó el apodo que ha llevado asociado durante más de tres décadas: “Se lo puse porque yo tenía un barco que se llamaba Txingurri, porque no era muy grande y era para pescar. Él es más alto que yo, pero era pequeñito, menudito, delgadito, rápido y muy alegre jugando”, reveló Clemente en un programa de TV3. “Ernesto de despistado no tiene nada. Pinta de bohemio, sí. Le gustaba la fotografía, iba con su cámara por Barcelona sacando fotos. Era un chaval alegre”.

Aunque con los fichajes de Valverde y Miquel Soler el Barça se llevó a dos de sus mejores elementos, Clemente no tuvo ningún reproche. “Era una oferta económica interesant­e y el club necesitó vender. Los clubs tienen que hacer lo que necesitan en cada momento”. “Prefiero que me saquen una muela antes que volver a negociar con Gaspart”, afirmó el vicepresid­ente españolist­a, Ferran Martorell, después de tramitar el traspaso. 430 millones de pesetas (2,6 millones de euros) pagó el Barcelona por los dos jugadores. Convulsion­ado por el motín del Hesperia, Josep Lluís Núñez impulsaba una profunda renovación y en el verano de 1988 entraron en el vestuario, además de Cruyff y los dos españolist­as, Unzue, Eusebio, Begiristai­n, Bakero, Salinas, Manolo Hierro y Serna.

Valverde se adaptó pronto al universo blaugrana, coinciden excompañer­os, a pesar de que el comienzo fue complicado. Se incorporó a la pretempora­da en Papendal (Holanda) con una lesión en la rodilla que le obligó a aplazar el debut durante cuatro meses. “Fiché recién operado. Quería jugar lo antes posible por la competenci­a y forcé en la pretempora­da”, ha recordado esta semana en un acto de homenaje a Cruyff. Sobre los métodos del holandés: “Era uno de los mejores jugadores de la historia y cuando llegas al vestuario estás esperando a que te diga lo que quiere que hagas. ¿Subir y bajar un monte? Pues se hace?”. “Cuando hacíamos rondos se ponían también Charly (Rexach) y él y jugaban mejor que nosotros, pero cuando fallaban el pase nunca se metían en el medio; decían que se la habían pasado mal a ellos”.

Con un aire aparenteme­nte indiferent­e, Valverde iba incorporan­do conceptos a su partitura. “Si me hubieran preguntado qué cuatro o cinco jugadores de aquella plantilla no iban a ser entrenador­es uno de los que hubiera mencionado es Valverde”, dice Unzue. “Era muy seguido por todos, muy querido, tenía un fondo muy natural y muy honesto”. El Txingurri no llegaba al punto de alienación de Dembélé, pero tampoco respondía al perfil habitual del futbolista de hace tres décadas. “Era diferente –afirma Unzue–, por su manera de actuar,

por los amigos que tenía, por sus aficiones. Era un chico especial, también en el campo. Recuerdo las sorpresas con la cámara de fotos. En cualquier momento y en cualquier situación podía hacer una buena foto sujetando la cámara sin tener que poner el ojo en el visor”.

En casa de Unzue cuelgan dos fotos “preciosas” obra de Valverde enmarcadas. Las que le obsequió el ahora entrenador del Barça como regalo de bodas. El futuro de Valverde apuntaba más a la fotografía que a los banquillos, pero aquel carácter aparenteme­nte introspect­ivo y desprovist­o de maneras marciales sigue siendo uno de sus mejores activos profesiona­les. “Es un entrenador muy completo, capaz de observar y de transmitir la idea”, juzga Unzue, y agrega: “No ha cambiado esa naturalida­d que muestra en cualquier situación, tanto si es buena como si es compleja o difícil de llevar. Transmite esa sensación de equilibrio que es tan necesaria en un club como el Barcelona”.

Valverde no llegó a triunfar en el Camp Nou, en buena parte por las intermiten­cias causadas por las lesiones. Unos problemas en el abductor le impidieron entrar en la convocator­ia para la final de la Recopa de Europa que se adjudicó el equipo contra el Sampdoria en 1989. Después de dos temporadas dejó el club con un saldo de 10 goles y una participac­ión discreta: 22 partidos disputados en la Liga, 5 en la Copa y 2 en la Recopa. Fue otro verano de actividad frenética en el club, que tramitó 11 altas, entre las cuales la de Stoichkov y 10 bajas.

Valverde regresó a su tierra de adopción y se enroló en el Athletic, donde volvió a coincidir con Javier Clemente y con unos métodos de preparació­n y un concepto futbolísti­co muy diferente del que había asimilado en el Barça. “Lo difícil en aquella época era ser extremo –explica el técnico de Barakaldo– porque estaban muy marcados. Él (Valverde) era un jugador rápido, escurridiz­o y muy bonito de ver”.

A fin de cuentas, los futbolista­s aprenden de todos los entrenador­es, dice Julio Salinas, que recuerda como discreto y efímero el paso del Txingurri por el Barça. Una época que, sin embargo, no significó una pérdida de tiempo para el extremo, que se impregnó de un fútbol en mayúsculas: “El juego de posición entonces era ciencia ficción”. Un juego en el que se instruyó y del que después fue víctima: “Cuando el engranaje funcionaba, aquello era imparable. El balón era la sustancia de todo, el rival corría

JUAN CARLOS UNZUE “Si me hubieran preguntado cuál de nosotros no iba a ser entrenador hubiera mencionado a Valverde”

JAVIER CLEMENTE “La oferta económica era interesant­e y el Espanyol necesitó vender; lo difícil en aquella época era ser extremo”

detrás. No eras capaz de quitárselo para meter un gol. Recuerdo un 0-6 en San Mamés que fue tremendo”. En 1991 el Barça se impuso en la catedral con goles de Bakero, Salinas y cuatro de Stoichkov. No es un recuerdo peor que la final de la Copa de la UEFA que el Espanyol perdió en 1988 en la tanda de penaltis en Leverkusen a pesar de que una ventaja 3-0 del partido de ida. Valverde, lesionado, no pudo jugar en Alemania. Intentó resarcirse como entrenador del Espanyol en 2007, pero volvió a perder la final de la UEFA en los penaltis, en Glasgow, contra el Sevilla. Valverde aprende de todo. La experienci­a, aunque sea negativa, es un grado.

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TXEMA FERNÁNDEZ / GETTY 70 goles. Ernesto Valverde jugó diez temporadas en Primera División, con el Espanyol (2), el Barcelona (2) y el Athletic (6), antes de iniciarse en los banquillos con los equipos inferiores del club vasco. Las lesiones influyeron negativame­nte en su época blaugrana
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