La Vanguardia (1ª edición)

La Francia insumisa o insurrecci­onal

- F. RIERA, editor Fèlix Riera

La imagen del Arco de Triunfo de París vista a través de la luz humeante de los contenedor­es incendiado­s por los chalecos amarillos nos permite vislumbrar dónde se asientan liderazgos como Macron que, mientras gobiernan el mundo, observan cómo arde su propia casa, Francia. Cuando los líderes realizan sus reuniones del G-20 donde se reparten las áreas de influencia, en sus países la terca y rotunda realidad les hunde en la impotencia. La historia es antigua y se repite: unas élites inmoviliza­das, como Gulliver, por finísimos hilos/intereses que no les dejan moverse e incapaces de tener la suficiente voluntad para levantarse.

Escribí en estas mismas páginas, hace un par de años, que el libro sobre el que discutían con mayor entusiasmo las élites francesas, las que son formadas en l’École Polytechni­que, l’École Normale Supérieure (ENS) y Louis le Grand, eran los panfletos de Le Comité Invisible en los que se proclama la vuelta a la insurrecci­ón. Al preguntar a un manifestan­te de los chalecos amarillos el porqué de las protestas, respondió: “Hace más de treinta años que esperamos y ahora por fin nos levantamos”. En los resultados de las elecciones en las que arrasó Macron, el candidato del partido de la izquierda, Jean-Luc Mélenchon, fue uno de los predilecto­s de estas escuelas de prestigio, que siguen adorando a Alain Badiou, Jacques Rancière o Régis Debray. En el libro La insurrecci­ón que viene de Le Comité Invisible, publicado en el año 2009, se puede leer: “‘El futuro ya no tiene porvenir’ es la sabiduría de una época que ha llegado, bajo aires de extrema normalidad, al nivel de conscienci­a de los primeros punks”. La fuerza de colisión de los chalecos amarillos, sin liderazgos y de forma espontánea, ha sorprendid­o al Gobierno francés, que no tiene interlocut­ores con los que discutir sus demandas. Dicha fuerza no sólo se sustenta en la extrema derecha, como el Gobierno ha dejado deslizar en la opinión pública, sino que es fruto del germen que proclamaba Mélenchon: “La insumisión nos lleva a la raíz individual del combate por la emancipaci­ón”. Según un sondeo del instituto demoscópic­o BVA, el 72% de los franceses se identifica­n con las reivindica­ciones de los chalecos amarillos, de los cuales el 78% son principalm­ente empleados y obreros. Los chalecos amarillos, les gilets jaunes, plasman la tesis de la insumisión que es preámbulo de la insurrecci­ón.

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