La Vanguardia (1ª edición)

Que vuelva la filosofía

- Norbert Bilbeny

El Congreso aprobó por unanimidad la vuelta de la filosofía a la enseñanza secundaria. Es decisión del Gobierno aplicarla o no tal como han pedido los parlamenta­rios. Se trata de incorporar la ética en cuarto curso de ESO e introducir la filosofía en primer y segundo curso de bachillera­to. Veremos en qué queda.

Algunos pueden pensar que esta medida es excesiva. Pero hay razones para pensar que no lo es. Para la sociedad y para el individuo la filosofía, y en particular la ética, una de sus ramas, es fundamenta­l. Estamos en un cambio de época y la identidad personal también cambia. Los hechos van más deprisa que pensarlos. Este es un tiempo de perplejida­d y de desorienta­ción valorativa. Lo mismo ocurrió en la antigua Atenas de Sócrates y Platón y en la moderna Europa de D’Alembert y Kant. Estas dos épocas, las más florecient­es de la filosofía occidental, vivieron también en un cambio de época: el paso a la ciudad organizada y democrátic­a, en el siglo V a.C. y la entrada en la sociedad urbano-industrial, en el XVIII. Hoy el cambio es la transición a una sociedad metropolit­ana e intercultu­ral. Este paso no se hace sin resistenci­as, como lo fueron, en Grecia, la tiranía y los mitos, y en el XVIII europeo, la aristocrac­ia y el clericalis­mo. Nuestras principale­s resistenci­as son, de un lado, el planeo de los intereses y la ideología de una globalizac­ión capitalist­a sin alma y, de otro lado, el agarre al Estado nacional y a las identidade­s monolítica­s.

Pero es mejor que los cambios nos cojan pudiendo pensar y decidir. Eso nos cuesta. La Tierra da vueltas a enorme velocidad alrededor del Sol y este en torno al centro de la Vía Láctea. Pero no sabemos alrededor de qué giran hoy un mundo y un individuo también a toda prisa. El cambio climático, la desigualda­d económica, las migracione­s, los choques étnicos, los fanatismos, la revolución genética, la crisis del trabajo, todo eso y más no nos puede pillar despreveni­dos o corriendo sólo tras el dinero. Mientras, podemos preguntarn­os: ¿hemos mejorado como seres humanos? ¿Hay realmente un progreso general? ¿Para qué sirve el conocimien­to?

Por eso la filosofía, que enseña a pensar bien y sobre lo más importante, debe volver a la enseñanza, justo en una etapa tan crucial en la educación de una persona como es la adolescenc­ia. Hagámosla actual, busquemos la complicida­d del estudiante y será más difícil que nos la vuelvan a quitar. Que después de la espera, la vuelta sea prometedor­a.

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