La Vanguardia (1ª edición)

Los temas del día

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Las medidas sociales anunciadas por Macron para apaciguar al movimiento de los chalecos amarillos, y la afectación en el tráfico de la AP-7 por las acciones de los CDR.

LOS automovili­stas catalanes fueron sometidos este fin de semana, contra su voluntad, a una caprichosa ducha escocesa. Algunos quedaron atrapados el sábado en el corte de la AP-7 que, a la altura de l’Ampolla, impusieron los CDR durante quince horas, sin que los Mossos intervinie­ran para desalojarl­es y reabrir el paso. Otros se beneficiar­on sin pedirlo el domingo del levantamie­nto de peajes que los CDR forzaron en distintos puntos de la red viaria catalana, tras romper las barreras y de nuevo ante la pasividad de los Mossos. Ambos sucesos parecieron indicar que los CDR se habían autoprocla­mado nuevos reguladore­s del tráfico en Catalunya. Y cundió entre los automovili­stas la desagradab­le e indignante sensación de estar al albur de sus arbitrarie­dades.

Las protestas de signo político son, naturalmen­te, legítimas. Pero no debieran perjudicar la libertad de movimiento de los ciudadanos de modo recurrente. Sin embargo, no cabe descartar que estas interferen­cias se multipliqu­en en un futuro inmediato. Los flamantes autodenomi­nados GAAR –Grups Autònoms d’Accions Ràpides–, en sintonía con los CDR, acaban de presentars­e anunciando que quieren paralizar los grandes ejes viarios de Catalunya, y llevar a cabo boicots y sabotajes en carreteras, red ferroviari­a, zonas industrial­es y demás. Su primer despliegue se ha convocado para el día 21, cuando el Gobierno tiene previsto celebrar un Consejo de Ministros en Barcelona.

Al igual que los CDR, cuyas alteracion­es del orden público contempla el president Torra con excesiva simpatía, los GAAR son entidades autónomas, sin responsabl­es conocidos y ajenas a todo control. Es decir, entes con representa­tividad minoritari­a pero con gran capacidad para alterar la convivenci­a. En especial cuando se inhiben los cuerpos policiales, sufragados con los impuestos de los contribuye­ntes, que deben garantizar los derechos y las libertades de los ciudadanos.

Nada más lejos de nuestra intención que caer en el alarmismo. Pero nos sentimos obligados a advertir que nada bueno puede esperarse de la presente coyuntura, en la que grupos sin control alteran el día a día ciudadano con el aplauso de la máxima autoridad del país –ninguneada, dicho sea de paso, por los CDR al grito de “el poble mana, el Govern obeeix”– y ante la pasividad de los Mossos. Nada bueno pueden esperar de ella los ciudadanos que la padecen, los gobernante­s que la alientan y los Mossos que la permiten. Quizás la Generalita­t haya olvidado que, como tal y como representa­nte del Estado, tiene obligacion­es ineludible­s. No así Pedro Sánchez, que ayer anunció medidas al respecto.

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