La Vanguardia (1ª edición)

Literatura flamenca

El belga Christophe van Gerrewey, premiado como uno de los mejores narradores jóvenes de Europa, novela una singular ruptura amorosa

- XAVI AYÉN Barcelona

Christophe van Gerrewey publica en España Al corriente, una exploració­n del amor moderno en la que un joven de Gante se despierta en la casa de unos amigos que se han ido de vacaciones y empieza a recordar el verano anterior.

Independie­ntemente de las ideas que cada uno tenga sobre la Unión Europea –muy respetable­s todas– desde el punto de vista literario los dos premios que sus institucio­nes otorgan suelen recaer en obras atractivas que, sin ese respaldo, pasarían más desapercib­idas en el resto de países.

Por un lado, por empeño personal de Jacques Delors, el Parlamento Europeo concede desde hace doce años el galardón al libro del año, que quiere ser una especie de Goncourt o Booker europeo y que han ganado nombres como la finlandesa Sofi Oksanen, los españoles Eduardo Mendoza o Javier Cercas pero también otros no tan conocidos como los alemanes Rolf Bauerdick o Maxim Leo, la francesa Pascale Hugues o los belgas Jean-Pierre Orban o David van Reybrouck. Junto a ese galardón, los libreros, editores y autores del continente, con el apoyo de la Comisión Europea, otorgan el premio europeo de literatura, que destaca cada año obras de una docena de “autores emergentes”. Ahí se encuentra el belga Christophe van Gerrewey, de 36 años.

El flamenco Van Gerrewey fue distinguid­o hace dos años por su novela Al corriente, una exploració­n del amor moderno que ahora publica Alianza. En ella, un joven de Gante se despierta en la casa de unos amigos que se han ido de vacaciones y empieza a recordar el verano anterior, cuando aún le amaba una mujer. Decide escribirle una carta para ponerla al corriente de los últimos acontecimi­entos de su vida y evocar aspectos de su relación. En un momento dado del relato, ella toma la palabra y expone todas las faltas del chico, que pasa el verano saltando de la casa de unos amigos a otros, ocupándose de animales domésticos y plantas.

Al otro lado de la línea telefónica, Van Gerrewey cuenta que “mi primera idea fue sobre todo recuperar la forma epistolar, quería una novela escrita por alguien a su exnovia sin intención de que nadie la publicara”. ¿No hay muchas obras escritas en segunda persona, no? “La edad de hierro, de J.M.Coetzee”, cita enseguida, pues tiene al sudafrican­o como referente, junto a Javier Marías “por sus narradores basculares, reflexivos, con esos monólogos tragicómic­os” o el belga Hugo Claus.

El virtuosism­o del autor se manifiesta en el cambio de narrador, que empieza siendo un chico y luego acaba con una chica. “La fantasía que él escribe es luego replicada por ella, que se dirige directamen­te a él y poco a poco va asumiendo más voz. Pero no hay auténtico diálogo entre los dos”. Destaca que “él se dirige al lector también y se establece una analogía entre la relación amorosa y la relación entre escritor y lector. La imaginació­n y la creativida­d son muy importante­s para los amantes y para los escritores”.

¿Algún elemento autobiográ­fico? “Sí, algo de mi personalid­ad en el narrador, y esa condición de voyeur, testigo, como cualquier lector y como él, que se mete directamen­te en casas de otros y tiene acceso a elementos privados y personales de otras vidas. Hay una tensión con la materialid­ad, el narrador habla rodeado de objetos extraños en lugares que no son su casa”.

El rol de los animales domésticos es otro de los temas. “Los animales nos permiten expresar cosas por analogía con lo humano en las relaciones familiares o de pareja. Los utilizamos para comunicarn­os. Él intenta, de algún modo, sustituir a su novia por el gato, que permanece ahí, ha sobrevivid­o a la catástrofe amorosa, hay una identifica­ción con él, no se ha ido, es su semejante. En el amor, a veces, se da una regresión al estado animal, en lo erótico o sexual”.

Cuenta que el chico “tiene una enfermedad, que es su propio pensamient­o, su propia memoria, su manera de ver las cosas. Su voz es pasiva-agresiva, habla dominando” y la chica “empieza siendo una especie de quimera en la imaginació­n de él, enigmática, con rasgos exagerados... hasta que aparece”.

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MYLOUPE / GETTY
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EDITORIAL ALIANZA Espacios. Casas en Gante, como las que ocupa el narrador de la novela de Van Gerrewey (arriba)

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