Tragedia y recuperación
La devastación causada por los incendios de California; y el éxito de la remodelación y los nuevos usos del antiguo hospital de Sant Pau.
SANT Pau es una de las joyas modernistas de Barcelona. El recinto hospitalario diseñado por Lluís Domènech i Montaner recibe 300.000 turistas cada año. Como equipamiento sanitario está obsoleto. De ahí que se construyera ya entrado el siglo XXI una espléndida ampliación que es la que ahora da el servicio médico. Pero los viejos pabellones, lejos de abandonarse, han sido rehabilitados con vocación de excelencia, mediante una operación en la que se han invertido alrededor de ochenta millones de euros a lo largo de los últimos años.
Desde que se decidió proceder a esta restauración, estuvo en el ánimo de las instituciones responsables del conjunto dar nueva vida a Sant Pau, una vez relevado en su función como hospital. El camino elegido fue, probablemente, el mejor posible: lograr la complicidad de distintos organismos internacionales para que instalaran allí sus sedes europeas, contribuyendo además a sufragar los costes de la reparación. Se trataba de crear una especie de barrio diplomático, no integrado por delegaciones nacionales, sino por terminales de organismos de ambición global, aprovechando el atractivo de Barcelona y de este recinto en particular.
La gestación de la segunda vida de Sant Pau llevó su tiempo. Pero el intento se ha visto coronado por el éxito. Ocho de los doce pabellones están ya rehabilitados, y dan cobijo a alrededor de una decena de entidades, algunas relacionadas con el medio ambiente, otras con la salud, otras con la educación o con las nuevas tecnologías. En fechas recientes se comentó con preocupación la partida de dos de ellas, por distintos motivos. Pareció entonces que el proyecto de Sant Pau entraba en una fase de crisis. Pero aquellas dos bajas han sido ya cubiertas y los pabellones modernistas mantienen el nivel de ocupación.
La que podríamos denominar fórmula de recuperación Sant Pau ofrece numerosas ventajas, tanto a sus gestores como, sobre todo, a la ciudad. Barcelona es una ciudad con un muy considerable patrimonio arquitectónico y, también, con una extraordinaria afluencia turística. Entregar por completo este patrimonio al uso turístico no parece la mejor opción. Es mucho mejor combinar tal función con la reutilización de los espacios y edificios, siempre que ello sea posible, para actividades terciarias y, como es el presente caso, con un alto nivel de representación. Porque sólo así este patrimonio compagina un uso activo con otro pasivo, asegurando a la vez unos ingresos que pueden parecer todavía intangibles y otros que ya son perfectamente tangibles.