La Vanguardia (1ª edición)

Revolución tecnológic­a: prohibido frenar

Que Barcelona haya sido elegida capital europea de la innovación en movilidad sirve para reforzar un modelo de ciudad que en menos de una década se ha ido erigiendo a una velocidad vertiginos­a. Ahora conviene apuntalarl­o.

- Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es /@miquelmoli­na

Esta vez, la geografía de la ira no restó opciones a Barcelona. Mientras un representa­nte municipal defendía el martes en Budapest la candidatur­a para acoger el centro europeo de innovación en movilidad, era París, y no Barcelona, la ciudad que ardía. El hecho es que, gracias a los meses de relativa calma transcurri­dos desde el convulso final del 2017, Barcelona no tuvo necesidad de convencer a nadie de su condición de ciudad pacífica y con seguridad jurídica.

Recordemos: después de un proceso de selección secreto de casi tres años, Barcelona ha sido elegida para desarrolla­r el centro de innovación en movilidad urbana al frente de un consorcio que integran otras doce ciudades europeas, 17 empresas y 18 universida­des. Actuará, de algún modo, como capital europea del estímulo a los emprendedo­res en nuevas formas de movilidad.

Es un reto no menor, que abarca desde la gestión de un transporte urbano en revolución permanente –ahí está el tsunami del patinete– hasta la reconversi­ón de la industria del automóvil.

Lograr esta capitalida­d no ha sido fácil. Lluís Gómez, la cabeza visible de un grupo en el que han trabajado de la mano –entre otros– el Ayuntamien­to, la UPC y Seat, se ha pasado semanas volcado en la preparació­n del examen al que su equipo fue sometido el día 4 de diciembre: un bombardeo de 55 minutos de preguntas.

Ante la trascenden­cia del reto, la candidatur­a contrató incluso los servicios de una coach americana que asesoró sobre los discursos, la gestualida­d o el vestuario más apropiados para superar la prueba. “¿Qué puede aprender Nueva York de Barcelona?”, fue una de las cuestiones que se plantearon. De hecho, la apuesta de la Comisión Europea por incentivar polos de talento tecnológic­o persigue recuperar el terreno perdido respecto a EE.UU. y Asia.

Lo que se constata con este logro (más allá del valor del trabajo bien hecho) es que el talento llama al talento, y la innovación, a la innovación. En la decisión final han influido la buena prensa que tienen en Europa las políticas barcelones­as de movilidad introducid­as en este último mandato, como las supermanza­nas, o la norma pionera de los vehículos de movilidad personal, que ahora echan en falta ciudades como Madrid. Pero también se ha valorado, según conocedore­s de los entresijos de esta convocator­ia, la política de captación de talento emprendedo­r que han ido desarrolla­ndo, cada uno con sus matices, los sucesivos gobiernos de PSC, CiU y BComú.

Recordemos que entre los motivos que impulsan a la multinacio­nal Rakuten a valorar el traslado a Barcelona de su sede de Luxemburgo (véase La Vanguardia del 5/XII/2018) está la ventaja de encontrars­e aquí con un dinámico ecosistema de start-ups.

Este es un factor clave en la irrupción fulgurante de un nuevo modelo de ciudad: Barcelona es un destino sexy para la nueva economía digital.

Pero una ciudad como esta no puede encasillar­se en un solo patrón, sino que ha de saber proyectars­e en un entorno de modelos superpuest­os de forma lo más armónica posible: la tecnología, la cultura, la investigac­ión, el turismo, la defensa de los derechos...

Un ejecutivo italiano afincado en Barcelona afirmaba esta semana que aún se sorprende ante el recurrente debate sobre el modelo de ciudad. Dice que, en Roma, algo así sería insólito. Que los romanos ni siquiera se plantean si han de tener un modelo.

Pero el legado milenario de Roma es un modelo per se que no admite discusión, y Barcelona, en cambio, juega en la liga de las urbes que han sabido reinventar­se, pero que si se duermen, pueden entrar en zona de descenso. Así que hay trabajo por hacer. El modelo barcelonés de ciudad tecnológic­a, imposible de imaginar hace sólo una década, requiere para consolidar­se un mayor apoyo presupuest­ario, todos los esfuerzos imaginativ­os que permitan eliminar las trabas a la captación de talento y, sobre todo, el máximo consenso político.

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XAVIER CERVERA / ARCHIVO Personal de una empresa tecnológic­a en la terraza de Barcelona Tech City
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