Navidad y familia
En la fiesta de la Sagrada Familia, el domingo siguiente de la Navidad, leemos en misa la carta de san Pablo a los Colosenses y nos chocan las palabras que leemos: “Esposas, someteos a vuestros esposos, como conviene en el Señor” (3,18). Aún hoy, muchas personas piensan que “está escrito” este sometimiento, y que Dios lo ha dicho así. Pero no.
En contra de los que piensan que las mujeres cristianas han de ser “sumisas” a los maridos, veo claro que en la Biblia hay un espíritu eterno encerrado en la palabra de cada época. Algo similar a la actitud de Pablo con respecto a los esclavos, a los que considera hermanos, sin abolir la autoridad civil que tenía el marido, aquí vemos la revolución silenciosa del amor: en lugar de poner al hombre como centro autoritario, se coloca a Jesús en el centro, al que hay que estar unidos, estando unos al servicio de los otros “en el Señor”. Así, nadie se crea más que los demás (ni menos), sino que todos estén al servicio de todos, comenzando por la familia, en el amor. Por ejemplo, al contrario de los códigos familiares de la época, dice san Pablo que el marido ha de amar a su esposa con el amor más alto, por encima del erótico (eros) y el altruista (fileo), sino con donación total (agapao).
De todo eso nos habla la Navidad: es como un abrazo especial en este momento del año que puede perpetuarse como se mantiene vivo el fuego al echar leña cada día.
LLUCIÀ POU SABATÉ
Granada