El diablo de Siberia
Segunda cadena perpetua para el peor asesino en serie de Rusia
Veinte años estuvo un diablo campando a sus anchas en Siberia, el tiempo que tardaron los investigadores y el ADN en descubrir quién estaba violando y matando mujeres en los alrededores de Angarsk, una ciudad de casi 230.000 habitantes de la región de Irkutsk. Tras una larga investigación, detuvieron al monstruo en el 2012. Se trataba de Mijaíl Popkov, un expolicía que estuvo en activo en la década de 1990 y que incluso participó en la investigación de alguno de sus propios crímenes. Cuando en el 2015 fue condenado a pasar el resto de su vida en prisión por 22 asesinatos parecía que la pesadilla había terminado.
Pero no fue así. En enero del 2017 confesó otros 59 asesinatos. La justicia, que ayer se pronunció sobre lo impronunciable, ha demostrado 56 de esos nuevos crímenes para imponerle una segunda cadena perpetua.
Hasta ahora decir asesino en serie en el espacio exsoviético era hablar de Andréi Chikatilo, un asesino y caníbal que entre 1978 y 1990 mató a 52 mujeres y niños y que fue fusilado en 1994, dos años antes de que en Rusia se decretase la moratoria sobre la pena de muerte.
Pero el misógino psicópata Mijaíl Popkov se lleva la palma. Con 78 muertes violentas a sus espaldas, como mínimo, ayer se convirtió oficialmente en el peor asesino en serie de Rusia.
El “maníaco de Angarsk”, como le bautizó la prensa rusa, comenzó a matar en 1994. Sus víctimas eran mujeres entre 17 y 38 años. Normalmente, las invitaba a llevarlas en su coche y luego a beber. A las que aceptaban tomar una copa con él las violaba y las asesinaba utilizando diversas armas, hachas, cuchillos, punzones o destornilladores, que les clavaba no menos de diez veces. La mayoría fallecía por las heridas causadas en el mismo lugar del ataque, y se las encontraba desnudas en los bosques y cementerios cerca de Angarsk. Tres de las mujeres perdieron la vida cuando ya habían sido trasladadas a un hospital. Según este psicópata, se había propuesto “limpiar Siberia de mujeres inmorales” y dijo que le llamasen el purgador. Pero los medios y el pueblo ruso han preferido otros más acordes con lo que hizo. Uno de ellos, “el enterrador de Angarsk”, hace referencia al trabajo que realizaba en el cementerio para ganarse un extra en su tiempo libre.
Pero su “necesidad patológica de matar”, como describió el tribunal ayer, cesó antes de ser detenido. En el 2007 contrajo una enfermedad venérea y, según su confesión, dejó de tener ganas de violar y asesinar.
Para perpetrar sus crímenes primero se valió de su condición de agente de la policía, donde trabajó hasta 1998. Presentarse ante sus futuras víctimas en un coche oficial y con uniforme infundía confianza. Luego, trabajó como taxista, otra forma muy fácil de entrar en contacto con las mujeres y de atacarlas en lugares desiertos.
El diablo de Siberia estuvo a punto de ser atrapado mucho antes. El 28 de enero de 1998 se encontró a una joven desnuda e inconsciente cerca del pueblo de Baikalsk. Declaró que la habían atacado en el interior de un coche de policía y reconoció el del por entonces sargento Mijaíl Popkov. Pero los investigadores dieron por buenas las explicaciones de éste y de su amante, que le brindó una coartada.
La persecución del asesino misógino y feminicida de Angarsk se prolongó otra década más. En el 2009 los investigadores examinaron muestras de esperma encontrada en el cuerpo de varias víctimas y redujeron el número de sospechosos a 589, entre los cuales seguía estando Popkov. El círculo se estrechó cuando los investigadores detectaron las mismas huellas de neumáticos cerca de los cadáveres. En marzo del 2012 se le llamó para un interrogatorio y se le pidió una muestra de saliva para analizar su ADN, lo que resultó definitivo para acusarlo. Lo detuvieron en junio de ese año en Vladivostok, adonde había ido para comprarse un coche nuevo.
Después de todo lo que hizo y de saber que, como castigo, nunca saldrá de prisión, lo que más preocupaba ayer a Mijaíl Popkov es que el tribunal le desposeyera del grado de subteniente de la policía. Según el fiscal, Alexánder Shkínev, este será el motivo por el que el condenado recurrirá la decisión del tribunal, ya que supone que deje de cobrar una pensión de 24.000 rublos, 317 euros.
Violó y mató a 78 mujeres con hachas, cuchillos o punzones, antes de dejarlas en bosques o cementerios