La Vanguardia (1ª edición)

Feminicidi­o: el nombre importa

- Miquel Molina

Se había hablado siempre de crimen pasional o por amor, hasta que se afinó un poco más y se popularizó la definición violencia doméstica. Con el tiempo, al constatars­e que las víctimas en el seno de la pareja eran casi siempre mujeres, se impuso el término violencia de género. Menos eufemístic­a que ésta, la fórmula violencia machista fue ganando terreno. Y el propio poder judicial asumió de forma tan natural esta evolución que en sus informes anuales empezó a hablar de feminicidi­o.

El problema es que el PP ha hecho todo este periplo semántico con el freno de mano puesto. De hecho, se quedó atascado hace años en la estación violencia doméstica, donde también cabía la agresión a la pareja-hombre, los niños o los ancianos. Por eso se ha sentido ahora tan cómodo aceptando a la primera de cambio las exigencias de la extrema derecha de Vox.

Llama la atención que partidos con tanto ardor patriótico como los citados impulsen una política tan antiespaño­la como es negar el feminicidi­o (porque desprotege a más de la mitad de la población y porque España ha ganado prestigio global como uno de los países más conciencia­dos contra el crimen machista).

Pero sorprende aún más la lógica del discurso de los dirigentes populares. Justificar­se como hizo ayer Pablo Casado diciendo que “el 25% de las víctimas de violencia doméstica no son mujeres” es tan absurdo como lo sería concluir que hay que eliminar la categoría de delito fiscal porque no todos los delitos económicos tienen como víctima la hacienda pública.

Claro que si se lo pide Vox...

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