¿QUÉ ES LA METROLOGÍA?

“Invasiva, invisible e ignorada”, así define la metrología –la ciencia que tiene por objeto el estudio de los sistemas de pesas y medidas– José Ángel Robles, director científico del Centro Español de Metrología (CEM), y quizás una de las ciencias más antiguas que existen, ya que los seres humanos hemos medido, como suele decirse, desde el albur de los tiempos.

Según Carlos Granados, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid, “la metrología es la ciencia que tiene por objeto el estudio de las propiedades medibles, las escalas de medida, los sistemas de unidades, los métodos y técnicas de medición, así como la evolución de lo anterior, la valoración de la calidad de las mediciones y su mejora constante, facilitando el progreso científico, el desarrollo tecnológico, el bienestar social y la calidad de vida”.

Quizás no nos demos cuenta, pero vivimos invadidos de “medidas y de aparatos que miden por todos lados, en magnitudes que muchas veces llevan asociadas un precio”, dice Robles. Desde el taxímetro al recibo de la luz o las multas por exceso de velocidad, todo depende de una medición previa para establecer el importe del trayecto, la factura o la sanción económica por correr demasiado con el coche. Por tanto, a pesar de su invisibilidad y de que las ignoremos, que las medidas sean precisas y exactas –la metrología científica– es algo que todos agradecemos.

Por ejemplo en el comercio, las medidas exactas y protegidas –la metrología legal– evitan conflictos de intereses entre las partes y evitan litigios. O en salud, donde las medidas son un instrumento básico para el diagnóstico médico. También en el medio ambiente, las mediciones incorrectas de, por ejemplo, contaminantes en el aire pueden tener costes sociales. Y en la industria la metrología es fundamental en la calidad de la fabricación; o en seguridad y defensa, las medidas están presentes en el control de aduanas o en el de los aforos.

Hay estudios que han calculado los efectos económicos que tienen las medidas y el impacto que implica el hecho de que sean precisas o no.

En la Europa actual, las mediciones suponen un coste equivalente a más del 1% del PIB combinado, con un retorno económico equivalente de entre el 2% y el 7% del PIB.

En los años 90, la incertidumbre en los análisis de colesterol era del 10%. Eso quería decir que los médicos en caso de duda mandaban repetir los análisis ante el temor de estar ante un falso positivo. Pues dichos estudios han calculado que el coste económico de esta medición con este grado de incertidumbre puede suponer el 10% del PIB de un país.

En España, a los contadores de la luz se les permite –legalmente– una inexactitud de hasta el 2%, aunque en la mayoría de los actuales esta no llega al 0,01%. Pues ese 2%, para un consumo típico de 200 kw/h, supondría un incremento de 27,52 euros en el recibo de la luz, para un total de 164 millones de euros a nivel de todo el país.

¿Y qué coste tendría si no tuviéramos medidas exactas? Pues una desviación del 0,05% se ha calculado que puede llegar a significar 581 millones de euros del PIB.