Piedras en el zapato europeo
LA gobernabilidad es cada vez más complicada en los países europeos, sobre todo tras el auge de partidos y movimientos populistas y nacionalistas que han hallado especial buena acogida en algunos países del centro y del este de Europa. El Viejo Continente afronta un año decisivo, en especial el primer semestre, que será escenario de la resolución del Brexit, de las elecciones al Parlamento Europeo y de la posterior composición de la Comisión Europea.
Es en este marco que Rumanía ha asumido desde el 1 de enero la presidencia rotatoria de la UE, entre las reticencias del presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, sobre la capacidad del Ejecutivo de Bucarest para dirigir la Unión estos seis meses. Las relaciones entre la UE y Rumanía no pasan por su mejor momento tras las críticas de Bruselas a algunas decisiones del Gobierno de la socialdemócrata Viorica Dancila potencialmente atentatorias contra los derechos civiles de la población, como la propuesta de reforma del poder judicial que dejaría a jueces y fiscales dependientes del Gobierno, algo que también están intentando llevar a la práctica Polonia y Hungría.
Precisamente en la capital magiar, Budapest, tuvo lugar ayer una nueva manifestación convocada por la oposición y los sindicatos para protestar contra la corrupción y el autoritarismo del Gobierno del primer ministro Viktor Orbán, cuyo desdeño de la democracia liberal le ha convertido en un icono de los partidos nacionalistas xenófobos de toda Europa. En este caso los manifestantes denunciaban la reciente reforma laboral aprobada por el Gobierno que eleva hasta 400 las horas extras anuales y permite a los empresarios tardar tres años en pagarlas.
Rumanía y Hungría, entre otros, son ejemplos de estados con una visión de Europa muy distinta de la que tienen países como Francia, Alemania o España. El autoritarismo de derechas ha ganado fuerza en el este de Europa, donde el llamado Grupo de Visegrado (Polonia, Chequia, Eslovaquia y Hungría) prima el euroescepticismo y el populismo y cuya visión de Europa (ahora también compartida por Italia, Austria y diversos partidos europeos) es una en la que el Estado nación es fuerte e independiente.
Europa deberá tomar este año decisiones clave para su futuro. Y sólo podrá hacerlo si, con todos los matices que se quiera, logra hablar con una sola voz y un mismo objetivo. Lamentablemente, la gobernación actual de algunos estados europeos no invita al optimismo en este sentido. No soplan vientos de cola para la Unión Europea. Tras la inminente marcha del Reino Unido, habrá que ver si Europa es finalmente capaz de sacarse las chinas que lleva metidas en el zapato y que le impiden caminar con paso firme, unidad y destino claro.