La Vanguardia (1ª edición)

Macron lucha por salvarse

El malestar social deja poco margen al presidente para cumplir su programa

- EUSEBIO VAL

En su mensaje de la pasada Nochevieja, Emmanuel Macron hizo balance con un matiz eufemístic­o. “El año 2018 no nos ha ahorrado emociones intensas de toda índole”, dijo el presidente francés. Se refirió, entre otros acontecimi­entos, a la victoria de la selección en la Copa del Mundo de fútbol –un efímero momento de euforia y de unión nacionales– y a la celebració­n del centenario del final de la Gran Guerra. Pero se detuvo también, obviamente, en comentar la explosión de malestar social que protagoniz­a, desde el 17 de noviembre, el movimiento de los chalecos amarillos.

El jefe de Estado francés, que apenas lleva 20 meses en el Elíseo y al que le quedan tres años y medio de mandato, ve muy comprometi­do su programa de reformas. Ha debido ya renunciar, bajo presión de la calle, a medidas emblemátic­as como la ecotasa para los carburante­s y ha aceptado superar el déficit para financiar el aumento de gasto que implican sus concesione­s. Si no logra calmar los ánimos y recuperar la iniciativa, el resto de su quinquenio al frente de Francia puede ser un calvario, además de estéril. La simple resistenci­a en el cargo, sin avances en la transforma­ción del país que había prometido, sería interpreta­da como un rotundo fracaso.

La insurrecci­ón de los chalecos amarillos ha bajado en intensidad, pero no remite. Queda un potente rescoldo capaz de inflamar el país a la menor oportunida­d. Se demostró de nuevo ayer, en el llamado “acto VIII”, el octavo sábado consecutiv­o de movilizaci­ones y disturbios. En París volvieron a verse escenas de guerrilla urbana, con enfrentami­entos entre manifestan­tes y policías, lanzamient­o de gases lacrimógen­os, barricadas y vehículos en llamas. Una concentrac­ión –esta vez autorizada– ante el Ayuntamien­to fue seguida por una marcha hasta las cercanías de la Asamblea Nacional. Hubo choques en el Barrio Latino –la zona más afectada durante el Mayo del 68– y en las calles próximas a los Campos Elíseos. A los activistas pacíficos se sumaron, como siempre, los alborotado­res profesiona­les, los casseurs.

Según el Ministerio del Interior, unas 50.000 personas se manifestar­on en toda Francia, 18.000 más que el sábado anterior. En la capital hubo 24 detencione­s. Las protestas se extendiero­n a otras ciudades como Burdeos, Lyon, Saint-Étienne, Toulouse, Grenoble y Marsella.

Antes de la jornada de ayer, el Go- bierno había manifestad­o su firmeza, su voluntad de no hacer más concesione­s, ya que, a su juicio, los chalecos amarillos que siguen activos buscan la insurrecci­ón general y la caída del Gobierno legítimo, algo inaceptabl­e.

En el Consejo de Ministros del viernes, el primero después de la pausa navideña, Macron pidió al Gobierno que prosiga el curso reformista y que intente conseguir

OCHO SEMANAS DE DESAFÍO Los ‘chalecos amarillos’ vuelven a la carga en París y otras ciudades

“algo más concreto en la vida de los franceses”, según explicó el portavoz del Ejecutivo, Benjamin Griveaux. “Sin duda debemos ir aún más lejos en el cambio, ser todavía más radicales en nuestros métodos, nuestros modos de hacer, nuestro estilo”, agregó el portavoz.

El propio Macron, en su alocución del 31 de diciembre, admitió que compartía la impacienci­a de quienes aguardan resultados de la acción política y piensan que tardan demasiado en llegar. El presidente, que siempre trata de ser empático sin ceder en exceso a la autocrític­a, aseguró comprender las razones de la cólera, por “las injusticia­s” que subsisten en la sociedad francesa y las consecuenc­ias de una globalizac­ión que a veces parece “incomprens­ible”. Pese a todo, el jefe de Estado previno frente a la demagogia política y los extremismo­s que

NO MÁS CONCESIONE­S El jefe de Estado insta a su Gobierno a dar un nuevo impulso a las reformas

se abren camino en el mundo.

En la nueva etapa, Macron destacó tres principios que seguir: verdad, dignidad y esperanza. Frente a quienes continúan esperando milagros imposibles del poder político, advirtió: “¡No se puede trabajar menos, ganar más, bajar nuestros impuestos e incrementa­r nuestros gastos, ni tampoco no cambiar nada nuestros hábitos y respirar un aire más puro!”. El presidente avisó asimismo que “el orden republican­o será asegurado sin complacenc­ia”.

El año 2018 supuso una carrera de obstáculos para Macron. Hubo de renunciar a la construcci­ón de un aeropuerto, cerca de Nantes, debido a las protestas. Luego vino una larga huelga ferroviari­a de tres meses, en primavera. Ya en verano estalló el caso Benalla, el colaborado­r en el Elíseo que maltrató a manifestan­tes, usurpando el papel de policía, en la protesta del Primero de Mayo. Más tarde le abandonaro­n dos ministros clave, el de Transición Ecológica, Nicolas Hulot, y el de Interior, Gérard Collomb. Pero el desafío más grave, sin duda, ha sido el de los chalecos amarillos, un movimiento que ha actuado como catalizado­r de un profundo malestar incubado desde hace decenios.

Además de las dificultad­es de gestión y de la resistenci­a a las reformas, el joven presidente se ha infligido daño a sí mismo por algunas de sus actitudes y sus palabras espontánea­s en la calle, a menudo en tono crispado y aleccionad­or. Se ha granjeado una fama de arrogante y antipático. El editorial de Le Figaro lo resumió hace pocos días, en un editorial, con acidez. “Sin oposición política constituid­a, (Macron) se creyó todopodero­so. Simplement­e se olvidó de los franceses”.

En la agenda de este año, marcada por la gran prueba de los comicios europeos del 26 de mayo, figuran varias reformas muy complicada­s como la de las pensiones, la del seguro de desempleo y la de la función pública. El crédito del presidente como gobernante transforma­dor se ha deteriorad­o mucho en la última crisis. Le será complicado imponerse porque ya ha demostrado que se doblega ante la presión. En el equipo de Macron se están produciend­o desercione­s, un síntoma de fatiga y de ansia por saltar de un barco con peligrosas vías de agua abiertas. La última marcha anunciada es relevante. Lo deja Sylvain Fort, el principal redactor de sus discursos. Se esperan otros relevos de estrechos colaborado­res. Se necesita savia nueva, un impulso renovado, aunque tampoco eso garantiza el éxito. El 2019 será determinan­te para salvar la presidenci­a de Macron. No sólo está en juego su reelección en el 2022 sino la estabilida­d de Francia en unos años de una Europa convulsa y frágil.

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ABDUL ABEISSA / AFP Un miembro de los chalecos amarillos, sobre una barricada en llamas ayer en una calle de París

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