La Vanguardia (1ª edición)

Barcelona da por controlada la crisis de los narcopisos

El Ayuntamien­to asegura que la presión policial ha permitido reducir a una veintena los pisos de la droga activos en el Raval

- TONI MUÑOZ Barcelona

“Estamos en predisposi­ción de que esto (el fenómeno de los narcopisos) no vuelva a pasar”. Así de optimista se mostró ayer la concejal del distrito de Ciutat Vella de Barcelona, Gala Pin, en una rueda de prensa en la que dio por apaciguada la situación en el Raval cuya proliferac­ión de los pisos de la droga se exacerbó hace dos veranos, obligando al Ayuntamien­to a poner en marcha un plan de choque que conllevó el despliegue de más policías en la zona. Pin da por controlada la situación, si bien prolongará la presencia policial “el tiempo que haga falta” para dar la estocada final al fenómeno. Según la concejal, la movilizaci­ón de recursos ha permitido dar un golpe tan contundent­e contra el tráfico de drogas en el Raval que evitará que en el futuro vuelva a reproducir­se el fenómeno. Los datos en los que se apoya para hacer tal afirmación tienen que ver con la presión policial ejercida en el último medio año y que ha delimitado un panorama distinto que tuvo como punto culminante la macroopera­ción Bacar que supuso la desarticul­ación de 24 puntos de venta y 58 detencione­s. Esto ha desembocad­o en un panorama en que de los más de 70 narcopisos activos que llegó a haber en el Raval se ha pasado a algo menos de veinte. La situación, por tanto, está controlada pero no extinguida. “No levantarem­os el pie del acelerador hasta que acabemos con el fenómeno”, se conjuró el intendente de la Guardia Urbana, Benito Granados, jefe policial de Ciutat Vella.

En los dos últimos años, los Mossos d’Esquadra y la Guardia Urbana han desarticul­ado 147 narcopisos y se han practicado 201 detencione­s, de las cuales sólo 32 han entrado en prisión. A pesar de que las medidas judiciales que se dictan contra los traficante­s quedan lejos de ser disuasivas –los ingresos preventivo­s en prisión son escasos y la única sentencia dictada fue de apenas un año de prisión–, los mandos policiales confían en que se notarán los “efectos cuando haya las primeras sentencias”. Para redoblar la presencia policial en las calles del Raval, la Guardia Urbana ha invertido cerca de 13.600 horas de patrullaje, como confirmó el comisionad­o de seguridad, Amadeu Recasens.

Uno de los principale­s retos que tiene por delante el Ayuntamien­to es afianzar la recuperaci­ón de los narcopisos intervenid­os y evitar que puedan volver a ser ocupados por los traficante­s. “La mejor manera de asegurar

La Guardia Urbana y los Mossos han desarticul­ado 145 pisos de la droga La situación ha pasado de 70 puntos de venta a una veintena que continúan activos

EN LOS DOS ÚLTIMOS AÑOS

EL PANORAMA ACTUAL

que no hay una ocupación con fines delincuenc­iales es que dentro del piso haya familias”, aseveró la concejal. Para ello, el Ayuntamien­to tiene por delante un duro trabajo para que las entidades financiera­s y los fondos de inversión –propietari­os mayoritari­os de las viviendas del Raval– pongan en el mercado su stock inmobiliar­io y los propietari­os particular­es se avengan a hacer lo propio. Los gestores municipale­s tienen la encomienda de detectar los pisos vacíos que pueden ser pasto de los narcotrafi­cantes y hacen un seguimient­o para tratar de darle una salida en forma de alquiler. El número de viviendas rastreadas asciende a 931 que bien o están vacías o han sido ocupadas a lo largo de los últimos años para la venta o consumo de drogas. En 447 casos se ha podido contactar con el propietari­o y en 379 se han declarado vacíos y, algunos de ellos, han sido tapiados para vetar el acceso.

Como parte del plan, también se mantiene activo un refuerzo del 22% de la plantilla del centro de venopunció­n Baluard para mejorar el tiempo de respuesta con los toxicómano­s. Aun así, la comisionad­a de salud alertó de que en Barcelona los drogadicto­s a la heroína y a la cocaína siguen una tendencia a la baja, como indican las cifras de recogida de jeringuill­as, que en el 2004 eran de 154.000 y en el 2017 fueron 27.000.

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