El CIS reduce la ventaja del PSOE ante el alza en voto directo de PP y Cs
Vox lograría menos del 4% y ERC acentuaría su primacía en Catalunya
Las expectativas del CIS de convertirse en una verdadera máquina del tiempo electoral se han visto aniquiladas por el resultado andaluz. El instituto público no sólo fue incapaz de vislumbrar la magnitud de la irrupción de Vox, sino que adjudicó una estimación de voto al PSOE tan alejada de la realidad que la desviación superó los nueve puntos. A partir de ahí, la credibilidad de los barómetros del CIS ha quedado en entredicho y las dudas sobre sus pronósticos se acentúan tras los sucesivos cambios de metodología. La encuesta de diciembre –realizada tras la eclosión del partido ultraderechista en el panorama político– parece optar por reducir la ventaja del PSOE ante el avance en voto declarado de las formaciones de centroderecha (más de 2,5 puntos el PP y casi dos Cs), pero acota por debajo del 4% las expectativas de Vox (que en Andalucía rozó el 11%) y no mejora la estimación de populares y Ciudadanos con respecto al sondeo de noviembre. ¿Será porque el PSOE también mejora en casi dos puntos (del 19,4 al 21,3) su voto declarado? Claro que, al mismo tiempo, Unidos Podemos pierde más de tres puntos en estimación a pesar de que mantiene el mismo voto directo que en el último barómetro. Misterios de servir los platos sin cocinar. De ese modo, el escenario final deja al PSOE con un pronóstico que roza el 29% de los votos (2,3 puntos menos que en noviembre); al PP con un 19,1% (igual que hace un mes); a Cs con un 17,9% (tres décimas menos), y a Podemos con el 14,9%.
Dando por buenas esas estimaciones, los indicadores del sondeo dibujan un vacío político que lleva a pensar que el pronóstico de Vox (un 3,7% de cuota electoral) queda por debajo de la realidad. Es decir, si las formaciones convencionales del centro y la derecha no mejoran sus expectativas, alguien debería rentabilizar electoralmente un estado de opinión marcado por el malestar.
Para empezar, la percepción sobre la situación política –que ha empeorado en más de 10 puntos con respecto a septiembre pasado y se acerca a los registros más lúgubres de la etapa Rajoy– parece arrastrar a una situación económica marcada por el creciente pesimismo (en contraste, eso sí, con las expectativas personales). Más llamativo aún es que el segundo problema para los españoles ya no es la corrupción sino directamente la clase política (con los escándalos en tercera posición). Y aunque pierde fuelle la inquietud por la situación de Catalunya,
La negativa valoración del Gobierno convive con la impresión de que ni PP ni Cs lo harían mejor
vuelve a cobrar brío la inmigración (que multiplica por cuatro las menciones que suscitaba en junio pasado). La violencia contra la mujer, en cambio, sólo merece un porcentaje de preocupación del 2,4%.
Paralelamente, empeora la valoración del Gobierno (siete puntos con respecto a septiembre y 15 con relación a julio), sin que PP o Cs aparezcan claramente como una alternativas. Sólo un 16% cree que el PP gobernaría mejor (pero un 40% cree que lo haría peor) y las cifras respecto a Cs no son mucho más luminosas. En esta misma línea, la valoración de los líderes políticos se mantiene en los parámetros del suspenso claro, pese a la ligera mejoría de Casado (cuatro décimas) o de Rididato vera (dos décimas). Pero Sánchez, que es el mejor puntuado, cosecha un 3,9, lo mismo que hace un mes.
De hecho, sólo las preferencias sobre quién debería ser el presidente del Gobierno dejan menos espacios en blanco. Más del 24% se inclina por Sánchez, frente al 15% que lo hace por Rivera y el 13% por Casado, pero sólo el 0,9% opta por el can- de Vox. Aun así, y como ejemplo, las respuestas sobre la gestión por el Gobierno del encaje de Gibraltar en el Brexit revelan una enorme insatisfacción (40%) o un inmenso desconocimiento (44%). Y además, en una escala de confianza, la UE (5,3) y el Parlamento Europeo (5,1) dejan muy atrás al Congreso (4) o al Gobierno español (3,8).