‘Cachitos’: la empanadilla del siglo XXI
Ahora que todos vamos con pies de plomo, aparecen unos tipos que escriben lo que les da la gana, con una frescura y un descaro que escasean
Durante mi adolescencia, la Nochevieja era lo que echaban en la tele: las campanadas y el especial de Martes y 13, un programa único que preparaban durante todo el año Millán Salcedo y Josema Yuste. Un año para hacer una hora de televisión, qué tiempos. Lo veía en directo y me lo grababa en VHS. Podía llegar a verlo tantas veces que con mis amigos recitábamos los guiones de memoria: desde la empanadilla de Móstoles a Lauren Castigo, pasando por la bicicleta sin sillín conducida alegremente por una monja, el café Tacilla o la tonadilla Maricón de España. Sí, hicieron un sketch utilizando ese término, hoy felizmente arrinconado (al menos públicamente), pero que a principios de los noventa y cantado por Millán Salcedo, se convertía en una reivindicación –grotesca vista hoy– de la homosexualidad, una especie de salida televisada del armario que hasta al propio Millán le sorprendió que pasase todos los filtros del momento. También tuvieron algún gag que ojalá nunca hubiese visto la luz, como el sketch “Mi marido me pega”, del que ambos humoristas ahora reniegan y que, casi treinta años después, duele volver a verlo. Aunque viendo lo que algunos han propuesto esta semana sobre las leyes contra la violencia machista, parece que treinta años no han sido nada.
Martes y 13 se separaron. Las Nocheviejas televisivas ya nunca fueron lo mismo, porque igual yo tampoco lo era. Durante años me dediqué a trabajar esa noche, haciendo de dj en fiestas de todo tipo, y estuve poco pendiente de lo que echaban en la tele.
Ahora ya no pincho en fiestas. Y la noche del 31 al 1 acaba siendo una cena tranquila entre amigos que de hecho son más o menos los mismos con los que tomo cervezas cualquier viernes por la noche. Desde hace tres o cuatro años, después de las campanadas nos enganchamos a Cachitos, ese fenómeno televisivo del que todo el mundo habla al día siguiente. Bueno, todo el mundo, tampoco, pero sí el mundo al que sigo, al que leo, al que escucho, que seguramente es un mundo más pequeño de lo que pienso. Cachitos es un programa de La2, con pinta de ser baratísimo, que combina el archivo musical de TVE con unos rótulos cargados de ingenio y mala leche. Este año sus autores han sido los guionistas Antonio Vicente y Pablo González Batista, y con ellos el equipo del programa y del archivo de TVE.
Ahora que todos vamos con pies de plomo, ahora que los complejos nos paralizan, ahora que el qué dirán nos martiriza, aparecen unos tipos que pasan de todo y escriben lo que les da la gana, con una frescura y un descaro que escasean. Y te partes de la risa.
Pero es que este año se han coronado. Después de un 2018 donde en nuestro país hemos vuelto a escuchar discursos propios de otro siglo, donde hemos ha- blado mucho de Franco y de Vox (curioso que vayan de la mano), los guionistas de Cachitos han bautizado a Battiato como el Franco bueno, y a Bertín Osborne cantando por Frank Sinatra, como la Vox. Para los que tenemos el miedo en el cuerpo, a los que nos cuesta entender lo que está pasando, esos dos rótulos han sido como el abrazo de un amigo, como encontrar agua en el desierto, como si esa España acojonada ante la que se avecina enseñase la patita, reivindicándose de la mejor manera que se puede reivindicar para volver a ser atractiva: con inteligencia y humor. Han sido dos viñetas audiovisuales. Dos editoriales que resumen un año para olvidar.
Durante la temporada, Salvados ha coincidido en horario con Cachitos , y no me ha quedado más remedio que grabármelos, como en su día hacía con los especiales de Martes y 13. Porque Cachitos se ha convertido en mi empanadilla de Móstoles del siglo XXI. Y si de pequeño soñaba con ser guionista de Martes y 13, ahora de mayor quiero ser rotulista de Cachitos. Y cantar a gritos las canciones rescatadas del archivo de TVE, hasta quedarnos sin Vox.