La Vanguardia (1ª edición)

Obrador se cubre de simbología

El nuevo presidente gana popularida­d entre el pueblo mexicano con gestos solidarios y recuerdos de la revolución

- ANDY ROBINSON Ciudad de México Enviado especial

Los analistas bursátiles y los expertos en los think tanks de Washington y Madrid segurament­e lo tacharían de un gesto populista, típico del nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador.

Pero respirar el aire perfumado a pino y disfrutar de la paz de la finca presidenci­al de Los Pinos, abierta al público por primera vez en la historia, se entendía de forma distinta para quienes paseaban por el nuevo parque el pasado domingo.

“Los Pinos es un gran espacio; parecía un poco injusto que sólo una persona pudiera disfrutarl­o”, dice Gustavo Garrido, 19 años, que miraba los jardines y la bandera nacional delante de la entrada del recinto donde se encuentra la residencia presidenci­al. Horas después de la toma de posesión de López Obrador el sábado 1 de diciembre se abrieron las puertas metálicas, y los primeros visitantes entraron en el parque y se fotografia­ron ante un letrero que anunciaba en grandes letras blancas: “Bienvenido, pueblo de México a Los Pinos”.

López Obrador ha roto la tradición de 14 presidente­s anteriores que han vivido en la residencia de Los Pinos desde que Lázaro Cárdenas decidió en 1934 abandonar la tradición anterior de vivir en el castillo de Chapultepe­c, en el bosque colindante a Los Pinos. Obrador no quiere una residencia oficial. “Voy a vivir en una casa normal, de interés medio”, explicó en una entrevista días atrás. Está buscando una vivienda para su mujer y su hijo más pequeño, de ocho años, en el centro de la ciudad cerca del Palacio Nado cional donde el nuevo presidente celebra una rueda de prensa todos los días a las siete de la mañana.

Abrir Los Pinos al público ha sido un gesto simbólico magistral. “Para nosotros, los mexicanos, nos da un lugar; antes, las autoridade­s no quisieron darnos lo que es nuestro; pensaban que haciendo un castillito, nadie los podía tocar; eso no era democracia sino otra cosa”, dice Ángel Murillo, jubilado de 61 años, que visita el parque con su familia.

Las 60 hectáreas de Los Pinos abiertas al público se juntan con el enorme bosque de Chapultepe­c donde miles de ciudadanos suelen venir los fines de semana para pasear y visitar el castillo donde se exponen los grandes murales de artistas como David Alfaro Siqueiros y Juan O’Gorman.

La parte interior de Los Pinos donde está la antigua residencia presidenci­al y varios edificios que serán utilizados como oficinas gubernamen­tales, también será abierta dos o tres días de la semana.

Mientras los mercados financiero­s reaccionan con alarma ante su programa económico, Obrador ha ido consolidan­do su popularida­d en los meses transcurri­dos desde su victoria electoral en julio, llegando a casi el 80% de apoyo en los sondeos. Una serie de medidas con una fuerte carga simbólica ha sido clave así como el ejemplo personal.

Horas después de tomar posesión se anunció que el avión presidenci­al ya iba rumbo a California para ser vendido. Obrador sólo usará vuelos comerciale­s. Mientras su antecesor, Enrique Peña Nieto, se desplazaba en un convoy de 4x4 blindado, Obrador se mueve por la ciudad en su propio coche, un compacto de Volkswagen, color blanco. Rehúye las medidas de seguridad y muchos periodista­s se han mostra- sorprendid­os de comprobar que no hay control en la entrada de las ruedas de prensa matutinas.

López Obrador ha anunciado recortes del 40% del salario presidenci­al así como rebajas a los salarios de todos los altos funcionari­os, algunos de los cuales cobran hasta 30.000 euros al mes frente al salario mexicano de sólo 4 euros al día. La decisión ha desatado una serie de demandas judiciales de jueces y burócratas de élite.

El nuevo presidente eliminará también las generosas pensiones de los expresiden­tes mexicanos. Estas medidas difícilmen­te ayudarán a bajar el déficit público tal y como ha prometido. Pero cuando dice

Obrador se baja el sueldo, convierte la finca presidenci­al en un parque y recupera la figura de Zapata

que “el servicio público no está para ganar dinero”, es una declaració­n de principios que convence a muchos mexicanos. Al mismo tiempo, Obrador ha cambiado la simbología visual del Estado mexicano. El emblema que se expone en el telón de fondo de sus comparecen­cias públicas es un dibujo que parece una ilustració­n de un libro de texto escolar de los héroes de la independen­cia y de la revolución mexicana. En los documentos oficiales el logotipo será la cara del líder campesino y revolucion­ario Emiliano Zapata.

La ceremonia indígena en la que participó Obrador después de tomar posesión el 1 de diciembre en la plaza del Zócalo es otro ejemplo de la importanci­a que el presidente concede a los símbolos. Hipólito Arriaga, el gobernador de los pueblos indígenas, le entregó un bastón simbólico en el que están grabados los nombres de las 68 lenguas de etnias originaria­s de México. Obrador lo recibió de rodillas. “Arrodillar­se ante un indígena es fuertement­e simbólico”, advierte Francisco Báez Rodríguez, el director del periódico Crónica. “Tenemos un presidente que sabe utilizar los símbolos para consolidar su poder”, resume.

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PEDRO MERA / GETTY El nuevo mandatario se arrodilla ante un representa­nte del pueblo indígena mexicano tras su toma de posesión el 1 de diciembre
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