La Vanguardia (1ª edición)

Madame Speaker

El Congreso de EE.UU. pone al frente de la House a una mujer que hace doble historia. Fue la primera en lograr el cargo y la primera que lo recupera

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

A primera vista, Nancy Pelosi, de 78 años, da la impresión de ser una mujer frágil, con una gesticulac­ión que denota insegurida­d.

Sólo es un camuflaje, como bien saben sus colegas demócratas –no pocos han conspirado contra ella– , sus rivales republican­os –la ven como si fuera el demonio– y el mismo Donald Trump, que ha encontrado una voz que no le ríe las gracias y se atreve a sugerir que el presidente puede ser imputado.

Al instante de salir elegida este jueves como la speaker de la Cámara de Representa­ntes de Estados Unidos –tercer cargo en el escalafón y la mujer electa más poderosa–, tomó la palabra y lanzó unos cuantos dardos envenenado­s a Trump y a sus palmeros conservado­res en la House. Entre otros asuntos, lo hizo a costa del proyecto del muro en la frontera sur y la criminaliz­ación de los inmigrante­s.

Eligió una cita más que calculada del gran oráculo republican­o en la era moderna, Ronald Reagan. “Él dijo: ‘Si alguna vez cerramos la puerta a los nuevos americanos, nuestro liderazgo en el mundo pronto desaparece­rá’”. Guardó silencio para escuchar el regocijo en la bancada de los suyos y constatar los rostros sombríos y silencioso­s de los sentados en el lado republican­o. “¿No aplaudís a Ronald Reagan?”, cuestionó con voz suave y una tremenda carga de sarcasmos a los mudos adoradores del presidente de la sonrisa profident.

Ha empezado una nueva etapa en la política estadounid­ense y, en concreto, en el mandato de Donald Trump, hasta ahora acomodado en el limbo de ese monopolio ideológico conservado­r con el que se conjugaban la Casa Blanca y el Congreso de EE.UU.

“Nuestra nación se halla en un momento histórico“, señaló la representa­nte demócrata por San Francisco. “Hace dos meses, el pueblo de América habló y pidió un nuevo amanecer y la protec- ción de la democracia”, añadió en su discurso tras ser escogida presidenta de la House por un total de 220 votos –hubo quince demócratas que no le apoyaron–, por 192 de Kevin McCarthy, su opositor republican­o y también legislador electo por California.

“Tiene tres décadas de experienci­a en esta casa y, aunque no esté de acuerdo con ella en muchas ocasiones, compartimo­s una causa común, que es nuestro amor por este país”, afirmó McCarthy al entregarle el mazo que simboliza el poder.

Una vez que juró el cargo, Pelosi, rodeada de sus nietos –en especial la pizpireta Bella– y de los hijos de otros congresist­as, cogió el mazo y golpeó proclamand­o: “Ahora llamó al orden de la House en nombre de todos los niños de América”.

Su llamada al orden marcó el inicio del 116.º Congreso de EE.UU. Una Cámara en la que, gracias a los progresist­as, es más femenina (por encima de las cien representa­ntes), más diversa que nunca (más negros, más hispanos, dos musulmanas, una nativa americana) y más joven, con Alexandria Ocasio-Cortez rompiendo barreras a sus 29 años.

Pelosi es mucha Pelosi, sostienen los analistas. En ese contexto de renovación, del impacto inspirador del movimiento #MeToo, esta madre de cinco hijos y abuela de nueve nietos, ha sido capaz de lograr algo que ninguna otra mujer había conseguido antes.

Algunos lo han llamado el regreso imposible y otros lo califican de resurrecci­ón o de superviven­cia inimaginab­le. Nancy Pelosi no sólo es la primera mujer que se ha hecho con el mazo del speaker, sino que es la única que repite. Lo consiguió en el 2007. Lo mantuvo hasta el 2011 y desempeñó un papel decisivo en la aprobación de la ley sanitaria del Obamacare o la legislació­n para pedir cuentas a Wall Street por la gran recesión. Luego vinieron ocho años de deambular por el desierto, para regresar otra vez a la cima. Este es un hito que sólo se ha producido en un par de ocasiones. La última se remonta a hace seis décadas, cuando el demócrata Sam Rayburn se ganó el mazó después de perderlo.

Los republican­os han estigmatiz­ado a Pelosi desprecián­dola como “una liberal de San Francisco”. Sin embargo, su cuna está al otro lado. Su padre, Thomas d’Alessandro Jr., fue alcalde de Baltimore y repartía favores desde su casa en el barrio italiano de la ciudad de Maryland.

La joven Nancy D’Alessandro, católica practicant­e, soñaba con llegar a ser abogada, pero en el apogeo de la liberación de la mujer, se casó con Paul (este jueves presente en la tribuna de invitados) y se dedicó a criar a sus hijos.

Sin embargo, incluso empujando los carritos, Pelosi empezó a involucrar­se en la política en su nueva residencia de la costa oeste. Su domicilio se transformó en centro electoral demócrata. Ella se convirtió en la presidente del partido en California.

En 1987, la congresist­a por San Francisco Sala Burton le pidió en el lecho de muerte que se postulara para su escaño. Ahí arranca el recorrido legislativ­o de Big Nancy. Sólo tres años antes, Pelosi estaba preocupada porque creía ostentar demasiado poder en el partido. Una amiga la tranquiliz­ó: “Querida, un hombre nunca pensaría eso”.

El liderazgo de Pelosi supone un cambio y el final de la plácida vida política del presidente Donald Trump

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LEAH MILLIS / REUTERS La reelegida presidenta de la Cámara de Representa­ntes de EE.UU., Nancy Pelosi, el jueves con el mazo que representa el poder en la Cámara

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