Un museo muy lúdico
Veinte años después de su inauguración, el Museu del Joguet de Figueres abre una segunda planta y completa su discurso con siete mil piezas
Veinte años después de su inauguración, el Museu del Joguet de Figueres abre una segunda planta y completa su discurso con siete mil piezas. El museo almacena 22.000 piezas, desde juguetes construidos por niños africanos hasta un inmenso tren eléctrico. La ampliación permite exponer más de 1.200 piezas de la “colección de colecciones” de Guy Seltz.
El día de Reyes de 1973, el escritor Manuel Vázquez Montalbán publicó en la mítica revista Triunfo un artículo titulado “La noche de los juguetes vivientes”, donde daba cuenta, con gran admiración, de su visita a la impresionante colección que Josep Maria Joan y Pilar Casademont tenían en su casa de Figueres. Aquella primera lista de juguetes se convertiría años más tarde en la base del Museu del Joguet, el primero de España sobre esta temática. Y hoy, 45 años después, vuelve a ser noticia porque ha abierto una segunda planta, en su edificio junto a la Rambla de Figueres, que prácticamente le permite aumentar en un 40 por ciento los objetos expuestos. Con la apertura de este espacio, que se había demorado por la falta de recursos, el museo puede exponer unos 7.000 juguetes –en un espacio total de 1.350 metros cuadrados–, del total de 22.000 que integran sus fondos.
El museo se abrió precariamente en 1982 en lo que había sido la casa del barón de Terrades y más tarde el hotel París. Se cerró en 1995 para ser remodelado y reabrió formalmente en 1998 como una fundación con presencia pública, por lo que acaba de cumplir también veinte años.
Josep Maria Joan, fundador y alma del Museu del Joguet, ve completado el discurso expositivo con esta ampliación. Ya no sólo se puede mostrar una amplia selección de aquellos objetos con los que disfrutaron varias generaciones de niños, sino que permite reflexionar sobre los juegos y los juguetes convertidos en protagonistas de historias propias. En esta segunda planta se pueden contemplar juguetes surgidos de situaciones límite, como los sencillos instrumentos (espadas, pelotas, bicicletas...) que se construyen los niños saharauis refugiados en Tinduf o una silla infantil construida por indígenas karajá, del Mato Grosso, donada en el 2003 por el obispo Pere Casaldàliga. Más sorprendente aún es un juego de ajedrez, tallado en madera, realizado por Damas Calvet en el campo de concentración de Argelers. Y está la maleta de Leopold Benguerel, hijo del escritor Xavier Benguerel, la misma con la que cruzó con 5 años la frontera en 1939 camino del exilio junto a su familia. La ha conservado toda su vida, hasta que hace unos meses decidió donarla al museo, con el contenido que llevaba: los cromos de la casa de chocolates Amatller, adquiridos en Barcelona antes de partir, y las canicas de vidrio ganadas en Santiago de Chile nada más llegar a ese país.
Pero también se muestran juguetes que han sido protagonistas de creaciones musicales, como los instrumentos en miniatura utilizados por Pascal Comelade que ocupan toda una vitrina. Juguetes que sirven como recurso de aprendizaje para personas con discapacidades visuales. Juguetes para distraer a animales de compañía, espe-
El museo almacena 22.000 piezas, de juguetes construidos por niños africanos a un inmenso tren eléctrico
cialmente a gatos y perros. Juguetes que surgen de la creación plástica, como los que ideó Joaquim Torres García, desmontables y pintados de atractivos colores, o el conocido muñeco Ciril·lo, diseñado y producido por Josep Palau i Oller, padre del poeta Palau i Fabre.
En las nuevas salas se ha destinado un amplio espacio a la colección de más de 1.200 piezas de Guy Seltz (1901-1976). Tras una gran vitrina puede admirarse una variopinta colección de exvotos, cruces, máscaras, soldaditos de plomo, imágenes populares, pipas, diablos, sillas, muñecos de vudú o la conocidas figuritas mallorquinas, los siurells. Seltz regentó un bar en Eivissa entre 1933 y 1936 donde conoció a Walter Benjamin. Esta colección fue donada hace unos años gracias a la amistad que tenían los dos hijos de Seltz con el artista catalán radicado en París Joan Rabascall.
Es difícil que en este museo uno no pueda encontrar el juguete de su vida, el que le marcó su infancia. Hay una sala dedicada únicamente a una gran maqueta ferroviaria con trenes que circulan continuamente, y otros espacios para el Monopoly, Scalextric, Meccano, Madelman, construcciones del Lego, casas y cocinas de muñecas, inventos del
TBO, teatrillos, robots, bicicletas, rompecabezas matemáticos, juegos de la oca, juegos de magia, caganers, soldaditos de plomo y todo tipo de pelotas (una de las últimas incorporaciones ha sido una del futbolista del Barça Piqué, junto a una foto suya de niño con camiseta blaugrana). Hay desde muñecas de cartón hasta la primera Barbie de plástico de 1959, pasando por una de piel de reno de Laponia y otra de paja de Chiapas, o las muñecas japonesas Kokeshi. Y muñecos de la Guerra Civil que representan a los dos bandos enfrentados.
Está el emblemático Osito Marquina, muñeco de peluche que perteneció a Salvador y Anna Maria Dalí, que fue objeto de divertidas bromas cuando los conoció Federico García Lorca. Fue el poeta granadino quien lo bautizó con el nombre del dramaturgo Eduardo Marquina, porque decía que se parecían físicamente, y Anna Maria Dalí lo donó al museo junto con cartas y fotografías donde se le menciona. Forma parte de un ámbito dedicado a la adolescencia de Salvador Dalí en Figueres y Cadaqués.
El museo se ha ido ampliando gracias a las donaciones, muchas de conocidos personajes. Y así podemos ver un caballo de madera que fue de Ernest Lluch, un tren eléctrico que perteneció al malogrado Salvador Puig Antich, un perrito de peluche de Terenci Moix, otro caballo de Joan Brossa –que dedicó una sextina al museo–, unos bolos de Josep Guinovart o unos patines de Quim Monzó.
Vázquez Montalbán vaticinó que este museo pretendía recuperar con sus juguetes “las huellas dactilares de la imaginación de varias generaciones”.
La ampliación permite exponer más de 1.200 piezas de la “colección de colecciones” de Guy Seltz