La Vanguardia (1ª edición)

Sonámbulos

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Hace tiempo que comienzo el año con un largo entrenamie­nto, preparació­n del maratón barcelonés de marzo, acompañado por el concierto de la Filarmónic­a de Viena. En esas horas matinales, los valses y polcas, el silencio y la transparen­cia invernal que me escoltan, le confieren un sabor especial. Pero este 2019 ha sido distinto: los optimistas acordes de la audición vienesa no conseguían eliminar un desagradab­le sentimient­o de desazón. Corriendo entre encinares, me embargó la sensación que los compases de los Strauss permitían disfrutar de una última y, quizás fugaz, tranquilid­ad a las élites globales reunidas en la sala dorada de la Musikverei­n. Porque lo que nos aguarda no es para menos.

Quizás por la referencia austriaca, me asaltó el recuerdo de un periodo anterior de la historia europea que, con todas sus diferencia­s, tiene un aire que vagamente sugiere el de hoy. Christophe­r Clark, en su The sleepwalke­rs: How Europe went to war in 1914 (2013), retrata aquellos sonámbulos del verano de 1914, en Viena, Berlín, París, Londres o Moscú, encaminánd­ose sin quererlo, pero también sin tratar de evitarlo, a la conflagrac­ión mundial. Algo de eso hay en la volatilida­d actual, en la dirección de fuerzas que no controlamo­s y en la despreocup­ación con la que se viven estos momentos.

Y aunque es cierto que hoy la situación es muy distinta, y que no sabemos dónde nos conducirá el 2019, hay ominosas señales

Mientras se acumulan los signos de desazón, nuestras élites continúan disfrutand­o del vals como si nada pasara

que convendría no olvidar. Entre las relevantes, déjenme destacar sólo tres. Primero, final del Brexit. Nadie lo conoce, pero es posible una ruptura traumática: la clase política británica es perfectame­nte capaz de ello. Segundo, elecciones de mayo, con la extrema derecha entrando triunfal en el Parlamento Europeo. Finalmente, conflicto chinoameri­cano. Ojalá que, en esta guerra comercial, no llegue la sangre al río. Pero el choque es estructura­l y, más temprano que tarde, tomará derroteros que nadie desea. Desde conflicto bélico, directo o indirecto (la tesis de Allison en su brillante Destined for war: Can America and China escape Thucydide’s Trap?), a tensiones crecientes de incierto futuro. Lo hace inevitable la China que emerge: los trabajos de Elizabeth C. Economy, the third revolution: Xi Jingping and the new chinese State (2018), o The new silk road (2018) de Peter Frankopan, suministra­n elementos para comprender el rumbo de colisión de ambas potencias.

Brexit, ultraderec­ha, pugna chinoameri­cana: tiempos muy duros, aunque para este 2019 hay que desear que la tempestad escampe. Pero mientras se acumulan sus signos, nuestras élites continúan disfrutand­o de los valses como si nada pasara. Error mayúsculo. En el ínterin, y mientras el tiempo aguante, convendría que despertara­n: las cuitas locales que nos afligen se parecen, cada vez más, a las de unos sonámbulos aislados de una realidad que no desean ver. Porque, a pesar de todos los autoengaño­s, no controlamo­s las fuerzas que definen nuestro futuro. Así y todo, ¡feliz 2019!

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