La niña del castillo de arena
El Barça-Atlético de hoy y la azulgrana Alexia Putellas, estrella del deporte
La felicidad de Alexia siempre supo a nata y tuvo forma redonda. Nata, como la del rosco de la foto, en la que aparece en una fiesta de cumpleaños junto a Elisabet, su madre. Redonda, como las pelotas con las que soñaba desde muy pequeña. Aquella niña es ahora un icono del deporte femenino. Del deporte. Alexia Putellas, de 24 años, es también una de las estrellas y de las máximas goleadoras del FC Barcelona, que hoy se enfrenta en el Miniestadi al Atlético de Madrid en un duelo que puede ser crucial para la Liga Iberdrola. Y para los castillos de arena. En la escuela todos los niños la querían en sus filas. Tú, tú, tú, tú… Siempre la elegían la primera o de las primeras. Eso, cuando no era la capitana y la que elegía era ella. Nadie le discutía los galones. En casa tampoco le discutieron cuando dijo. “Papá, mamá, quiero jugar a fútbol”.
La llevaron al equipo de su localidad, en Mollet del Vallès, pero allí se aburría. Su padre, Jaume, le decía: “Tienes que correr más”. Alexia cierra los ojos, piensa en él y dice para sus adentros: “Correré, lo daré todo en el terreno de juego”. Esforzarse es lo mínimo que puede hacer para corresponder al sacrificio que hicieron sus padres por ella, que la llevaron al CE Sabadell. Lloviera, hiciera frío o calor, cada día que entrenaba tenían que recorrer 11 por kilómetros por carretera.
La aceptaron en un conjunto de chicas mayores que ella, que sólo tenía 7 años. No jugaba de titular, claro, y para no aburrirse mezclaba el agua de los botellines con tierra para hacer castillos de arena. Los pisoteaba sin querer cuando la llamaban para que saliera al campo, feliz.
Nunca se rindió hasta que se convirtió en lo que es ahora. Pichichi del club (lleva cinco goles en la Liga esta temporada), internacional absoluta y mejor jugadora
UN EJEMPLO La historia de la pichichi del Barça ilustra la de la mayoría de sus compañeras y rivales
catalana en el 2015 y el 2017. Ha ganado con el Barça tres Ligas y cuatro Copas de la Reina. Su historia podría ser la de cualquiera de sus compañeras. La de la portera, Sandra Paños, que ha jugado todos los minutos, junto a las defensas Mapi León y Marta Torrejón. O la de la capitana, Vicky Losada. Y de la delantera brasileña Andressa Alves… De hecho, su historia podría ser la de sus rivales de esta tarde, la de todas las jugadoras de la Liga Iberdrola, que cada día demuestran que lo principal en el deporte –como en tantas cosas– no es el sexo, sino el talento.
“Juegas como una chica”, decían antes los ignorantes para insultar a los futbolistas sin pasión. Sin embargo, cuántos jugadores histriónicos, que convierten un ligero roce en una dolorosa entrada, deberían aprender de ellas. El lector lo comprobará si ve el Barça-Atlético (Gol, 18 horas). A quienes descubran hoy el fútbol femenino, una buena noticia: cada semana se transmiten al menos dos partidos y aún quedan 21 jornadas de Liga.
Los últimos campeonatos han sido un duelo entre el Barça y el Atlético, pero detrás aprietan otros conjuntos, como el Levante y el Granadilla Tenerife, que no
EL CAMBIO El despectivo “juegas como una chica” ha pasado a ser hoy un elogio gracias a estas futbolistas
aceptan que la Liga sólo sea una cuestión entre Anquetil y Poulidor. Y tarde o temprano otros equipos reverdecerán sus viejos laureles, como el Espanyol, ahora en la parte baja de la clasificación.
Ocho partidos, ocho victorias, cantan las madrileñas (líderes, 24 puntos). Las catalanas (segundas, 20 puntos) suman seis victorias y dos empates a cero; en el último, contra el Valencia, no jugó Alexia Putellas. Las azulgrana estaban alicaídas por el fallecimiento del padre de Mariona Caldentey, a quien no le pudieron dedicar la victoria. Alexia fue una de las más afectadas porque en mayo del 2012, cuando militaba en el Levante, pasó por el mismo trance que su compañera. Al mes siguiente del entierro, España protagonizó un gran torneo y fue subcampeona de Europa sub-19, con la goleadora como capitana. Alexia y su hermana Alba adoraban a su padre. Y él a ellas, aunque nunca les doró los oídos ni les regaló los elogios para hacerlas más fuertes. Si hoy pudiera ir al Miniestadi, descubriría con orgullo que algunos castillos de arena tienen cimientos de acero.