Desafíos y oscilaciones
La gestión que hace el centroderecha alemán representado por la CDU del creciente populismo xenófobo; y el repunte del precio del petróleo tras una prolongada caída.
ANGELA Merkel ya tiene sucesora al frente de la CDU. Su delfina Annegret Kramp-Karrenbauer, de 56 años, se impuso el viernes por un estrecho margen (517 votos contra 482) a Friedrich Merz y reemplazará a la canciller al frente de la gran formación de la derecha alemana. La noticia es relevante para la CDU, que en los últimos años ha perdido fuerza, debido a su política pro inmigración –Alemania ha acogido a un millón y medio de emigrantes desde el 2015–, y que se halla dividida a causa de ello. Pero también es relevante a escala europea, en un momento de avances de las formaciones de extrema derecha, que alcanza ya a España con el ingreso el pasado domingo de Vox en el Parlamento andaluz.
Tras permanecer dieciocho años bajo la dirección de Merkel, la CDU pasa ahora a manos de Kramp-Karrenbauer, que le garantiza la continuidad de su línea centrista, aunque la nueva líder está algo más a la derecha que Merkel (así lo avala su propuesta, respaldada por los congresistas, de que el conservador Paul Ziemiak la suceda en el cargo de secretario general). En cualquier caso, no tanto como Merz, un financiero que volvía a la primera línea de la política catorce años después de apartarse tras un rifirrafe con Merkel, convertido ahora en multimillonario.
Kramp-Karrenbauer tendrá como primer objetivo recomponer la unidad de la CDU. Y, acto seguido, mantener y fortalecer el perfil de su formación, referencia en Alemania y en Europa. Entre otros motivos, porque hasta la fecha el partido conservador alemán se ha resistido a pactar con los ultraderechistas de la AfD, que siguen creciendo, y ha establecido una clara línea divisoria entre las formaciones que defienden los valores fundacionales de la Unión Europea y aquellas que no.
No es esta una posición siempre secundada en estos tiempos de populismos, pero sí es una posición que debe ser defendida a toda costa. Siempre fue necesario hacerlo. Y más lo es ahora. Un vistazo a la escena política continental nos recuerda que los movimientos populistas y ultraderechistas tienen ya una presencia consolidada en toda Europa. En la propia Alemania, AfD obtuvo en las elecciones de octubre una considerable representación en el Bundestag (92 de los 709 diputados). Marine Le Pen, ahora al frente de la Agrupación Nacional, logró en la segunda vuelta de las últimas presidenciales francesas nada menos que once millones de votos. La Liga participa en el Gobierno de Italia y ha colocado a Matteo Salvini como su hombre fuerte. También en Austria los ultraderechistas del FPÖ son socios de gobierno de los conservadores. Por no hablar del partido Ley y Justicia que gobierna en Polonia o del Fidesz que hace lo propio en Hungría, etcétera.
Nada hace pensar que Kramp-Karrenbauer vaya a poner obstáculos para que Merkel, relevada ya al frente de la CDU, siga como canciller hasta el 2022, conforme a su voluntad. Esto evitaría turbulencias en las aguas de la derecha alemana y permitiría a Kramp-Karrenbauer prepararse para luchar, llegado el día, por la cancillería. De momento, las declaraciones que efectuó ayer son de perfil constructivo: “No es suficiente –dijo– con atacar al rival político. Tenemos que tener nuestras propias ideas”, en defensa de una “Europa resistente a la eurocrisis y con intereses de seguridad comunes”. Ojalá sea así. Porque, en esta hora de avance de los populismos, una CDU reforzada y comprometida con los principios fundacionales de la Unión Europea es más necesaria que nunca.