El puzle de Mueller empieza a encajar
Las pesquisas del fiscal especial documentan el temprano interés del Kremlin en la campaña de Trump
Huye de las cámaras. Entra y sale de su despacho por un parking subterráneo. Si tiene que entrevistarse con los abogados de la Casa Blanca, son ellos los que van a él, no al revés. Su oficina está blindada contra filtraciones y no ha intervenido en público desde que hace 19 meses Donald Trump tomó una de las decisiones de las que más se ha arrepentido desde que llegó a la Casa Blanca: nombrarle fiscal especial para investigar la injerencia rusa en las elecciones del 2016. Pero Robert Mueller ha empezado a hablar y lo ha hecho sin abrir la boca, a través de documentos judiciales que dicen mucho y sugieren aún más de dónde está su investigación.
Las piezas del puzle empiezan a encajar. Lo que se perfila es una imagen demoledora del empresario devenido presidente, los asesores y lobbistas de los que se rodeó en su campaña (extraordinariamente receptivos a los anzuelos políticos y económicos lanzados por el gobierno ruso tan pronto como anunció su candidatura) y una Casa Blanca involucrada en diferentes intentos de ocultar la verdad a la opinión pública. Todo esto a riesgo de hacerse susceptible de chantaje por parte de Moscú, porque durante todo este tiempo el Kremlin ha sabido que Trump y su equipo mentían.
No consta que Mueller tenga pruebas de que Trump estaba al tanto de los contactos de su equipo con el Kremlin y sus intermediarios. Las informaciones aportadas por los fiscales en los juicios a Michael Cohen (abogado personal, antiguo amiguito del alma de Trump, y vicepresidente ejecutivo de su emporio empresarial) y su exjefe de campaña, el lobbista Paul Manafort, chocan sin embargo con sus continuas alegaciones de que no tuvo ningún contacto con Rusia ni tenía intereses en el país cuando era candidato. Además, por primera vez relacionan al presidente con un doble delito de violación de las leyes sobre financiación electoral
Una de las nuevas piezas conocidas el viernes es la oferta realizada a Cohen por “una persona de confianza” del gobierno ruso al equipo de campaña de Trump para instaurar “sinergias políticas” y “de gobierno” en noviembre del 2015. El contacto aseguraba poder arreglar una reunión entre el empresario y Putin que tendría un impacto “fenomenal” en términos políticos y “de negocios”, porque no había mejor garantía para sus planes de construir una torre Trump en Moscú que el aval del presidente ruso. Cohen descartó el ofrecimiento porque en paralelo él mismo había contactado con el Kremlin a través de otra persona. El abogado reconoce ahora que habló con Trump ya en septiembre del 2015 sobre contactar a Putin sobre sus planes inmobiliarios en la capital rusa, con vistas a organizar una reunión durante la cita anual de la ONU.
Aunque la Casa Blanca defendió que los contactos sobre la inversión en Moscú acabaron antes de las primarias republicanas, Cohen afirma que duraron al menos hasta junio del 2016, cuando Trump ya era de facto el candidato presidencial republicano. Aquí y allá, Mueller deja caer que tiene documentos, grabaciones y mensajes que corroboran sus informaciones.
Ya lo dijo el propio Trump cuando Cohen fue al juez para declararse culpable de mentir al Congreso sobre el proyecto de Moscú: estaba haciendo campaña pero era ante todo un empresario y era muy probable que no ganara las elecciones, así que ¿para qué desperdiciar oportunidades? La torre no se construyó pero los contactos continuaron con Trump elegido presidente. El testimonio prestado por su exasesor de seguridad nacional –Michael Flynn, que ha admitido que se reunió con el embajador ruso para hablar de su futura política de sanciones y una resolución de la ONU sobre Israel– ha sido tan valioso que Mueller recomendó esta semana no dictar una pena de prisión porque inicialmente mintiera al FBI.
Ni Cohen ni Manafort, que prometió cooperar pero según el fiscal
Agentes rusos ofrecieron “sinergias políticas” y beneficios económicos a los asesores del presidente
ha persistido en sus mentiras, tendrán tanta suerte. Los fiscales de Nueva York se muestran muy duros con la conducta inmoral del abogado al comprar el silencio de dos examantes de Trump (Stormy Danniels y Karen McDougal) para “influir” en las elecciones. Afirman que no les ha contado todo lo que sabe y reclaman un condena sustanciosa. A la vez, por primera vez sugieren que el presidente colaboró en dos delitos de violación de las leyes sobre financiación de campañas electorales: si el abogado pagó unos 250.000 dólares a las mujeres para que callaran sus affaires lo hizo “bajo la dirección” del “individuo 1”, como se refieren a Trump.
Mueller, en cambio, recomienda que la condena de Cohen por mentir al Congreso y al FBI considere como atenuante su actual cooperación. Asegura que les ha dado información relevante y contrastada por otras vías sobre su papel y el de otras personas en estos hechos, además de datos de otros contactos rusos e “información relevante y útil” sobre sus tratos con personas conectadas con la Casa Blanca en el 2017 y el 2018, lo que sugiere un intento de obstrucción de la justicia al participar en la preparación de su falso testimonio que Cohen presentó al Congreso en agosto del año pasado.
A pesar de la gravedad de los hechos investigados, Trump se declaró “muy feliz” por los papeles de Mueller y exigió el final de la investigación. Si no la cierra pronto, le queda la opción nuclear: darle carpetazo él mismo.