Adiós a cuatro imperios
El fin de la Primera Guerra Mundial hace cien años modificó el mapa de Europa
El desenlace de la Primera Guerra Mundial, hace ahora cien años, sacudió el mapa de Europa y el de Oriente Medio, al liquidar cuatro imperios, tres de ellos en el bando perdedor –Alemania, Austria-Hungría y el imperio otomano– y el cuarto en el bando aliado, la Rusia zarista, derribada por la revolución soviética, cuyos líderes se salieron de la contienda antes de su fin. Aparte de los millones de muertos entre combatientes y civiles, y del hambre y la destrucción que dejaron exangüe a la mayor parte del continente, los corrimientos de fronteras hicieron surgir nuevos países, que estos días han conmemorado el centenario de aquellas agitadas fechas fundacionales.
El pasado lunes, 12 de noviembre, Austria rememoró su nacimiento como república, resultado de la caída del imperio austrohúngaro. La república austriaca se proclamó un día después del armisticio firmado por aliados y alemanes el 11 de noviembre de 1918. Ese mismo día 11, el emperador Carlos I de Austria-Hungría renunció al gobierno –que no al trono–, y puso así fin a casi 650 años de dominio político de la Casa de Habsburgo sobre Centroeuropa.
En 1914, al inicio de la Primera Guerra Mundial, convivían en ese imperio una docena de nacionalidades: austriacos, húngaros, italianos, checos, eslovacos, eslovenos, croatas, bosnios, montenegrinos, serbios, polacos, ucranianos y rumanos. De él surgieron en 1918 tres repúblicas: Austria, Hungría y Checoslovaquia (que en 1993 se escindiría en República Checa y Eslovaquia). Los otros territorios imperiales se unieron a Italia y Rumanía; o formaron el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos, que poco después se convertiría en el reino de Yugoslavia; o se reintegraron a Polonia, que había perdido su soberanía durante cien años. Su territorio estuvo controlado por los imperios ruso, alemán y austriaco. El pasado domingo 11, unos 200.000 polacos marcharon en Varsovia en el centenario de su renacimiento como país.
En Alemania, forzado por la catástrofe bélica y en un clima revolucionario, el káiser Guillermo II abdicó el 9 de noviembre, dos días antes del armisticio. “Los socialdemócratas proclamaron la república, y los socialistas proclamaron otra; empezaba la revolución, soldados y obreros crearon juntas populares, había un gran vacío de poder”, resume el historiador Bjoern Weigel, quien recuerda que “los pueblos europeos estaban exhaustos por la guerra, y el ejemplo de la revolución soviética se propagó en 1919, sobre todo en Alemania y Hungría”. En ambos casos el brote revolucionario fue sofocado con extrema dureza.
La Gran Guerra remató el ya maltrecho imperio ruso, acuciado por los desastres en el frente, las hambrunas y la ira popular ante la sangría humana –murieron más de dos millones de soldados–, que abonaron el terreno para la revolución bolchevique de 1917. Tras la forzada abdicación del zar Nicolás II en marzo de ese año y un breve gobierno, los bolcheviques tomaron el poder y su primera decisión fue salir de la guerra.
En marzo de 1918, Lenin firmó con Alemania y sus aliados el tratado de Brest-Litovsk (Bielorrusia). Ese tratado hizo perder a Rusia gran parte de sus territorios occidentales a favor de los imperios centrales, pero por poco tiempo, pues la definitiva derrota germana meses después hizo que los territorios se independizaran. Así nacieron Finlandia, los países bálticos (Estonia, Lituania y Letonia) –que volverían a quedar bajo dominio soviético en 1940–, y se engrosó la renacida Polonia.
El imperio otomano, que agonizaba desde el siglo XIX, recibió la estocada con la Gran Guerra, durante la cual inició el genocidio armenio, en el que murieron al menos un millón de personas. La pérdida de sus posesiones árabes tras la derrota enmarañó el futuro de Oriente Medio, codiciado por británicos y franceses, que se habían repartido en secreto los despojos ya en 1916 en los acuerdos SykesPicot: Líbano y Siria para Francia, Jordania e Irak para el Reino Unido. En 1917, la declaración británica de Balfour apoyando para después de la guerra “un hogar nacional judío en Palestina” acabó de irritar a los árabes.
La actual Turquía nacería como república algunos años después, en 1923, de la mano de Mustafa Kemal Atatürk, que se enfrentó a países vecinos y a Francia, y logró derrocar al acomodaticio sultán, que sólo quería salvar su trono.
Surgieron Austria, Hungría, Yugoslavia y Checoslovaquia, y se ampliaron otros países La pérdida de sus posesiones árabes trastocó el escenario de Oriente Medio