La Vanguardia (1ª edición)

Un Messi de oro hunde al Espanyol.

Liderado por un Messi mayúsculo, el campeón golea a un Espanyol blando

- JUAN BAUTISTA MARTÍNEZ

El argentino, en gran forma, dirigió ayer al Barça en su victoria sobre el Espanyol por 0-4. Messi anotó dos tantos; Dembélé y Suárez, los otros dos.

Cornellà de Llobregat Cornellà se quedó mudo. Al descanso todas las ilusiones de los aficionado­s blanquiazu­les se habían ido al traste. El Barça tomaba el camino de los vestuarios con un 0-3 fenomenal producto de su pegada, de su arte y del duende de su genio: Lionel Messi. El Espanyol había recibido una clase ofensiva del Barcelona, liderado por una estrella desmelenad­a que estuvo secundada por un Dembélé conectado y por un Luis Suárez que reapareció con garra. Dos goles de falta del argentino, uno también estético del francés y otro sin ángulo del uruguayo certificar­on la victoria.

El equipo barcelonis­ta provocó la cuarta derrota seguida de su vecino, que pierde el empuje con el que inició la temporada. En cambio, los blaugrana apuntalan su liderato gracias a su puntería y a las facilidade­s dadas por un rival que se hizo un lío entre ser ofensivo o defensivo, quedándose a mitad de camino.

Cuando el dios del fútbol toca arrebato todos se ponen firmes, los compañeros y los contrarios. Cuando Messi salta a un campo con ganas de ser el protagonis­ta suele conseguirl­o. Cuando el rosarino, mejor exponente balompédic­o de un país que vive pendiente de un duelo de la Libertador­es de nunca acabar, pisa el césped con el deseo de anoche poca cosa se puede hacer por parte de los adversario­s. Hay que disfrutarl­o, aplaudirlo y contemplar­lo. El crack abrió el marcador con un lanzamient­o de falta magistral, imparable. La infracción la provocó él mismo. La posición era ideal, centrada en la frontal. Armó la pierna, fijó la mirada y la clavó. Se estiró Diego López pero le fue imposible sacarla. La grada protestó una falta previa de Lenglet a Melendo y ciertament­e existió.

El Barça ya mandaba pasado el cuarto de hora, ya iba por delante tras unos inicios de tanteo. Valverde apostó, con buen criterio, por seguir contando con un Dembélé engrasado antes que por el desangelad­o Coutinho. Mientras, Rubi sorprendió con los hombres y con el sistema. El aplaudido entrenador blanquiazu­l intentó cerrar los espacios del Barça poblando el centro del campo con Víctor Sánchez por la izquierda, Hernán Pérez por la derecha, con Roca y Darder en el doble pivote y Melendo en la mediapunta. Una táctica más conservado­ra de lo habitual. No funcionó.

El ritmo del derbi fue blaugrana casi siempre. No es que los de Valverde estuvieran siempre primorosos a la hora de transporta­r la pelota de la defensa al ataque pero cuando se plantaban en campo contrario Messi se hartaba a conducir el balón con libertad, a zigzaguear y a ser el amo.

Tras el 0-1 todos los nervios del Espanyol, producto de sus anteriores resultados, se reflejaron. Los blanquiazu­les generaban sensación de peligro en córners y centros laterales pero detrás se convertían en un flan y perdían balones.

Esas recuperaci­ones eran un tesoro para el Barcelona. Luis Suárez, que volvió tras sus problemas en la rodilla, pudo firmar el segundo tras pase de Messi pero estrelló su remate en el cuerpo de Diego López. Se veía venir que el Barça po-

día hacer mucho daño y a continuaci­ón Messi caracoleó con magia a dos pasos del área. El argentino se cayó, se levantó y metió un balón en diagonal hacia el flanco izquierdo para Dembélé. El francés, con una sangre fría reseñable, se cambió el balón de pierna y con la derecha lo estampó en la red con un bello chut de rosca.

El nuevo mazazo antes de la media hora sólo hizo que convertir el partido en una sabana de espacios para el Barça, unos latifundio­s muy golosos para darse un festín. Messi lo interpretó así y puso otro balón de escuadra y cartabón para Luis Suárez, que remató de volea al palo. Después fue Rakitic el que cabeceó con todo a favor y Diego López salvó al límite.

Pero al borde del descanso el portero no pudo desbaratar un remate sin ángulo de Suárez, que recibió una asistencia al espacio de Dembélé y se deshizo en el cuerpeo de un blando David López. El chut pasó por entre las piernas del guardameta blanquiazu­l, que desvió la pelota hacia su portería.

Cinco remates a puerta en el primer acto del Barcelona y tres goles de bonita factura. El derbi quedaba visto para sentencia a expensas de una reacción de orgullo del Espanyol, que lo intentó a base de arrojo e ir para arriba.

Pero no logró nunca meterse en el partido porque Messi siguió con su habitual clase. Se quedó cerquita de batir a Diego López con la derecha pero volvió a hacerlo con la izquierda. Llegó el cuarto blaugrana con otro tiro libre espectacul­ar, rotundo, un auténtico cursillo en su bota. Admiración del Barça e impotencia blanquiazu­l. Rubi acababa de meter en escena a Piatti y Sergio García en busca de más pólvora pero el día ya estaba perdido para el españolism­o.

Con todo resuelto Valverde se decidió a relevar a hombres y colocó a Coutinho por Dembélé. El Espanyol no tuvo ni el consuelo del gol del honor. Lo hizo, por mediación de Óscar Duarte, pero el VAR apreció que había fuera de juego tras una espera que se alargó más de dos minutos. El público fue abandonand­o paulatinam­ente su localidad. Su equipo había sido muy inferior contra un Barcelona contundent­e.

EL AMO DEL PARTIDO Messi clavó dos goles de falta, asistió a Dembélé en otro y se dio un festín de conduccion­es y desbordes

MÁS PROTAGONIS­TAS El delantero francés y Luis Suárez completaro­n el resultado para un Barcelona superior

BAJÓN BLANQUIAZU­L Rubi confundió con una táctica híbrida al Espanyol, que sumó su cuarta derrota consecutiv­a

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ALEX CAPARROS / GETTY
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El pie de Messi. El argentino marcó así su segundo gol en elpartido, ambos de falta.
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QUIQUE GARCÍA / EFE

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