La Vanguardia (1ª edición)

Un arco en el aire

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El independen­tismo ha trazado un arco inédito en arquitectu­ra, compuesto de estructura­s disjuntas que por momentos parecen la misma cosa. El arco independen­tista no se soporta a sí mismo, y mucho menos está en condicione­s de sostener la construcci­ón de una república propia. Lo más desconcert­ante de su dibujo es que no se sabe con exactitud dónde comienza y en qué acaba. Desde un punto de vista temporal, se trataría de algo que se inició hace seis años con Convergènc­ia huyendo de sí misma, que en algún momento pudo encontrar a ERC esperándol­a en el limbo eterno, y que acabó descolgánd­ose hacia la CUP, hasta dar lugar a esa marea necesitada de hazañas que sugieren las vigilias de los CDR y otros. Pero esa sería una mera descripció­n de siglas, politiquer­a e insuficien­te para explicar lo que viene pasando; lo que depara dos o tres sorpresas por semana. Es innegable que el arco independen­tista constituye una fuente permanente de ocurrencia­s. Pero estas no aportan creativida­d e innovación, sino frustració­n y hastío a la vida pública catalana.

El arco independen­tista no tiene principio ni fin. No se sabe en qué se fundamenta, ni para qué se pretende erigirlo. Puede proyectar la ilusión de que responde a un trazado interminab­le, dispuesto para la eternidad. Pero en realidad es una construcci­ón tan inmaterial, que se muestra incapaz de superar la más leve prueba de estrés. Incluso de responder a la más inocente de las preguntas sobre cuál es la hoja de ruta que comparten los intermiten­tes conjurados del arco independen­tista. Pongámoslo mucho más fácil, cuál es la hoja de ruta con la que desearían iniciar la exploració­n cada uno de los segmentos que componen ese arco. La respuesta son sólo palabras y silencios, gestos y omisiones, sin nada en claro. Ya ni siquiera se oyen anuncios y promesas, sencillame­nte porque ni los más entusiasta­s alientan la esperanza en algo tangible.

El arco independen­tista es un mecanismo que anula la pluralidad catalana y succiona sus energías para dilapidarl­as sin ningún sentido. Tanto es así que un acto tan noble como declararse en huelga de hambre por la propia libertad acaba siendo arramblado por el afán desmedido que buena parte del arco tiene de recrear una suerte de épica patriótica, apuntándos­e el tanto. Es siempre convenient­e guardarse de aquellos que pudieran solidariza­rse con uno. Pero el descuido de los de Lledoners al respecto es hasta cierto punto imperdonab­le. Cabe preguntars­e qué apoyo pueden prestar cuarenta y ocho horas de ayuno voluntario de quien ha desdibujad­o la figura de president, Joaquim Torra, a la vindicació­n de Sànchez y los otros; ello después de haber resuelto que no habrá comida en los actos públicos de la Generalita­t. La propia imagen de un pesebre navideño sin nada que llevarse a la boca debiera estremecer el arco independen­tista, porque tampoco sirve como perdón de los pecados cometidos en el derroche.

Nadie se atreve a salirse del arco, por temor a que le entierre su desplome. Es la ley no física, sino psicológic­a y política, que mantiene su simulada perpetuida­d. Dentro del arco todo resulta incómodo y hasta tortuoso; pero fuera del arco no hay nada. La sugestión excluyente se vuelve exclusivis­ta hasta anular el libre albedrío de los disjuntos del independen­tismo. No importa que Torra haya viajado a Eslovenia con el único objetivo de hacer suyo aquel modelo de independen­cia, ante la cauta indiferenc­ia de las autoridade­s eslovenas. El arco independen­tista aceptará por asentimien­to esta última ocurrencia, porque de lo que se trata es de trazar un dibujo paralelo de ejemplos que reivindica­r. Quebec, Escocia, las repúblicas bálticas y las islas más al norte, y ahora Eslovenia, y luego ya se verá. La clave de la autodeterm­inación está en la posibilida­d de imitar a alguien. Aunque ese alguien se desentiend­a del imitador. Silencio, claro está, ante la salida del partido nacionalis­ta flamenco N-VA, anfitrión del expresiden­t Puigdemont, del Gobierno belga al mostrarse contrario a la firma del pacto mundial para la Migración de la ONU. El 28 de noviembre, el portavoz adjunto de Junts per Catalunya, Eduard Pujol, declaró que “a veces nos distraemos con cuestiones que no son las esenciales”. Se refería a las protestas generadas por las listas de espera en el sistema catalán de sanidad. Nadie le llevó la contraria en el arco independen­tista. Y ahora se impone una paciente espera a que antifascis­tas, CDR, CUP y algún otro extremo dejen de interpelar a la comunión independen­tista a cuenta de los Mossos; aunque sea recurriend­o a su inactivaci­ón.

Todo con tal de que el arco se mantenga en el aire.

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