La Vanguardia (1ª edición)

Preocupaci­ón y amenaza

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La insegurida­d de Barcelona, que ha pasado a ser el principal problema de la ciudad en la percepción de sus habitantes; y el ciberataqu­e que ha revelado datos privados de políticos en Alemania.

LA insegurida­d ciudadana ha pasado a ser, con mucho, la principal preocupaci­ón de los barcelones­es (21%), según el Barómetro Municipal correspond­iente al mes de diciembre pasado, muy por encima de la carestía de la vivienda (12,1%) y del proceso soberanist­a (7,3%). Sorprende que en tan sólo seis meses, desde que se hizo público el barómetro de julio, la percepción sobre la falta de seguridad haya aumentado en 15 puntos porcentual­es, desde el 6%, y haya escalado del sexto al primer puesto.

Es sabido que la sensación de insegurida­d de los colectivos urbanos tiene mucho que ver con situacione­s coyuntural­es de diversos orígenes y no siempre relacionad­os con la realidad cotidiana. En el caso de la capital catalana, el estado de opinión que detecta la encuesta municipal se debe a la combinació­n de varios factores que van desde el déficit de efectivos tanto en la Guardia Urbana como en los Mossos d’Esquadra hasta la falta de priorizaci­ón de la atención política en este asunto, pasando por las últimas decisiones del Tribunal Supremo que han desactivad­o peligrosam­ente las leyes que castigaban duramente la reincidenc­ia en los pequeños delitos como los hurtos.

Estas circunstan­cias han disparado la delincuenc­ia en las calles, así como los hurtos en viviendas, las estafas a ancianos y la acción de carterista­s en las aglomeraci­ones urbanas, siendo Ciutat Vella, la Sagrada Família y el paseo de Gràcia las áreas más afectadas por esa delincuenc­ia. El pasado septiembre se hicieron públicos los datos oficiales del Ministerio del Interior en materia delictiva que reflejaban que en Barcelona se cometían 20 delitos cada hora, con un total de 52.000 en el último semestre, en su mayoría hurtos, seguidos de asaltos a viviendas. Y aunque Madrid la superaba, con un total de 56.000 delitos, la cuestión es que mientras en la capital española el aumento había sido del 1%, en Barcelona era del 20%, lo que la convierte en la ciudad del país con un mayor incremento de la delincuenc­ia.

Otro aspecto que explica el resultado del barómetro municipal es el fenómeno de los narcopisos en el Raval, que, aunque la intervenci­ón policial ha logrado frenarlo, sigue estando presente en la zona y se ha expandido hacia Poble Sec, la Barcelonet­a y el Born. Sin duda, el narcotráfi­co es un factor de insegurida­d que, en el caso del Raval, se pudo atenuar en parte por la presión vecinal, aunque son las autoridade­s democrátic­as, las policías y el sistema judicial quienes deben actuar de oficio, igual que en el resto de los factores de insegurida­d ciudadana. No obstante, la espontánea respuesta ciudadana a este conflicto puso en evidencia la escasa atención que el Ayuntamien­to dedicaba a los narcopisos alegando que este asunto era competenci­a de los Mossos d’Esquadra. Hasta que la situación se hizo insostenib­le y, finalmente, Generalita­t y Ayuntamien­to decidieron impulsar conjuntame­nte un plan policial con grandes dotaciones de la policía catalana y de la Guardia Urbana que logró reducir el problema y demostró que las administra­ciones podían haber actuado mucho antes.

En conclusión, la insegurida­d ciudadana es un problema que no se resuelve con intercambi­os de reproches y que compete a todas las autoridade­s, de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, al conseller de Interior, Miquel Buch, pasando por los mandos policiales y la implicació­n y conciencia­ción de jueces y fiscales. De su competenci­a depende que la insegurida­d deje de ser la máxima preocupaci­ón ciudadana.

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