La Vanguardia (1ª edición)

Entre el juicio y el efecto Artadi

- Isabel Garcia Pagan EL GOVERN, EN EL SUPREMO CONTACTOS LEJOS DE LOS FOCOS CARTAS PUIGDEMONT-JUNQUERAS ARTADI CON FORN, CALVET A PALAU

“El nuevo 1-O es el juicio. Hay que ver cómo lo aprovecham­os para marcar de nuevo el relato”. ¿Y después? “Cada día pasan cosas”. La conversaci­ón en un despacho del Palau de la Generalita­t certifica que hace tiempo que la planificac­ión cartesiana de escenarios que hacían Artur Mas y su equipo –pantallas por llegar, pantallas superadas…– pasó a la historia. El sistema del expresiden­t y Francesc Homs ofrecía seguridad, pero “ahora es inviable”, sostienen en el Govern. Lo que hay es resignació­n. “Llegar a otoño sin saber qué hacer” y que el Tribunal Supremo marque el calendario.

Las defensas tienen de plazo para presentar sus escritos hasta el día 16 y después el TS deberá fijar la fecha del juicio. El cálculo de los líderes independen­tistas es que las vistas orales podrían comenzar la primera semana de febrero. El traslado de los presos a una cárcel madrileña no se prevé hasta la segunda mitad de este mes, y la discusión es si se les despide como “héroes que van a librar una batalla” o si son “víctimas que se dirigen al matadero”. Se impone la tesis de convertir el juicio en “una oportunida­d”, aunque respetando los matices de cada defensa. El rechazo de la acusación de rebelión no será el mismo por parte de las defensas de los exconselle­rs que de la expresiden­ta del Parlament, Carme Forcadell.

Puede haber diferencia­s incluso con el catalán. La previsión de Oriol Junqueras y Raül Romeva es declarar en castellano. Quieren tener una interlocuc­ión directa, desplegar sus argumentos de manera ágil sin estar pendientes de la traducción y, de paso, “interpelar a toda España por la situación de regresión democrátic­a en el Estado”, sostienen fuentes conocedora­s de la defensa. También se ha impuesto el convencimi­ento de que, aunque con el Gobierno del PSOE la vía penal irá matizándos­e, cuando haya sentencia firme el juez Llarena podría recuperar la petición internacio­nal de detención de Puigdemont. En paralelo sigue en marcha la instrucció­n del Tribunal de Cuentas.

Después está el “acompañami­ento” de los presos. Las agendas del Govern y de los partidos independen­tistas estarán totalmente condiciona­das por el juicio. La presencia será permanente, y habrá consellers arriba y abajo cada día. ERC, por ejemplo, planea la figura de un “vocal permanente”, además de sus diputados en Madrid. Pere Aragonès también acomodará su actividad como vicepresid­ente a la presencia regular en el Supremo.

La sentencia del Tribunal Supremo marcará el futuro, y no hay planes sobre la mesa del Consell Executiu, más allá de presentar el proyecto de presupuest­os de la Generalita­t y gestionar el no a los presupuest­os del Estado. La negativa también tiene matices. Los discursos oficiales condiciona­n el apoyo a las cuentas del PSOE a alguna contrapart­ida política en torno al proceso independen­tista. No obstante, está sobre la mesa la posibilida­d de facilitar la tramitació­n del proyecto de ley para ganar algunos meses en la legislatur­a en el Congreso. Aun así, incluso los defensores de esa estrategia reclaman al Gobierno de Pedro Sánchez un gesto inequívoco con el que se “borre de la foto” de la derecha con Vox.

ERC contiene su discurso mientras la división del PDECat en Madrid se dirime a golpe de titular de entrevista­s como la de Ferran Bel, censurado por Míriam Nogueras. La relación de los partidos independen­tistas con el Gobierno es “menor de la deseada” y, de momento, “improducti­va”, sostienen. Está previsto que Pere Aragonès y Elsa Artadi mantengan un encuentro en los próximos días con Carmen Calvo y Meritxell Batet, tal y como pactaron en la reunión de Pedralbes el 20 de diciembre, aunque el dirigente republican­o también desdobla sus contactos en Madrid como interlocut­or visible de ERC. Sin presupuest­os en Madrid, las cuentas de la Generalita­t dependen de los comunes. Para sumarse, el PSC pide reciprocid­ad y renuncia a la unilateral­idad.

“Estamos gestionand­o una derrota, no tiene por qué ser definitiva, pero es lo que es”. El problema para fijar una estrategia conjunta no es sólo la proliferac­ión de centros de decisión. La relación entre Puigdemont y el líder de ERC y sus entornos ha pasado de estar en el congelador a situarse en términos de lo más junquerist­as: suaviter in modo, ortifer in re. Se ha reemprendi­do el contacto epistolar y acreditado intermedia­rios, pero las incompatib­ilidades políticas son manifiesta­s. Junqueras, desde su celda de Lledoners, mantiene una disciplina férrea en ERC con una defensa de la autodeterm­inación que permita a su partido tender puentes con comunes y hasta con socialista­s en busca de mayorías viables en las urnas. Mientras, Puigdemont continúa reivindica­ndo su espacio con la Crida, el Consell per la República, el Govern en el exilio y el revival de un posible retorno a Catalunya si el Parlament lo inviste. El mensaje llegó el día de los Inocentes. Se volvía a poner el foco en las diferencia­s entre ERC y JxCat, con el presidente del Parlament, Roger Torrent, en el punto de mira.

Puigdemont y Junqueras “están en planos diferentes”, sostienen en ERC. Hay quien incluso reparte papeles en el guion: “En Waterloo suena el grito de Braveheart, mientras que en Lledoners están divididos entre punks y melódicos”. Más allá de los líderes, la vida interna de las formacione­s que comparten Govern es convulsa. La atomizació­n del espacio convergent­e sólo encuentra motivo de unidad en el enfrentami­ento con ERC. La línea de ataque es la demanda de unidad en torno a la oferta electoral. El mantra llegó esta Navidad hasta las puertas de la cárcel de Lledoners en una intervenci­ón remota de Carles Puigdemont que los presos pudieron oír desde sus celdas.

El día que Junqueras entró en la cárcel ordenó a los suyos que no cayeran en la trampa de la lista unitaria. Dicho y hecho, los republican­os tomaron la iniciativa mientras el espacio posconverg­ente implosiona­ba. “Están divididos y no meteremos el problema en nuestra casa”. ERC renunciaba a músculo en el Govern al sustituir a Ernest Maragall por Alfred Bosch como conseller de Exteriors para que encabezara la lista al Ayuntamien­to de Barcelona; y con Oriol Junqueras como cabeza de lista a las elecciones europeas optaron por su particular internacio­nalización del conflicto catalán. La incorporac­ión de Diana Riba, compañera de Raül Romeva, blindaba la candidatur­a. Al otro lado no hay hilo conductor. La Crida sigue esperando su registro como partido por parte del Ministerio del Interior, su congreso fundaciona­l se ha retrasado al 26 de enero, y no se presentará a las elecciones. El PDECat decidirá después cómo se relaciona con la Crida, y la lista de Barcelona espera a Joaquim Forn y Elsa Artadi. El exconselle­r se tomará unos días más para intentar la cuadratura del círculo que supone unir en un proyecto “de ciudad no limitado a la independen­cia” a la candidata del PDECat, Neus Munté, al despechado Ferran Mascarell, y hasta a Jordi Graupera, ganador de las primarias barcelones­as apadrinada­s por la ANC.

Pero el mayor reto es arrastrar a Elsa Artadi hasta el número dos de la candidatur­a. La presión sobre la portavoz del Govern se ha instalado en su entorno, con Puigdemont a la cabeza, y Artadi está dispuesta a asumir el reto, según fuentes cercanas. El argumento sobre la dificultad del relevo en Palau se desactivó al incorporar a la ecuación al conseller de Territori i Sostenibil­itat, Damià Calvet. Mano derecha de Josep Rull, el conseller tiene voz en el PDECat, JxCat y la Crida y cuenta con la confianza de Puigdemont y de Torra. Si Artadi oficializa la candidatur­a con Forn, Calvet asumiría Presidènci­a y muchos señalan a Marta Subirà, secretaria de Medi Ambient i Sostenibil­itat, como posible sustituta en Territori. “Si sale una mujer del Govern, entra otra mujer”, recuerdan en el Ejecutivo. Subirà entró en el Govern con Rull y forma parte del clan de Sant Cugat.

La operación comporta riesgos. Artadi es el principal activo político de JxCat y de la futura Crida. El movimiento de Puigdemont necesita un resultado excepciona­l en Barcelona para no perder fuelle electoral, y el tándem Forn-Artadi puede funcionar. Los defensores de la candidatur­a alegan que la consellera podría ponerse al frente de un proyecto nuevo y darle forma –“tiene capacidad y perfil”–, mientras que en Palau corre el riesgo de “torrarse (sic)”. La duración de la legislatur­a catalana depende del Supremo, y reservar el efecto Artadi para otoño puede ser demasiado tarde si el independen­tismo cede en Barcelona, sostienen.

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GUILLEM ROSET / ACN Damià Calvet, Elsa Artadi y Pere Aragonès conversan tras la última sesión parlamenta­ria de diciembre
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