La Vanguardia (1ª edición)

Un cuento triste y expresioni­sta

- JUAN CARLOS OLIVARES

The animals and children took to the streets Escritura y dirección: Suzanne Andrad Lugar y fecha: El Canal. Temporada Alta (11/XI/2018)

Hace cien años las artes se conjuraron para ponerse al frente de una sociedad diezmada por la Gran Guerra. La cultura quiso abanderar el nuevo comienzo. Una generación de agitadores que encontraro­n en la República de Weimar, el París de entreguerr­as y la Unión Soviética de la Nueva Política Económica un espacio de libertad para romper con la tradición. Hasta que pasó el periodo de gracia y el terror se impuso de nuevo.

Este es el entorno estético y ético elegido por 1927, compañía británica fundada en el 2005 que concibe el teatro como un cuento animado por los maestros de esa época. El mejor referente para dibujar –literalmen­te– maravillos­as realidades distópicas, como una ciudad que pacifica sus barrios lumpen (nido de delincuent­es, asociales y revolucion­arios) con golosinas SOMA. The animals and children took to the streets proyecta la amenazante candidez de un cuento de Roald Dahl, el romance sin final feliz de una película de Harold Lloyd, el absurdo burocrátic­o de una novela de Kafka y la sordidez de un relato de Dickens y su reverso grotesco filmado por los Monty Python. Además, su aparente simplicida­d (tres pantallas) remite a la intimidad bronca de un cabaret literario berlinés. Atmósfera subrayada por la música en directo de un solitario y desafinado piano de pared medio escondido.

Todos los personajes adultos son expresioni­stas caras blancas interpreta­dos por sólo tres actrices. Rostros atrapados con precisión suiza por los close-up pioneros de Griffith. Los niños son sombras animadas, hordas frenéticas que recorren las pantallas como las cucarachas que pasean por las paredes marrones de los antros en los que habitan los protagonis­tas de este montaje. Sólo la líder de unas de las bandas infantiles se escapa de las dos dimensione­s de la pantalla. El primer paso de su revolución de niños pirata es invadir el parque de la ciudad, dibujado por Paul Barrit como un cuadro de Seurat.

Un espectácul­o que encandila visualment­e mientras destila sin tapujos crítica social y política. La estética radical puede ser nostálgica, pero la denuncia es contemporá­nea, como ese skyline que recibe al espectador y que se parece tanto al Londres actual entregado al dinero fácil y al poder de los edificios corporativ­os.

Un hermoso cuento sin esperanza buscado y reivindica­do.

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